Mensaje del Obispo para el 1° de Enero. Solemnidad de Santa María Madre de Dios y Jornada Mundial por la Paz. Dale una oportunidad…

 

 

 

 

30/12/2015. El día 1 de Enero es el comienzo de un nuevo Año pero es también la fiesta de Santa María, Madre de Dios. Asimismo y a partir de la exhortación del papa Pablo VI del año 1968, ese día se celebra el “Día de la Paz; el deseo de ese Pontífice fue que a partir de ese momento,  cada año dicha celebración se repitiese como presagio y como promesa para la Paz dominara el desarrollo de la historia futura. 

 

El tema que ha elegido el papa Francisco para esta Jornada por la Paz es “Vence la indiferencia y conquista la paz”.

Compartimos con ustedes el mensaje que monseñor Ojea ha preparado para la ocasión. Adjuntamos el video

CONSTRUYAMOS LA PAZ

Por monseñor Oscar Ojea (*)

“Vence la indiferencia y conquista la paz”, este es el lema de la Jornada Mundial de la Paz, de este nuevo año, el 1ero. De enero de 2016; vamos a reflexionar brevemente en este lema.

 

 

VENCE LA INDIFERENCIA

El papa Benedicto y el papa Francisco nos han hablado de la globalización de la indiferencia; así  como el mundo vive esta globalización que de alguna manera une en algunas cosas a los seres humanos, seguramente en cosas materiales, la globalización de la indiferencia también es una realidad, porque el hombre tiene una enorme necesidad de ser valorado, de ser mirado, de que el hermano se detenga ante él para poder contemplar, para poder atender, ¿Qué es lo que realmente dice?, ¿Qué pasa por su corazón? ¿Qué pasa por su vida? ¿Cómo es su historia?

La indiferencia elimina toda posibilidad de detenernos; toda posibilidad de escucharnos bien, de mirarnos bien, y  de poder valorar y apreciar la vida de mi hermano.

Esto de alguna manera seca el corazón, lo enfría, por eso decimos: la indiferencia mata, la indiferencia se convierte en un arma, porque frente al deseo de silencio, de escucha, de ser mirado, de requerir atención, de que el otro pueda volver la cabeza para poder atender, frente al hielo de la indiferencia, el “no me importa”, que es como decir: “no existís; niego tu existencia, niego tu realidad”.

Esto es lo más terrible que nos puede pasar y está tan lejos de la paz; va creando, sin darnos cuenta, el veneno de la guerra , el veneno de la violencia, porque por no escucharnos, por no mirarnos, por no atendernos, las reacciones interiores, los rencores, las violencias interiores se van acumulando, y finalmente se generan hechos de violencia que no entendemos de donde vienen, no entendemos por qué vienen, no entendemos por qué la violencia es ciega; seguramente es así porque la historia de cada una de esas personas en quienes explota la violencia, no ha sido una historia debidamente recibida por el resto de la comunidad, estoy hablando en general, pero estoy convencido de que aquí hay una causa profunda de la violencia.

La causa de la violencia es el miedo, es el miedo a desaparecer; el miedo a que el otro me considere que no existo; el miedo de perder entidad, y de alguna manera, a ser eliminado, entonces, desde allí surge la reacción violenta, el resentimiento profundo que produce este “no ser considerado”.

Imaginémonos si esto pasa desde niño, si desde niño un ser humano vive esta realidad, de rechazo continuo: “no existís, no me importa, no tenés lugar, no te reconocemos, no te miramos, no te escuchamos, no tenés parte, no tenés lugar en la comunidad de la vida, en el banquete en el que todos nos sentamos. De allí explotará en algún momento de su vida de joven o de su vida adulta, una reacción frente a  este contexto social, y allí viene la sorpresa: ¿de dónde sale tanta violencia?, de algún lado, de algún rincón del corazón del hermano sale esa violencia.

“Vence la indiferencia y conquista la paz”, nos dice el Papa en el lema, esto es: la paz se construye, la paz es regalo de Dios, pero también es tarea,  la paz se hace todos los días y la paz se construye todos los días si yo sé mirar a mi hermano, tener mi vida al servicio del hermano, y si el hermano realmente va midiendo la centralidad de mi vida.

 ¿Cuál es el centro de mi vida? ¿El centro de mi vida es Jesús, es el hermano, o el centro de mi vida soy yo mismo?

Que el Señor nos conceda descubrir estos pequeños gestos, en los cuales vamos ganando la paz, vamos construyendo la paz y vamos venciendo esta globalización de la indiferencia que está produciendo tanta violencia en el mundo en que vivimos.

¡Que Dios los bendiga y que tengamos verdaderamente un año de paz!

(*) Obispo de la Diócesis de San Isidro.