Martínez, la ciudad con perfil propio celebró su 32º Aniversario. Una comunidad ÚNICA
3/12/13. “Si San Isidro es distinto, Martínez es único”, suele decir don Alfredo Laguzzi. Y no se equivoca. Es que resulta difícil pasar por la Zona Norte y resistirse a la atracción que ejerce Martínez. Esta ciudad tiene su imán y curiosamente, ningún rincón de la región cobija un caleidoscopio tan vasto de matices poblando su bellísima geografía. Por estos días este pujante poblado, lleno de vida y color celebra su trigésimo segundo aniversario y el domingo último lo hizo con espectáculos, gastronomía, cine y juegos en su emblemática y convocante Plaza 9 de Julio (Córdoba y Necochea), allí frente al templo de Nuestra Señora de Santa Teresita. Unas 6.000 personas participaron del evento preparado por el Municipio en complicidad con la comunidad martinense que atesora una rica y laboriosa tarea de entidades intermedias.
Cientos de personas recalan allí cada fin de semana, transitan sus características calles donde coexisten viejos faroles, rejas labradas y de las otras, resabios de la arquitectura colonial con modernas marquesinas y coquetos reductos gastronómicos donde el café aguarda humeante para compartir una charla amiga o el necesario tentempié entre paseo y paseo. Es que los lugares que han logrado mantener su impronta en el tiempo y a su vez se reinventaron actualizándose permanentemente siempre son atractivos; su dualidad entre lo viejo y lo nuevo atesora misterio. Un misterio callado como las tardes infinitas, donde las voces de los más longevos refieren aquellos secretos.
El mítico salón de la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos de Martínez era y sigue siendo la institución más antigua de la zona, sobre la calle Ricardo Gutiérrez 1522 hoy convertida en parte en un restaurant donde todas las noches o los mediodías recalan caras conocidas del pago chico como los Meyrelles, Lawson, O’Reilly o Antonio Sagarna. “El Cosmopolita era el centro del pueblo”, memoran los parroquianos. La actual calle Alvear se reducía a un puñado de cuadras pobladas por quintas.
“La primera construcción en altura fue la del doctor Quirós, un edificio de planta baja y dos pisos”, evocó alguna vez Celestino Larregui, otro vecino vinculado al Cosmopolita, a un medio local. Eran otros tiempos, donde la gomería de Pinki llevaba el pulso del barrio y se distinguía desde la vía a la altura de Eduardo Costa y Mitre por una gran rueda de tractor pintada con los colores del club de sus amores, el SIC.
Luego cobraron altura los coquetos edificios de Don Alfredo Laguzzi o Fiorda, en pleno centro de la ciudad como un rótulo distintivo bajo un cielo de limpidez perfecta.
EL BALNEARIO LAS TOSCAS Y SU MAGIA
La ribera en el 28 regalaba el paisaje del balneario “Las Toscas”, donde las lavanderas –en su mayoría italianas, provenientes del Piamonte o la Lombardía- llevaban sus canastos cargados de prendas para ponerlas al sol sobre las piedras o los chicos se llegaban en bicicleta y las dejaban en la playa.
Una vida mucho menos citadina y más bucólica se desarrollaba tras la barranca. Los memoriosos recuerdan, por caso, que en el 29 un fuerte temporal se llevó el flamante espigón de Anchorena. El que en la actualidad lo reemplaza no tiene nada que envidiarle y se caracteriza por la bohemia de los pescadores. Es más, allá por los 80 en un sector de la barranca martinense se montó la primera pista artificial para aprender a esquiar, con una cabaña de madera en la cima que remedaba a las alpinas, mientras al pie se alquilaban kayacs y tablas de windsurf.
Remontándose en el tiempo los balnearios fueron característicos en una costa sembrada de toscas, a la que se llamó “Punta de Olivos”. Muy cerquita de ahí en la actual estación Anchorena se tenía y tiene un exclusivo panorama de la ribera con sus juncales y de la barranca con su abundante flora autóctona. En la bajada de Pueyrredon en el 17 funcionaba el balneario Mar Dulce y ahí nomás cobró forma el Aguila del Centenario de 1910, dándole nombre a la plazoleta. Hoy toda esa zona a los pies de la barranca está tapizada de centros de vela ligera y kitesurfing que ofrecen además una inmejorable oferta gastronómica.
Es que ese sector de la ribera, en la bajada de Alvear, tras la colina habitada por tradicionales familias como la Vignoles, muestra su perfil aterrazado lleno de vegetación y una costa renovada donde se conjuga el encanto de una geografía plena y ya se puede vislumbrar una suerte de camino o rambla con divisadero al río, que se extenderá paralela a la costa. O bien el ya existente sendero aeróbico del Tren de la Costa rodeado por mil tonos de verde. De inmediato surge el deseo de alquilar una bicicleta y sumarse a la corriente infatigable de patinadores y ciclistas, entre el río, las tiendas de artesanos, el sector de Puerto Libre donde nuestros mayores vuelven a compartir tardes entre amigos, pintores, parrillitas, cultores del kitesurf o el windsurf, vendedores de cañas de pescar y una feria incesante y no de vanidades.
DON LADISLAO, EL FUNDADOR
Martínez cuenta con condiciones únicas para servir de escenario al desarrollo de su gente: no por nada reúne la virtud de albergar en su seno al conjunto de características más elogiables de la zona, como el verdor de sus costas rioplatenses, la belleza inigualable de sus barrancas, la moderna estructura urbana y ciertos tesoros distintivos de la historia sanisidrense, barrios de febril actividad comercial y laboral, algunas industrias importantes y la placidez que solo puede encontrarse de este lado de la avenida General Paz.
Virtudes todas que encuentran su razón de ser al repasar los hechos que fueron jalonando el devenir de esos pagos. Su nacimiento está marcado por la inauguración de la estación ferroviaria de Ladislao Martínez en el año 1871. Un hecho que, a criterio de los historiadores, motorizó el crecimiento del núcleo principal de la ciudad en torno a su actividad.
La estación fue bautizada así en honor a Don Ladislao Federico Martínez, un distinguido y acaudalado caballero que, entre otras propiedades heredadas de su padre, contaba con la chacra “San Isidro”, la cual consistía en un vasto terreno ubicado entre San Isidro y Los Olivos, con una casa levantada sobre la barranca que mira al río. Desde siempre Don Ladislao tuvo presente el propósito de fundar un pueblo; razón por la cual, con el correr de los años, subdividió sus tierras en pequeñas parcelas que entregó a los interesados con el compromiso de levantar sus viviendas, haciendo realidad su sueño fundador.
Así comenzaron a brotar como hongos los primeros hogares en las tierras que más tarde surcaría la traza del ferrocarril. A poco de inaugurarse la estación (1871), la localidad empezó a ser poblada por floricultores pues elegían esas tierras por sus excelentes condiciones, por su fertilidad.
Posteriormente, Matilde Ayerza de Martínez –heredera de Ladislao- dona a la municipalidad el camino privado de acceso a su heredad, el cual unía la estación con su casa, siendo destinado a calle pública.
Actualmente la florida y cuidada estación aparece rodeada por el sector más densamente urbanizado, pero no es el único hito histórico entremezclado con la modernidad. Fueron famosas las producciones de flores de sus viveros, pero si hubo una industria en particular que caracterizó a la ciudad, fue la cinematográfica: allá por 1933.
MECA PARA PESCADORES DE ILUSIONES
Un repaso en el devenir de esta ciudad pujante no sería completo si se dejara de lado aquello que la ha convertido en una meca para los pescadores de ilusiones, todo lo que en un tiempo produjo la industria cinematográfica y hoy los sets televisivos. Muchos recuerdan al cine Select de la calle Alvear, como visita obligada de los fines de semana; pero algunos además de ser espectadores además palpitaron de cerca esa época de oro de la cinematografía nacional. Ocurre que en medio de las quintas de flores echaron sus raíces los estudios de Argentina Sono Film allá por 1933, año en que también abre sus puertas el cine Astro. Por ese entonces Argentina era considerada una precursora del séptimo arte en Latinoamérica –en Sono film se rodó la primera película sonora que se hizo en el país, llamada “Tango”- y Martínez era considerada por muchos la “Hollywood Argentina” , teniendo en cuenta que los principales artistas habían sentado sus reales en estas tierras, en fastuosas mansiones similares a las de los divos hollywoodenses.
Muchos vecinos actuaban de extras en películas de Pepe Arias o Libertad Lamarque y hasta Angelito Magaña o Luis Sandrini, figuras consulares de nuestro cine, se radicaron aquí. A los estudios de Sono Film, empresa líder de los hermanos Mentasti, en el 37 le siguieron los de Pampa Film, hoy todos ellos convertidos en estudios de producciones para televisión donde se graban enlatados de primerísima calidad que se exportan o telenovelas, comedias y unitarios que dan que hablar en nuestra tevé de aire. De hecho los estudios de Telefe y de Underground, tienen su sede ahí
El mosaico de la ciudad también permite encontrarse con otros importantes hitos como la capellanía vicaria de Santa Teresita (1933) o la Plaza 9 de Julio, ubicada en Necochea, Berutti, Larrumbe y Córdoba fundada en 1911 durante la intendencia de Andrés Rolón. Desde su fundación asumió siempre el rol de realizadora del festejo y en torno a ella se cumplieron y cumplen las celebraciones.
Lo cierto es que Martínez no apareció en la zona como la extensión de otros barrios, ni como un conjunto de residencias satélites de otro poblado. Antes bien, quienes acudieron a beneficiarse con la generosa oferta de Ladislao Martínez, persiguieron lo que hoy llamaríamos una buena calidad de vida, ese fundamento que establece la diferencia entre una aglomeración numérica y una sociedad sana.
CRECIMIENTO COHERENTE CON SU ORIGEN
Desde entonces Martínez siguió una trayectoria coherente con su génesis, y logró por ello integrar dentro de sus usos y costumbres a realidades novedosas como fueron en su momento los estudios de cine o ahora los sets de filmación, y de manera también cercana, el polo universitario, el mall de compras más importante de Sudamérica, donde los otros días a raíz de un incendio se tejieron no pocas historias de arrojo y entrega por parte de los bomberos. Tampoco hay que olvidar los paradores gastronómicos o las actividades de vela ligadas al río con el universo de personajes y actividades que originaron a su alrededor. Todo eso y mucho más se amalgamó en lo que era demasiado grande para ser un barrio (hoy residen más de 75 mil habitantes) y demasiado entrañable para designar como localidad.
Declarada Ciudad en 1981, su comunidad realiza en Noviembre esta celebración en la plaza 9 de julio, donde también festeja todo el partido de San Isidro la declaración de la Independencia Nacional.
TARDE DE PIC NIC, METEGOL Y CIRCO
La fiesta comenzó al mediodía con un pic nic multitudinario. Manteles de colores -que regaló el Municipio de San Isidro- aportaron color a la jornada. Además hubo puestos de comida de bares y restaurantes tradicionales de la ciudad como El Candado, La Herradura y El Mundo de la Pizza.
Chicos de todas las edades disfrutaron jugando al metegol y en los inflables distribuidos por la plaza. En el anfiteatro, se presentó un show de circo que fue uno de los números más aplaudidos.
Minutos después de las 18, la banda Los cachetes de Monet hizo bailar a todos. La emoción vino luego, con la proyección de la película Corazón de León como cierre de la fiesta.