Último Momento. Uruguay y Tigre de luto. Falleció Carlos Páez Vilaró. El adiós al artista de las dos orillas
24/2/2014. El artista plástico uruguayo falleció hoy lunes a los 90 años en su obra cumbre, esa escultura única que se tutea con el mar y le da entidad a Punta Ballena: Casapueblo. Este artista del candombe por antonomasia, “pintor de las dos orillas”, como gustaba definirse por sus simpatías por Maldonado y Tigre donde supo echar raíces, que vivió en Buenos Aires en su juventud y dejó una prolífica obra, supo confiar que la obra que más lo enorgullecía era La Capilla Muticultos del cementerio Los Cipreses, en San Isidro. “En ella logré sumar todas las disciplinas que he intentado: hice vitrales, pintura, los pisos. Fue muy difícil. Muchas veces tenía que dejar el andamio y suspender el trabajo porque llegaba un entierro. No es fácil para un hombre que quiere tanto la vida pintar para la muerte”, memoró Don Carlos al tiempo que repasó los mojones de su vida donde siempre guardó un profundo afecto por su patria adoptiva Tigre y los homenajes que allí le tributaron. En efecto, en 2003, fue nombrado “ciudadano ilustre de Montevideo” y en 2005 el Municipio de Tigre lo distinguió con el premio como “artista de las dos orillas” por el Concejo Deliberante local. Además un paseo en el ingreso a la ciudad lleva su nombre. Su familia se reúne por estas horas en Casapueblo, Maldnado donde resolverá dónde se le dará el último adiós. Según se supo, el velatorio del consumado artista será en la sala Mario Benedetti de Agadu (Canelones 1130) a partir de las 20 horas de hoy hasta la medianoche. Mañana continuará de 7 a 11 horas y -posteriormente- saldrá un cortejo hacia el Cementerio del Norte en Uruguay.
Carlos Páez Vilaró nació en Montevideo el 1º de Noviembre de 1923 y falleció este lunes 24 de febrero de 2014, a los 90 años en su escultura habitable Casapueblo.
Páez Vilaró vivió en su juventud en Buenos Aires donde comenzó a desarrollarse como artista.
Regresó a Uruguay en la década del 40, interesado en el tema del candombe y la comparsa afro-oriental y se vinculó al conventillo “Mediomundo”.
En 1956 dirigió el Museo de Arte Moderno de Montevideo y fue secretario del Centro de artes populares del Uruguay en 1958.
Vinculado a la comunidad afrouruguaya, durante años formó parte de sus fiestas populares, en particular de las “Llamadas”, y sus temas fueron motivo para sus obras plásticas. Pintó cartones, compuso candombes para comparsas lubolas, dirigió coros, decoró tamboriles y participó de los desfiles de Llamadas.
José Pedro Argul lo consideró un artista con “un desprejuicio sin par, un desparpajo ingenuo unido a una condición de trabajo excepcional y técnicas múltiples.
En 1972, su hijo Carlos Miguel, viajaba en el avión que transportaba rugbiers del equipo uruguayo Old Christians y que cayó en la Cordillera de los Andes. Tras la desaparición de la aeronave, el artista se trasladó a Chile para colaborar tenazmente con la búsqueda, incluso cuando las acciones oficiales ya se habían suspendido. Para ello reclutó voluntarios, consultó a videntes e incluso se internó en la montaña. Finalmente Páez hijo figuró entre los 16 sobrevivientes. Esa búsqueda fue reflejada en su libro “ Entre mi hijo y yo, la Luna”.
En Punta Ballena construyó la inigualable Casapueblo, vivienda, museo y paisaje panorámico. Entre sus murales figuran los que decoran la sede de la OEA en Washington, el hotel Contad de Punta del Este, hospitales chilenos y argentinos, y los aeropuertos de Panamá y Haití.
En su múltiples viajes conoció a Picasso, Dalí, De Chirico y convivió con el Dr. Albert Schweitzer en el leprosario de Lambaréné.
Su vida artística trascendió a la pintura. Se involucró con la escultura, la arquitectura, el cine y las letras. Tuvo múltiples reconocimientos por esto, tanto a nivel nacional como internacional.
En 2003, fue nombrado “ciudadano ilustre de Montevideo” y en 2005 el Municipio de Tigre lo distinguió con el premio como “artista de las dos orillas” por el Concejo Deliberante local.
En los últimos años realizó distintas muestras en el Museo de Arte de Tigre donde expuso retrospectivas y reciente producciones y supo trabar un fuerte lazo afectivo con el entonces Intendente Sergio Massa, hoy legislador nacional del Frente Renovador.
En reiteradas oportunidades Páez Vilaró concedió entrevistas a este medio. Acá un fragmento de una realizada durante la presentación de su biografía escrita por el uruguayo Diego Fischer “Hasta donde me lleve la vida” que lo pínta de cuerpo entero durante su presentación en Conrad:
CASAPUEBLO Y LA CEREMONIA DEL SOL. Como un canto a la vida, desarrolló en la casona la ceremonia del sol y buena parte de sus trabajos lo tuvieron por fuente de inspiración, pero no todas fueron luces, ni colores brillantes. Como en la vida de todo ser humano hubo claroscuros. Uno de ellos está marcado por un 13 de Octubre de 1972, cuando el vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya rumbo a Chile, en el que viajaban los jugadores de rugby del colegio Old Christians, se extravía en la cordillera. A bordo viajaba su hijo Carlos Miguel. Páez no cejó jamás en la búsqueda, fue un tema de fe, de convicción. “Para mí las vida es como un largo callejón lleno de puertas cerradas –describe- , que las voy abriendo con sorpresas muy desagradables y otras extremadamente felices. Cuando me dan la noticia del accidente, me aferro a la oración. Dios fue mi gran copiloto en toda esa búsqueda; ahí puse todas mis fuerzas. Tuve la suerte de que en los días cercanos a la Navidad pude volver a abrazarlo sano y salvo”.
“Mi historia esta llena de este tipo de episodios –añade-. Casi fui fusilado en el Congo porque entendían que al ser de la República Oriental del Uruguay, como oriental debía ser comunista. Así que decidieron fusilarme. Menos mal era un buen atleta y corrí como nadie, pude cruzar el río y escapar. Lo importante es la vida; cuando cierro los ojos y los abro me doy cuenta de las ganas irrefrenables de vivir”.
Los viajes son un capítulo significativo en la vida de Páez. Una vez que sus pinturas se hicieron conocidas, visitó todos los países donde los problemas raciales hicieron historia. “¿Cómo no iba a ir a África a ver dónde nacieron los ancestros de estos negros que me acompañaban?” En Tahití, la más grande de las islas de la Polinesia Francesa, pintó los murales de una casa de Marlon Brando a cambio de alojamiento. Y viajando en barco por varios países se le ocurrió la ambiciosa idea de grabar un documental sobre la situación de los negros africanos. La película, llamada “Batuk”, cerró el Festival de Cannes. Eso le permitió conocer personalidades como Brigitte Bardot casada con su amigo Gunter Sachs y a Andy Warhol. Embajador sin cartera don Carlos paseó su arte por el mundo y fue también junto al argentino Mauricio Litman uno de los impulsores del Festival Internacional de Cine de Punta del Este. Un encuentro súper exclusivo, exquisito y elitistas que reunía a los principales directores y figuras del séptimo arte. Un logo suyo del candombe fue el leit motiv de la muestra. “Esta gran noche de candombe en Punta del Este es un legítimo triunfo tuyo que con sentida emoción lo hago mío. El cálido aplauso que brindarán las embajadas de la cinematografía mundial que honra nuestra tierra ha de ser el anticipo del suceso”, supo escribirle Horacio Castellanos, autor entre otras cosas, de la milonga “La Puñalada”. Borges prologó su muestra “Los Morenos” donde elogiño sus trabajos sin reparos.
“Yo intento hacer un acto de Navidad por día. Al menos darle una sonrisa a un hombre que está triste, o ayudar a una viejita a cruzar la calle. Con eso ya cumpliste, te ganaste el día”, aconseja este hombre que se define como un enamorado de la mujer. “Casapueblo es un homenaje al sol y a la mujer”, suelta pícaro y ríe mientras mira a Anette, su señora, una alemana que puso algo de orden a sus días. Ella dice que lo que le encantó de él fue su insistencia realizando mil travesuras.“Disfrazándose de lingera, haciendo guardia frente a mi casa, mandando un coro de chicos alemanes para cantarme el feliz cumpleaños, llenarme la puerta de palomas blancas, aparte de su mirada intrusa, imberbe y gris. Ningún hombre me ha querido tanto como él”, interviene.
Don Carlos Páez, personaje entrañable si los hay, genio figura, que desplegó su impronta a ambos lados de la orilla. “La Argentina ha sido muy generosa conmigo –desliza-. Confieso con 87 años de edad que Punta del Este es tan argentina como uruguaya”. Una plaza en Tigre ya lleva su nombre, en Maldonado no pocos rincones con murales hablan de él y hasta el Intendente Óscar de los Santos lo rescató como un referente ineludible de los fernandinos. “El arte hay que acercarlo a la gente, no importa cómo –asegura-. El modo es llegar, o bien pintando un mural en el hospital para motivar a los enfermos y que sientan menos dolor, o bien en un hotel o en el avión de Pluna”. El sello indeleble de su obra está en todos lados. Dos pueblos, dos países hermanos, dos culturas rioplatenses unidas por un artista que ha sabido dejar su legado y afecto marcándonos a fuego