EFEMÉRIDES. Manucho Mujica Lainez, el legado de un autor que dejó huella

22/4/2024. A 40 años de su desaparición física, recordamos a uno de los escritores argentinos más destacados del siglo XX, Manuel Mujica Lainez. Desde muy joven “Manucho” -como lo apodaban- conoció el paisaje sanisidrense. Sus vivencias se plasmaron en poemas y escritos de delicada factura.  Por cierto, Mujica publicó “Aquí vivieron”, uno de sus tantos homenajes al lugar que disfrutó y comenzó a amar de la mano de sus primos los Beccar Varela. De hecho el escritor vivió en la quinta Los Ombués y completó sus estudios en el Colegio Nacional de San Isidro. En ese libro con el subtítulo “Historias de una quinta en San Isidro”, Mujica escribió 23 relatos que transcurren en la zona. Sus trabajos también evocan a Prilidiano Pueyrredon, a Mariquita Sánchez de Thompson, a las tradicionales casonas y el paisaje, que lo cautivó siendo muy joven y que también quedó reflejado con intensidad en Romances de Sanct Isidrenses” (escrito en el estilo de la poesía medieval española) donde aflora su encanto por un lugar que sintió propio como pocos. Su carisma y esa apasionante cosecha narrativa, siempre arriesgada, marcaron una época y dejaron una huella fundamental en la literatura argentina.

 

 

 

 

Miembro de una familia aristocrática de Buenos Aires, Manuel Mujica Lainez —“Manucho”, como lo apodaban— nació el 11 de septiembre de 1910 y falleció un 21 de Abril de 1984. Entre su árbol genealógico, se encuentran personalidades como las de Juan de Garay, fundador de la ciudad porteña en 1580. De lado materno, ya contaba con escritores y periodistas que, seguramente, influenciaron su amor por las letras. Había comenzó la carrera de Abogacía, pero luego la abandonó para dedicarse a la literatura, aunque no solo a ella: además de escribir poemas, cuentos y novelas, abordó otros géneros como la biografía, la crónica de viaje, el ensayo y la crítica de artes, cuyas columnas en el diario La Nación, dieron cuenta de cierta parte del escenario plástico argentino de ese momento. Así, Manucho comenzó a dejar una gran marca como escritor profesional.

Entre sus pares, se vinculó con autores como Alfonsina Storni, Arturo Capdevila, Adolfo Bioy Casares, Victoria y Silvina Ocampo, y Jorge Luis Borges; muchos de ellos, colaboradores de la emblemática revista Sur. Admiraba a Marcel Proust, Henry James y Virginia Woolf; pero en cuanto a su escritura, el propio Manucho expresó una vez que nunca perteneció a ninguna escuela literaria. Aún así, creó una gran cantidad de obras cuyo reconocimiento, con el tiempo, traspasó la cartografía nacional.

Algunos de los temas que abordó Mujica Lainez tuvieron que ver con distintos momentos de Buenos Aires —como en los cuentos de Aquí vivieron (1949) y Misteriosa Buenos Aires (1950)— y, en otros textos, con el apogeo y la decadencia de la vida burguesa en la Argentina —como en las novelas Los ídolos (1952), La casa (1954), Los viajeros (1955) e Invitados en “El Paraíso” (1957)—La novela histórica, ambientada en distintas ciudades de Europa, también fue un género al que se dedicó con entusiasmo. Con una base de datos verídicos y documentados, liberó su imaginación para ficcionalizar y novelar.

Como dijimos en 1949, Manucho publicó “Aquí vivieron”, una obra hoy casi difícil de hallar. Mujica pasó una temporada en Los Ombúes, como huésped de sus parientes Beccar Varela. Fue a su regreso de Europa cuando sus padres lo enviaron a la quinta de su tío Horacio para que completara sus estudios en el Colegio Nacional de San Isidro.

“Esta casa, estos árboles, esta barranca, esta verja, y lo que esta casa encerraba en un tiempo, y los que entonces la habitaron, constituyeron uno de los mundos felices de mi adolescencia”,

 escribió Manuel Mujica Lainez en 1965, en su famoso Yo viví aquí, espectáculo de luz y sonido dedicado a esa casa.

También escribió en 1933 el conocido “Soneto a la casa vieja”. En otro texto escribió que “el propietario anterior a Cosme Beccar había sido el doctor Eduardo Lahitte, el único que se opuso a la inicua ejecución de la desventurada Camila O’Gorman, sucediendo en la línea de los dueños de los dueños a los Arana Beláustegui y a doña Rosa Azcuénaga de Santa Coloma, el comerciante a quien protegió Martín de Álzaga a su arribo al Río de la Plata. Doña Rosa la había comprado en el año 1828 a Mariquita Sánchez, esposa desde 1820, del diplomático francés Jean Baptiste de Mendeville. Ella había heredado de su padre, en 1812, la extensión de tierra que lindaba con el solar donado por el capitán Domingo de Acassuso. Esta mujer excepcional, centro del movimiento literario y político de su época, reunió aquí a los hombres principales de entonces en el curso de prolongados veraneos. La sala del caserón, que conserva intacto el encanto señorial de la pasada centuria, escuchó a la sazón las mezcladas voces de Vicente López y Planes, de Bernardino Rivadavia, de San Martín, de Pueyrredon (quien venía a caballo de su chacra vecina), de Echeverría, de Juan Cruz Varela, autor de tragedias sonoras, entusiasmado con Virgilio, de su hermano Florencio, que era apenas un muchacho. No fue aquí donde se oyeron por primera vez los acordes de nuestro Himno Nacional, que tuvo por atmósfera la casa porteña de misia Mariquita, pero aquí debieron repetirse en más de una ocasión inflamando los ánimos”, describió Mujica Lainez.

Como se ve, sus trabajos también evocaron a Prilidiano Pueyrredon, a Mariquita Sánchez de Thompson, a las tradicionales casonas y el paisaje, que lo cautivó siendo muy joven y que también quedó reflejado con intensidad en “Romances de Sanct Isidrenses” (escrito en el estilo de la poesía medieval española) donde aflora su encanto por un lugar que sintió propio como pocos.

En 1962 llegó Bomarzo, en la que combinó lo histórico y fantástico, para recrear la vida de un noble italiano del siglo XVI. Y le siguieron otras como El unicornio (1965), ambientada en la Francia medieval, y El laberinto (1974), en la España del siglo XVI. Bomarzo es, tal vez, la gran obra de Manucho, según distintos críticos. Incluso, fue seleccionada como una de las cien mejores novelas en español del siglo XX, por el diario El Mundo (España); y el ámbito musical, el compositor Alberto Ginastera realizó una ópera basada en el libro.

El legado literario y cultural de Misteriosa Buenos Aires cirtamente es central: dejó una huella imborrable en la literatura argentina, influenciando a generaciones posteriores de escritores interesados en explorar la historia y la cultura de la ciudad desde perspectivas novedosas. La obra es valorada no solo por su valor literario sino también por su aporte al reconocimiento y valoración del patrimonio cultural e histórico de Buenos Aires.

Con el paso del tiempo, la obra de Mujica ha adquirido un estatus casi canónico dentro de la narrativa urbana latinoamericana y se considera un indispensable para entender no solo la evolución de la literatura argentina del siglo XX, sino también la compleja urdimbre de historias y leyendas que conforman el tejido social y cultural de Buenos Aires.

Murió el 21 de Abril, de 1984. Tenía 73 años. La causa: un edema pulmonar. Nunca dejó de escribir: dejó inconclusa una novela, “Los libres del sur”, en la que se encontraba trabajando hasta entonces. Falleció en Córdoba. Dijo adiós desde su Paraíso.