AQUELLAS MURGAS DEL AYER SANISIDRENSE

 

8/2/2024. Según las crónicas de época los corsos de carnaval en San Isidro datan de 1895. Al promediar la segunda década del siglo XX hicieron su aparición las murgas y las comparsas, que competían por el honor barrial y comenzaban sus ensayos meses antes de la llegada del verano. Así lo refleja en “Algo de Nuestro Ayer 2”, el inigualable historiador sanisidrense Jorge Tirigall, un escudriñador usos y costumbres de antaño, autor de crónicas muy vívidas esas que rescatan verdaderas aguafuertes de un pasado común y compartido. Tremenda pintura de cómo eran las murgas y corsos de antaño, cómo se preparaba la avenida Centenario para recibir a esta fiesta popular por excelencia que convocaba a familias enteras. Este domingo 11 desde las 19 horas, San Isidro reedita la magia carnavalesca con deslumbrante puesta en Boulogne (Avelino Rolón y Olazábal) Mientras te preparás para vivirla a pleno recordamos aquellos viejos tiempos.

 

Trigall cuenta que “Los Amantes del Engrudo” es la primera murga de la que se tenga conocimiento, fundada en 1923. El punto de encuentro de estos muchachos, ganadores de innumerables corsos en San Fernando, Tigre y Florida era la esquina de Maipú y Rivadavia, en el casco sanisidrense,

Además de sus directores, murguistas, músicos y damiselas, estos grupos contaban con uno o dos tonys o payasos.

Ya en el año 40 había en el pueblo más grupos como “Los Viudos”, “Los Chiflados, “Los Cabezones” y “La Cucaracha”, entre otros, a los que se sumabas las carrozas de Puppo Hermanos, Nabazo, Badano y la de Casa Andaluz, posiblemente la más lujosa.

La chata carnavalesca de la familia Roger también era una de las protagonistas infaltable en esas fiestas. Era la época en la que en Centenario todavía estaban las vías del tranvía, la garita de la policía (en el cruce con Belgrano) y la vecina comisaría, donde los residentes que querían usar un disfraz con el rostro cubierto debían sacar un permiso especial.

Cerca de las 22.30 la fiesta alcanzaba su punto más alto con las mismas guirnaldas y juegos de luces que eran utilizados durante la celebración de San Isidro Labrador. Centenario comenzaba a cubrirse con un manto de papel picado y serpentina. A las 24, los que preferían el baile emprendían la retirada hacia los salones y clubes; otros volvían a sus casas, mientras que el resto se disponía a iniciar los juegos con agua.

BAILANDO BAJO LAS ESTRELLAS

Por esos años el Cine Astro, en Martínez, también adhería a los festejos de carnaval. Por un sistema mecánico se nivelaba el piso, las butacas eran removidas y el techo corredizo se abría para que se pudiera bailar bajo las estrellas.

 

AY, NO HA QUE LLORAR, PUES LA VIDA ES UN CARNAVAL
ES MÁS BELLO VIVIR CANTANDO

 En “Algo de Nuestro Ayer 2”… “Aquellas Murgas del Ayer sanisidrense”, Tirigial hace un prolijo repaso de cómo se componían estas murgas y su descripción es una verdadera pintura de época:

.- Directores: vestían rigurosamente de levita, galera y moño. Todos sin excepción usaban melenas, que eran confeccionadas con crines de caballo; usaban pantalón negro con una franja roja en su costado. Una banda al estilo presidencial les cruzaba el pecho de izquierda a derecha anunciando su rango. Eran los únicos que hacían sonar los estridentes pitos; y para acentuar su repique, introducían un garbanzo en su cavidad.

.- Los Murguistas: también eran llamados murgueros. Usaban un gorrito tipo marinero con los gajos de distinto color, predominando el rojo y el verde; en el frente de este iba cosido un espejo pequeño, redondo. Los botones de la blusa podían ser como los de un clown, de forma circular, forrados en tela. La brillosa blusa llevaba una gran cantidad de lentejuelas, especialmente en la espalda cosidas a mano. Usaban moñito, pantalón blanco con guarda roja y zapatillas blancas.

.- Tonys o Payasos: generalmente uno o dos, iban vestidos como tales; bombachones a cuadros, grandes zapatos, gran moño, cachetes rojos, falsa nariz colorada y una sombrilla de tela (solamente el armazón) donde colgaban tiras coloridas que hacían cimbrar al compás de los bombos.

.- El Cartel o Estandarte: era de terciopelo negro, también verde o bordó. La persona que lo portaba lo hacía descansar en un apoyo o tahalí atado a la cintura a los efectos de aminorar el peso que tenía. Obviamente el cartel llevaba el nombre de las murga que figuraba en letras plateadas al igual que el barrio de origen y el año de fundación de la murga.También hacía ostentación de los trofeos obtenidos en anrteriores carnavales.

 

.- El Bombo (no bombista ni bombisto). Era el que llevaba el ritmo o la marcha de la murga. En el parche izquierdo se vía pintado el nombre de la misma y en la parte superior del instrumento había un platillo que, al chocar con el que llevaba el murguista en la mano izquierda, lograba el sonido deseado.

.- La Damisela: uno de los integrantes ridiculizaba a la damisela llevando un turbante y aros, pestañas y pintadas cejas. Y con sus labios y cachetes exageradamente coloreados, iba haciendo caída de ojos a todos, caminando con porte femenino.

Hasta aquí algunos de los personajes que daban vida a la murgas que se lucían en los corsos y bailes de entonces. Según el poeta Gorrindo, la murga con sus parodias, nos invitaba y enseñaba a reírnos de nosotros mismos. Él fue quien nos dejó esta frase, que todavía en las calles se suele escuchar: “… Aprendí que en esta vida hay que llorar si otros lloran, y si la murga se ríe, uno se debe reír…”