Pulpa, entraña y corazón del Bajo San Isidro. La Carnicería de Antonio cumplió 50 años y LO CELEBRÓ EL BARRIO

 

9/3/2020. PUNTO DE ENCUENTRO Y EMBLEMA BARRIAL QUE RESISTIÓ TODAS LAS CRISIS. “Debo de ser uno de los primeros comerciantes que cumple 50 años en un negocio y todavía estoy trabajando, se ufana frente al Intendente Gustavo Posse y a todos sus vecinos Antonio Rubén Límoli. El hombre con una sonrisa a flor de labios no se amedrenta y apura: “Pasé hiperinflaciones, recesiones, devaluaciones, efectos varios, crisis de 2001, estanflación y muchos cambios más… y los que pienso pasar”, se anima. Alguien de entre el puñado de vecinos que se llegó hasta el Centro Municipal de Exposiciones a tributarle en esa noche un cálido reconocimiento, suelta: Por otros 50 más, Antonio”. Y de inmediato Tony retruca: 50 no…, pero a lo mejor 10 seguro”, en su esperanza de celebrar las Bodas de Diamente en esa ochava de López y Planes y Combate de Vuelta de Obligado, en pleno Bajo de San Isidro que lo deslumbró cuando solo tenía 21 años. “No todo el mundo es comerciante, yo a lo largo de los años he logrado establecer un trato casi familiar con los clientes y ese es mi don. Si bien la vida del comerciante es sacrificada, lo mío pasa por tratar bien a la gente”, confía este carnicero como pocos y revela: “Lo principal en la vida es ser honesto, ese es el secreto”.  Antonio y su mítica carnicería en el Bajo de Acassuso visitada por todo tipo de parroquianos en procura de ese corte tan especial, bien tiernito, para tirar a las brasas o las mejores achuras (los chorizos son la especialidad de este GENIO del mundo cárnico que complace los pedidos desde José ‘Satán’ dell Aqua, cocinero de La Anita e integrante de Herencia Custom Garage de Fede Bonomi, o del histriónico Alfredo Casero y también el no menos locuaz publicista Fernando Braga Menéndez), estuvieron en boca de todosObviamente, la calidad de la mercadería y la de la atención han sido también las claves del éxito de este señor comerciante.

El  pasado viernes 6 de Marzo se cumplieron 50 años de la Carnicería de Antonio, emblemático comercio del Bajo de San Isidro que aflora en el punto neurálgico donde convergen Combate de la Vuelta de Oligado y la bajada de López y Planes que lleva al Club de Pesca y Náutica Las Barrancas.  A simple vista, parece una típica carnicería de barrio con la sierra, la balanza, el mostrador, la cámara frigorífica y las gancheras de las que penden cual trofeos, los más exquisitos chorizos caserísimos, las morcillas vascas y saladas y la especialidad de la casa: el chorizo de cerdo y panceta que ha recibido no pocos premios y los mejores elogios.

Para cualquier amante de los productos cárnicos y en especial del asadito del domingo, el lugar es un templo en sí mismo, pero lo que allí se cocina en realidad, entre los sabios consejos del carnicero y las recetas que asoman de tanto, es ese trato afable, cariñoso, de amigo que sólo el bueno de Antonio sabe dar. Allí se tejen – por cierto- las mejores artes de la vecindad.  “Vienen a buscar de todo. Están los que se acercan por curiosidad o los que vienen por carnes o chorizos con menos colesterol”, cuenta Antonio Rubén Límoli, el dueño e ideólogo de esta carnicería a la que acude no sólo el barrio entero, sino desde otras latitudes y localidades vecinas. Por su local supieron pasar el recordado cantante y compositor romántico Roberto Yanés, un fana del CASI que nos dejó el año pasado, el también recordado cantor de tangos Roberto Rufino y, más acá en el tiempo, Alfredo Casero, Fabiana Cantilo “anche” tantísimas personalidades más como el publicista Fernando Braga Menéndez y, obviamente, el barrio entero con sus cien mil raleas.

Lo cierto es que el pasado viernes 6, los vecinos y clientes de Antonio y la gente de Cultura SÍ decidieron prodigarle un merecido homenaje por su trayectoria. Como bien le dijo el Intendente Gustavo Posse que asistió con puntualidad al encuentro; “Fue en esta carnicería del  Bajo donde te hiciste famoso!”. Y ciertamente desde ese pintoresco local barrial Límoli llegó a dar cátedra.  Con sus preciados chorizos ganó no pocas competencias y hasta dio una charla en el taller de Bocas Abiertas sobre “El secreto de mis choris” participando además  de una experiencia más que interesante denominada “La Barriada“, donde alumnos de la Escuela Nº26 del Bajo ayudados por los artistas Guillermo Srodek Hart (fotografía) y Anselmo Estrada (video) hilvanaron esa estupenda muestra donde ganó la pantalla el video “Don Antonio, el carnicero…. Un verdadero SEÑOR DE LAS ACHURAS”

 

“Antonio es todo un personaje del barrio; conocerlo en esa trama íntima, diversa, que escapa al ritmo de la gran ciudad con sus seres anónimos y se nutre por el contrario de esos otros bien propios, donde se tejen las historias mínimas y lindas del pueblo, es un privilegio”, contó la titular de Cultura, Eleonora Jaureguiberry, una de las artífices del homenaje. A su lado, Diego y Ana Vidal Bazterrica con su hijo  -bien siquenses ellos- asentían, mientras Kircho (sí el de Motos Picantes y Herencia)  ofrecía sus pizzas y los Velazco en pleno (el Docto Luis, paterfamilia del grupete y presidente de la Federación Argentina de Yachting) o los histriónicos Pérez Pardo, Juan Cruz y Aghata, el músico y ella actriz, se entregaban a degustar los choris. Algo que también ocupó a Facundo de Falco y Flor Taratuty. 

Fanático a full de River Plate, Antonio con sus vitales 71 años supo trasmutar en sus hijas, yernos y 5 nietos su amor entrañable por la Banda Roja y también, como verdadero apasionado del tango, fue sorprendido por los dos soberbios bailarines Gustavo Gutiérrez y Natalia Casanova quienes le sacaron viruta al piso del Centro de Exposiciones coreografiando un par de tanguitos.

A poco de iniciar una breve entrevista con CONtinta NORTE, Límoli memora:Yo buscaba una carnicería funcionando en Zona Norte, anduve por muchos lugares y cuando llegué al Bajo San Isidro y ví lo que trabajaba el local, me emocioné. En este lugar encontré lo que yo quería: un negocio que trabajara mucho. A los dos meses de abrir cumplí 22 años…hoy tengo 71. Por suerte siempre supe manejar bien el cuchillo y el trabajo…es por eso que estoy acá, y hasta ahora no me echaron “, dice.

Claro Antonio se mudó al Bajo y por esos años, el barrio con cada crecida se tuteaba con la presencia del río en las calles, cosa que por fortuna y gracias al albardón realizado por el Municipio eso ya no ocurre más. La pregunta se imponía: -¿No te asustó el río y las inundaciones? “Para nada. Yo nací en el Tigre, así que a mí la marea no me sorprende. Sé de crecidas y de la presencia del río y fijate a dónde vine a parar a una cuadra del río. Conviví con las mareas allá por los 80 y 90, me lo tomaba con una sonrisa, cortaba la luz y me iba a casa. Hoy con el albardón las inundaciones no existen, pero la verdad es que no te vas nunca del río, este lugar tiene un imán y a mí me atrapó el Mal del Sauce”.

 

Nacido a pocas cuadras del impactante Tigre Hotel y de la Terminal de la Línea 60, desde pequeño Antonio salía con sus tíos a vender mercadería (carnes y artículos de almacén) en una lancha de reparto por los canales del Delta, en la primera sección .“Ya desde chico con un primo mío empezábamos a jugar con la media res. A los diez, once años ya estábamos practicando…así empecé. A los doce ya conocía el oficio”, evoca. La lancha de reparto de sus tíos surcaba las aguas de la primera sección, atendía la zona salpicada por los ríos Carapachay, Caraguatá, el canal Arias y luego retornaba por el Luján al Tigre Hotel.

Una vez en el Bajo el ritual de abrir el local bien temprano, algo típico de la cultura italiana por aquello quizás de “A quien madruga Dios lo ayuda”, se le hizo carne vaya la paradoja. El secreto del éxito, según el experto, pasa por tener buena mercadería, ser respetuoso del cliente y no apelar a las remanidas trampitas de los carniceros. “Cuando hay algo malo hay que tirarlo; hay muchas trampas en este oficio y muy poca vergüenza – expresa taxativo-. Yo trato de ponerle a mis chorizos los mejores productos y ofrecerle a los clientes los mejores cortes, no hay secretos. Por esa calidad mis clientes no me abandonan“.

Huelga decir que a lo largo de los años, además del efecto multiplicador del boca a boca para sostener e incrementar la clientela se ha dado un fenómeno bien halagador: el de atender a varias generaciones. “Y sí, a los primeros que les vendía ya tienen nietos, y ahora vienen ellos también. Y al rato añade: “Lo que te hace feliz es levantarte temprano, ir a trabajar, sentirte bien de salud. Hoy en mi carnicería trabajan mi yerno Gastón Meseguer y colaboran mis hijas, así sigue la historia”, describe. Un consejo para los que recién empiezan? “Lo principal en la vida es ser honesto. Y si bien como dije, hoy en el homenaje yo las he pasado todas, híper, devaluaciones y demás, siempre es bueno saber que al buen comerciante, la vida siempre le da revancha; como te dije antes mis clientes por suerte no me abandonan”.

La teoría de Antonio da la impresión de funcionar. La crisis actual tampoco parece sacudir a su carnicería. Los vecinos se agolpan en la puerta y los fines de semana son romería. Liturgia en la cual se dispara el ruido de las sierras y el martillo golpea futuras milanesas. Límoli asegura que los clientes llegan por la calidad de los productos, como también chefs de renombre y verdaderos personajes de otros lares atraídos por las buenas mentas. La pulpa, entraña y el corazón del Bajo, no se detiene en esa ochava mágica que siempre denota febril actividad. Todo indica que mientras esa cualidad se conserve esta pieza singular que hace a lo mejor del comercio barrial podrá seguir por otros 50 años más. ENHORABUENA!