En Los Ombúes las voluntarias de hospitales presentaron libro. Historia de las Damas Rosadas. Esos ángeles de rosa
17/12/2013. Algunas trabajan hasta 12 horas diarias asistiendo a los enfermos y no piden ninguna retribución. Lo hacen por amor. “Si bien puede sonar un tanto cursi, esta es una historia de amor. Eloisita (aludiendo a la fundadora y nervio motor de las Rosadas, la recordada Mihura de Casal) llamaba a sus colaboradoras “Las Amorosas”; ese apelativo no pudo ser mejor. El libro nos cuenta esa historia de amor que es maravillosa”, soltó el periodista Carlos Reymundo Roberts al presentar en sociedad el libro del historiador Hernán Moyano sobr
e esta suerte de ángeles de la guarda de delantal rosado que se desempeñan en hospitales, maternidades y jardines maternales. Fue el viernes pasado en el patio colonial de la Quinta Los Ombúes. Desde su creación en los tiempos del Intendente Melchor Posse y de Monseñor Menini hasta el día de hoy, las Rosadas cumplieron nada desdeñables 4.175.055 horas de trabajo voluntario.
Tienen entre 20 y 70 años. Algunas son profesoras o psicólogas sociales, otras amas de casa, las más jóvenes estudiantes de carreras universitarias. Pero cuando atraviesan la puerta del Hospital y se calzan el guardapolvo rosado, sonríen con idéntica satisfacción y se mueven bajo la misma consigna: ayudar y ofrecer siempre la mano tendida a quien la necesite.
Son mujeres que dejan sus ocupaciones diarias para formar parte del equipo de voluntarias que desde hace más de 50 años trabaja no sólo en el Hospital Materno Infantil y el Central de San Isidro, sino también en la Maternidad Sardá, el Hospital Rivadavia y el Hogar Marín.
Contrariamente a lo que algunos pueden llegar a imaginar, este grupo de laboriosas mujeres siempre solícitas que trabaja ad honorem en los hospitales, no está integrado por señoras aburridas de su hogar, ni atacadas por el síndrome del “nido vacío”, ni viudas desconsoladas, ni seres hartos de nadar en la abundancia en busca de nuevas emociones a través de la caridad. “Aquí no hay mujeres aburridas de su casa o que lo desatiendan –solía decir la siempre activa Eloísa Collardín Mihura de Casal, la recordada fundadora del Servicio de Voluntarias “Damas Rosadas” -. La primera obligación que impongo a mis ‘amorosas’ es que cumplan primero con su hogar, su marido y sus hijos y después con la obra. Muchas deben hacer verdaderos esfuerzos para llegar con todo, con eficiencia y por ello tardan un poco más en alcanzar los galardones que se le otorgan en su carrera como voluntaria hasta lograr el máximo que es un trébol morado, cuando llevan cumplidas 5000 horas de labor”, supo desgranar ante el semanario decano del periodismo zonal, Costa Norte la infatigable Eloisa.
“Es un placer participar en esta presentación. ¿Qué meritos tengo? – sugirió ante el atento auditorio el periodista y escritor Carlos Reymundo Roberts demosrando luego alta dosis de humor- . Me movilizan dos motivos: estoy casado con una dama rosada de tiempo completo. Ustedes vieron que las voluntarias, llevan un registro de las horas que le dedican a su actividad solidaria. Bueno en casa, es al revés, anotamos las horas en que mi mujer está en casa” (risas). “El voluntariado la ha absorbido tanto que de vez en cuando vuelve – prosiguió en el guiño- . Con ella desaparecen muchas cosas que en un primer momento las buscábamos: ‘dónde está la cafetera’, ‘en qué lugar pusiste el saco azul’. Ya no consultamos más –admitió resignado-, sabemos que cuando se pierde algo está en el Hospital o en la sede Uriburu”, confía en distendida intro casi coloquial y apunta: “La segunda razón que me lleva a estar acá es que fui quien le hizo una ‘peinadita’ (término con el que los periodistas describimos la tarea de ultimar los detalles y las correcciones) al trabajo del historiador Moyano. Si encuentran errores, es culpa mía”, aclaró.
LAS TRES PATAS DE UN BUEN SERVICIO
Roberts contó que los periodistas suelen entusiasmarse en la búsqueda de historias buenas para volcarlas con fruición al papel. “Cuando me topé con este libro descubrí que había una gran historia. Desde el primer momento. Me llamó la atención cómo nacen Las Rosadas. Esta historia se apoyó en un trípode: Mons. Aguirre, el primer Obispo de San Isidro, asistido por el padre Pedro Menini, el Intendente Melchor Posse y Eloisita Mihura de Casal”, definió.
Abundando en detalles sobre los orígenes del grupo de voluntarias creado por Eloísa Casal, Roberts precisó que un buen día el Obispo de San Isidro, Mons Antonio María Aguirre acude al Hospital Rivadavia y una señora, que era voluntaria le indica cómo llegar. Algo similar le ocurre al tiempo al Dr. Melchor Posse cuando el reconocido pediatra y sanitarista se desempeñaba al frente de la Intendencia y así se les ocurrió prestar ese servicio fundamental en la asistencia al paciente en el Hospital de San Isidro. “De ese trípode entre Posse, Mons Aguirre y Eloisita nacieron Las Rosadas. Se pusieron un delantal de ese color para diferenciarse de las enfermeras y a eso deben su nombre”, explicó.
Los salones y el patio central del Museo, Biblioteca y Archivo Histórico Municipal “Dr. Horacio Beccar Varela”, comenzaron a poblarse de vecinos ávidos por conocer detalles del nuevo trabajo del historiador Hernán Moyano convocado por la presidenta de la entidad, Lidia Ana Díaz quien acudió a la rosada Sara Costa Hoevel y a su marido Bernardo Lozier Almazán para que la vincularan al escritor.
Recurriendo a años de paciente búsqueda – más de seis- el libro de Moyano desbroza no pocas anécdotas, cuenta cómo las damas consiguieron que los vagones de los viejos tranvías fuesen donados para que puedan ser utilizados como sedes en el Viejo Hospital de San Isidro, abreva en las campañas de vacunación, en la creación del banco de remedios, cómo llegó la primera ambulancia, el consultorio del Náutico San Isidro y un sinfín de emprendimientos fundados en la solidaridad y en trabar empatía con el prójimo.
“Esperamos que a los vecinos les guste”, dijo Lidia al tiempo que observó que entre las cinco filiales suman más de 450 mujeres y que están próximas a abrir en 2014 en el Hospital Central de San Isidro una escuela de formación de voluntarias.
“Dos de los tres hospitales del sistema de salud municipal no podrían funcionar sin la tarea que prestan las Damas Rosadas. Junto a mi padre tuvimos la oportunidad de unir la vieja Maternidad y crear el Hospital Materno Infantil, luego a mi me tocó la mudanza del Viejo Hospital al Hospital Central y en todo estuvieron ellas –evocó el Intendente de San Isidro, Gustavo Posse y a renglón seguido completó: “Para darse una idea de la importancia de estas mujeres baste un ejemplo: existe una actividad que prestan que es irremplazable y es la obra que cumplen en el Lactario, entiendo que en la Maternidad Sardá debe ocurrir lo mismo que en San Isidro. El hecho además de llevar adelante su voluntariado en el jardín maternal de la calle Garibaldi, organizar la agenda de los médicos. Para estar dentro de un Hospital hay que tener mucha entrega, vocación de servicio y compromiso”, ponderó el Intendente Gustavo Posse.
De esas 42 personas que en 1959 iniciaron esta tarea pergeñada por Eloisa Casal junto a Raquel Ottolengui y apoyada por el entonces intendente Posse, hoy la entidad presidida por Díaz realiza infinidad de actos de afecto y comprensión para con los enfermos desde afeitarlos, cortarles las uñas, consolar al que sufre, alcanzarles un medicamento, ayudar al que está solo a punto de morir, conseguir un turno, guiar al perdido por los pasillos del hospital y también ¿por qué no?, asear elementos asistenciales, abrir una puerta, reparar un mueble o hacer un café.
Para ellas, la solidaridad es algo de todos los días y por la que no piden retribución. A su paso, las mamás y los papás de los pequeños pacientes las saludan casi con veneración: “¡Dios bendiga la tarea que hacen!”, les dicen. Es que ellas colaboran cuando hay que trasladar de cama a los enfermos, cuando una mamá primeriza necesita ayuda para cambiar pañales o dar la mamadera, cuando alguien necesita una oreja para apaciguar momentos difíciles o simplemente cuando hay que hacer trámites administrativos o atender teléfonos.
“La función de ellas no toca para nada la parte profesional que realiza una enfermera –supo confiarle a este medio Adolfo Casal, hijo de la fundadora-. Son complemento ideal de médicos y enfermeras en todos los lugares donde se desempeñan, porque cuando llega una persona totalmente entregada la bañan, la afeitan, le cortan el pelo, le festejan el cumpleaños con una torta con velitas; eso en un hospital es una cosa impensada”, advierte.
Ciertamente, la tarea humanitaria que cumplen sirve de vínculo con el área asistencial, humanizando la profesión. “Ellas llevan las historias clínicas, donan las radiografías, tienen banco de remedios, hacen en laborterapia todos los barbijos que se usan en cirugía; es muy trascendente todo lo que realizan”, aseguran.
Algunas se quedan 3 o 4 horas por día. Otras, hasta 12, el tiempo que brinda cada una es lo de menos. Lo que cuenta, obviamente, es el afecto. Mil gracias ángeles rosados!