Cumple 70 un groso de los fierros. El ‘Flaco’ Traverso, gloria del automovilismo con motivos para celebrar

 

28/12/2020. NACIÓ EN RAMALLO PERO LA ZONA NORTE LO ADOPTÓ. El inoxidable piloto nacido en Ramallo con su Museo y con “El Galpón del Flaco”, un lugar altamente recomendable para ver sus joyas mecánicas y para escuchar sus imperdibles relatos y anécdotas ya solía hacer de las suyas por Beccar, San Isidro y más tarde se afincó con los suyos cerquita de la Shell de Acassuso, sí la de Coronado y Libertador. El Flaco ganó su primera carrera en el TC el 11 de Noviembre de 1973, en la Vuelta de 25 de Mayo, y se retiró a minutos de la tercera serie de TC en Olavarría, el 7 de Agosto de 2005. En un 2020, complicado para el automovilismo por la pandemia mundial de Covid-19, Traverso figura excluyente un deporte tradicional y popular, con fuerte arraigo en las provincias, aunque tiene su catedral en Buenos Aires, celebra sus activos 70 años. En zona Norte existen no pocas travesuras del Flaco que fueron relatadas con lujo de detalles para el zonal del matutino La Nación, por Bartolomé Abella Nazar otro apasionado de los fierros como él. Bajo el título “Crónicas de Barrio: Juan María Traverso y sus picardías en Beccar”, Bartolo rescata no pocas divertidas historias de su ídolo cuando el tenía 18 años. Cuando alguien traspasa la categoría de ídolo -como bien señala Bartolo en su copete- y son tan trascendentes sus logros se pierde la pertenencia del lugar y pasa a ser de todos los que maravilló enla butaca de un auto de carrera.

 

Una estrella del fútbol, a minutos del comienzo de un clásico y ante 50 mil almas que lo esperan para vivarlo, no anunciaría su retiro minutos antes del inicio del encuentro. Pero Juan María Traverso, quien este lunes cumple 70 años, sí lo hizo y pasó así la película de sus 35 años de trayectoria como piloto de automovilismo.

Solo 10 segundos le bastaron a Traverso para decir “no corro más”, a minutos de largar la tercera serie de TC en Olavarría, el 7 de Agosto de 2005, y se fue del circuito para “sufrir” los domingos que lo esperaban sin carreras.
. CEsa fría mañana, en el autódromo Hermanos Emiliozzi, estaba con su amigo y ex piloto Miguel Ángel “Toto” Echegaray tomando mates en su motorhome. , y diagramando cómo iba a ser su día en una carrera más de TC con su Torino.

“Me fui a poner el buzo antiflama para correr la serie, y en esos diez segundos hice un click y me pasaron 35 años corriendo por la cabeza. Y me dije: no corro más”, recordó Traverso a la agencia Télam.

Lo más curioso fue cuando le dijo a Toto “no voy a correr más”, y su amigo le preguntó “¿qué pasó, te peleaste con alguien?”. El piloto le respondió que no. “Se me fueron las ganas”, le dijo Traverso al Toto Echegaray, quien le dio otro mate y le dijo “te felicito”.

Su vida y su encuentro con su pasión


Juan María Traverso nació en Ramallo el 28 de Diciembre de 1950, y lejos de hacer las divisiones inferiores en el automovilismo, se pegó a su amigo y coterráneo Marito García, que incursionaba en el TC con un Torino Liebre 1 y 1/2, que era del arrecifeño Carlos Alberto Pairetti, y un buen día le confesó a Marito que le gustaría correr, pero que no sabía cómo decírselo a su padre.

García juntó a su padre y al de Juan María para convencerlo y a regañadientes el “Flaco” Traverso tuvo el visto bueno para que intentara en el automovilismo: debutó el 31 de Octubre de 1971 en Pergamino, con poca fortuna, pero de a poco fue creciendo a puro coraje y “pata a fondo”.

Hasta que el 21 de Octubre de 1973, tras la muerte en competencia del tucumano Nasif Estéfano, piloto del equipo oficial Ford, la marca del “óvalo” le ofreció al joven Traverso subirse al Falcon.

En poco tiempo, el audaz piloto mostraba su “pasta”: ganó su primera carrera en el TC el 11 de Noviembre de 1973, en la Vuelta de 25 de Mayo, y después se sucedieron los triunfos hasta lograr el bicampeonato de TC en 1977 y 78, con la preparación del “Polaco” José Miguel Herceg.

Traverso intentó insertarse en el automovilismo internacional y en 1979 partió a Europa a competir en la Fórmula 2, antesala de la Fórmula 1. Lo hizo con un March-Hart 792, pero tras actuaciones dispares decidió regresar al país para sumarse al equipo Ford de TC2000 con una coupé Taunus.

“Usted prepáreme el auto, que de ganar me ocupo yo” le dijo Traverso a comienzos de 1986 al prolífico preparador Oreste Berta en su fortaleza de Alta Gracia, y se sumó al equipo oficial Renault de TC2000: fueron seis campeonatos los que ganó la dupla entre el 1986 y 1993.

Como sucedió con todos los preparadores que trabajaron con Traverso, la relación con Berta no terminó de la mejor manera: “Flaco, si seguimos juntos el automovilismo se acaba” le dijo Berta. A Traverso no le gustaba que el “Mago” de Alta Gracia dijera que “el mejor piloto, con un mal auto, no gana”.

Pero hubo una carrera que quedará en la historia del automovilismo argentino y fue el 3 de Abril de 1988 en General Roca, Río Negro, cuando Traverso -faltando muy poco para el final- iba en punta pero asediado por el desaparecido Silvio Oltra. Su auto comenzó a prenderse fuego en su interior, pero lejos de amilanarse el “Flaco” aceleró y le ganó la carrera por un auto de ventaja a Oltra.

Otro mojón importante se dio en 1995, ya que armó un grupo de trabajo para preparar un Peugeot 405 de TC2000, y una Chevy de Turismo Carretera a la vez, con Jorge Pedersoli como preparador; Alberto Canapino en los chasis; y Alberto Scarazzini como director deportivo.

Ese crisol de excelentes profesionales fue el respaldo para que Traverso ganara los dos campeonatos de las categorías más importantes del país.

Pero si hay algo que lo caracterizó a Traverso, más allá de sus dotes para conducir cualquier auto de carrera, fueron sus frases polémicas, cargadas de ironía, punzantes, sin filtro y sin mirar a quién tuviese en frente. Por eso en el ambiente del automovilismo coinciden en que “es Traverso, odialo o amalo”.

El 23 de mayo de 2004, en una lluviosa jornada en el autódromo de Río Cuarto, en una carrera de TC, Gabriel Ponce de León tocó con su Ford al Torino de Traverso, que iba en punta, en plena recta, y el auto del “Flaco” fue a dar contra el paredón.

“Me tiró a la mierda el pendejo hijo de p…. ese. ¿Si estoy bien? Estoy para cargarlo bien a trompadas, mocoso de mierda y la c… de su madre”, explotó apenas se bajó de su maltrecho auto. Más allá de cientos de amenazas, jamás de agarró a piñas en una carrera.

Tiempo después se disculpó con la madre de Ponce de Léon, pero los audios de ese insulto fueron usados como tono de llamada de muchos teléfonos celulares.

“Una vez Ponce de Léon me trató de usted y yo me calenté. Se asustó y me pidió perdón, pero me dijo: ‘Perdóneme…’. Y ahí sí casi le meto un bife”, contaba entre risas.

“Desde que tengo uso de razón le dediqué mi vida a los autos” es una de sus frases de presentación, y también “mis actitudes parecen soberbias. Yo digo lo que pienso, que es distinto”.

Traverso, Aventín y el Intendente Gustavo Posse en una vuelta por el circuito en una cupe abierta (Foto archivo 2007 Encuentro de TC en San Isidro).

“Los corredores de mi época debían tener coraje y además manejar un poco. Los pibes de hoy no tienen miedo de perder la vida y muchos son fabricados, no sienten la pasión por lo que hacen”, es una de sus últimas definiciones con el sello polémico de siempre.

Su gran rival fue sin duda Rubén Luis “El Loco” Di Palma y del arrecifeño dijo entonces “somos amigos, es un gran piloto que sabía lo que hacía arriba del auto. ‘El Loco’ fue más ídolo que yo porque le ganó a dos generaciones de pilotos”.

Traverso corrió la primera carrera de TC con un Torino en 1971 y cerró su prolífico derrotero con otro Torino, el 7 de agosto de 2005.

Con 54 años al día de su retiro, atrás quedaba una trayectoria excepcional sus 16 títulos nacionales: 6 coronas de TC (cinco con Ford y uno con Chevrolet) y 46 victorias; 7 títulos y 68 triunfos en TC2000; y 19 victorias y 3 campeonatos en Top Race.

Las andanzas del Flaco por Beccar

Según relata Bartolo Abella Nazar en su impecable nota del zonal de La Nación, “con el grupo de amigos “los fierreros” nos juntábamos en la esquina de Uriburu y Suipacha con mi hermano Cristián, con los Aldos Marinucci y Cristófalo –dueño del almacén “El progreso” de la zona, Alejandro La­cour, Fernando Poggi, Peter Bertana y Juan María Traverso. En este grupo la principal preocupación estaba centrada en los pre­carios y antiguos medios de movilidad que disponíamos para usar los fines de semana”.

“Alejandro Lacour apareció con un Ford T año 1927 desvencijado color negro que tenía ruedas con rayos de madera -prosigue su crónica- . Llamado “Ford a bigote”. Tenía en los laterales del volante dos palancas, con una aceleraba y con la otra adelantaba o atrasaba el avance del distribuidor. Había que estar atento al darle el “manijazo” de arranque ya que si estaban descalibradas, generaba una contra explosión que le descolocaba el hombro a quien se animara. Durante la semana trabajamos entre to­dos para dejarlo en condiciones para usarlo los fines de semana.”

Peter Bertana y Juan María Traverso –con más recursos– armaron un auto más moderno, una Ford A cupé modelo 1935, al que le reemplazaron el motor por un Ford V8, modelo 59 AB de más de 100 caballos de potencia. El motor quedó insta­lado pero el escaso presupuesto no alcanzó ni para los frenos ni para el circuito de lu­ces. La cupé volaba, frenaba poco y de noche a pesar de ser de color rojo solo se la distinguía por las llamaradas que salían de los escapes, era imposible verla.

“Una noche y luego de horas de trabajo en la puesta a punto del motor, el Flaco me invitó a probarla en un viaje por Libertador al Tigre. Regresábamos muy rápido por la avenida, exitadísimos y gritando de alegría por lo bien que andaba el auto. De los escapes cortos al lado del motor y en cada rebaje salían unas llamaradas azules y rojas mez­cladas con humo blanco. Cuando al llegar al cruce con la calle Uruguay, el chofer de un colectivo de la línea 710 asomó la trompa, y a pesar de escuchar el ruido, calculó mal la distancia y comenzó a cruzar la avenida delante nuestro cortándonos el paso. ¡Falta­ban menos de 30 metros para el impacto! Frenar imposible, esquivarlo menos. Me persigné, cruce mis brazos delante de mi frente y apreté los dientes preparán­dome para el choque. El Flaco no dudó, y cuando llegó al punto del impacto- impredecible como siempre-, observó un resquicio entre el bus y la bocacalle, hizo un rebaje, pegó un volantazo y dobló hacia el bajo por la calle Uruguay. Esa arriesgada, inesperada pero exacta maniobra que sólo un piloto de excepción, con 18 años de edad, pudo inventar y ejecutar nos salvó la vida.”

“Fue tal la inercia de la virada que se abrió la puerta de la cupé de mi lado y no salí despedido debi­do a que los ingenieros de Ford hicieron la puerta pequeña y en la prolongación de la carrocería había un saliente donde quedé enganchado. Cuando llegamos a casa, el fla­co se bajó del auto, encendió un cigarrillo, hizo un gesto con la cara y con su habitual tono de voz tranquilo me dijo: “Que caga…”. No pude contestar.”

“Una tarde Juan María con su padre –una de las personas con la mayor bondad que con­ocí–me invito y fuimos a un taller Daporta en San Fernando. Al llegar el flaco entusi­asmado me mostró un montón de fierros desarmados y orgulloso confesó: “Este es un Torino liebre una y media de Marito García, también vecino de Ramallo y la vamos a comprar para empezar a correr”. Era el auto que corrieron Vianini, Pairetti y García Veiga. Marito pasaba al equipo General Motors y le cedía la plaza.”

“Le pregunté de dónde iba a sacar el dinero para semejante aventura y me respondió que iban a hacer unas kermeses y peñas en Ramallo para juntar dinero, que sumados al aporte de su abuela y su papá, intentarían el desafío. Pensé que había enloquecido. Juan María no solo había conseguido el auto, sino que logro torcer el brazo de su padre empeñado en que desista  de su intención de correr.”

“Esa tarde tuve sensaciones encontradas; por un lado el Flaco cumplía su sueño de subirse a un auto de carrera, pero nos quedábamos con la nostalgia de perder al amigo de travesuras del barrio para ofrendarlo al automovilismo argentino y entregarle un piloto de excepción que brillo sin cesar durante 35 años para deleite de los argentinos”, cerró impecable Nazar.