De Beccar a West Palm Beach. Palmetta: Un Campeón de la Vida tras un sueño. Con el título mundial ENTRE CEJA Y CEJA

29/1/2020. En impecable entrevista con el colega del deportivo de Clarín, Luciano González, el luchador sanisidrense cuenta cómo hizo para emigrar en 2018 a los Estados Unidos para cumplir su anhelo. Hace tan sólo un par de años atrás, Alberto Palmetta, vecino de Beccar, participaba junto a un puñado de deportistas notorios como él, de los festejos de cierre de Colonias en el Campo Nº1 de Neyer y hoy el olímpico no para de entrenar en un gimnasio de West Palm Beach, ubicado a 120 kilómetros al norte de Miami . “Soy una persona que soñó, sueña y trabaja para lograr sus sueños”, confía esta promesa del box que tiene al título mundial wélter entre ceja y ceja.

 

Jugarse la ropa” es una metáfora que suele utilizarse para hacer referencia al hecho de asumir un gran riesgo en pos de un fin. Cuando Alberto Palmetta decidió mudarse para correr detrás de su sueño, se “jugó la ropa” literalmente. Como no conseguía un comprador para su Renault Clio Yahoo modelo 2005, optó por organizar una feria americana en su gimnasio y vendió su indumentaria para juntar billetes.

Los 20.000 pesos que recaudó se sumaron a lo que aportó Mario, un amigo de su tío, y lo que añadieron Agustín y Marcos, alumnos de sus clases de entrenamiento personal que se habían convertido en sus amigos. “Les prometí que les iba a devolver esa plata, pero los dos me respondieron lo mismo: ‘Cuando pelees por el título del mundo, mandame el pasaje porque voy a querer estar con vos’”, cuenta Beto, de paso por Buenos Aires, en una pausa en el camino a su objetivo. El Clio nunca se vendió; ahora lo maneja Antonio, su padre.

La idea de afincarse en Estados Unidos había empezado a dar vueltas en su cabeza cuando todavía integraba el seleccionado argentino de boxeo ​y en 2015 viajó a Miami a pelear por la Serie Mundial con la franquicia Los Cóndores. Y tomó impulso después de sufrir una categórica derrota frente al puntano Gonzalo Coria en Noviembre de 2017, en Punta del Este, ya como profesional.

Esa pelea fue lo mejor que me pudo haber pasado. Me hizo pensar por qué me había sucedido eso. Analicé aspectos técnicos y tácticos de mi boxeo, cómo estaba mi equipo de trabajo y la situación muy desfavorable del paísTenía que pagar el alquiler y no tenía plata. Entonces tomé la decisión”, memora Palmetta, quien integró el seleccionado durante ocho años (cuatro de ellos como capitán), fue medallista de bronce en los Juegos Panamericanos de Toronto 2015 y olímpico en Río de Janeiro 2016.

Las dudas y el inconformismo habían surgido a poco de iniciar el recorrido profesional después de Río 2016, de la mano de Sergio Maravilla Martínez y del promotor uruguayo Sampson Lewkowicz.

“Yo venía de un circuito olímpico en el cual siempre teníamos un cronograma de competencias, una organización y una motivación para elevar el nivel en escenarios de primera. Cuando empecé a boxear como profesional y vi cómo se manejaba todo, me desmotivé”, asegura.

-¿Qué cosas no te convencían?

-Yo había pedido que al menos tres veces al año me llevaran a entrenar afuera, porque lo que te hace ganar una pelea es la preparación. Pero no pasó. Acá tampoco tenía sparrings para trabajar. O me daban para desayunar tres medialunas con un café con leche. Si planteaba que eso no estaba bien, me decían: Vos pedís mucho“. Me encontré con un escenario totalmente distinto al que había soñado.

Por eso decidió probar suerte en Estados Unidos. Hizo un primer viaje exploratorio de un mes, tras la derrota ante Coria. Volvió fascinado. El dilema estaba planteado: “O me retiraba y me dedicaba a trabajar de profe, que también me hace feliz, o me iba a pelear por mi sueño”.

 

VIAJE A LA AVENTURA

Hizo un combate más en el país y tenía programado otro, pero se suspendió el mismo día del pesaje. “Esa fue la gota que rebalsó el vaso. Ese día dije: ‘Me tengo que ir’”, sostiene. Entonces acordó la cancelación del contrato con Lewkowicz, compró un pasaje a Miami, vendió su ropa, se despidió de Jorge Ochenduszka, el técnico que lo había acompañado durante casi toda su carrera, y partió. “Ahí empezó la aventura”, sintetiza

Palmetta viajó con la propuesta de sumarse al equipo de boxeadores de Pedro Díaz, ex entrenador del seleccionado de Cuba y luego de campeones mundiales como Miguel Cotto y Guillermo Rigondeaux, a quien había conocido en su primera excursión. Pero una semana antes de subirse al avión, el cubano dejó de responderle los llamados. Por eso al llegar debió recurrir al cordobés Marcos Escudero, su ex compañero en la Selección, quien está radicado en West Palm Beach, 120 kilómetros al norte de Miami, y lo alojó en su casa.

Beto recuperó el contacto con Díaz, pero enseguida surgieron diferencias y algunos choques. Aparecieron los fantasmas y los miedos, pero también una nueva posibilidad a través de Gardner Payne, el manager de Escudero. “Fueron cinco semanas muy desgastantesMe empezaron a salir manchas en la piel, me dolía mucho la cabeza. No aguantaba más. Encima mi inglés era muy malo y no entendía casi nada”, explica.

Finalmente se inclinó por la propuesta de Payne: llegó a un acuerdo un lunes, al día siguiente comenzó a entrenarse con el puertorriqueño Lou Martínez en el gimnasio Palm Beach Boxing y un día después su nuevo manager le ofreció un combate para el jueves de la semana siguiente. Aceptó y el 16 de Agosto de 2018 venció por nocaut en el segundo round a Najik Lewis en Durham, Carolina del Norte. A ese le siguieron otros cinco, cuatro en Estados Unidos y uno en República Dominicana. LOS GANÓ TODOS ANTES DEL LÍMITE. Esto no fue magia.

-¿En qué cambió tu forma de trabajar en este tiempo?

-La principal diferencia es el día a día. En Argentina estaba pensando que tenía que ir a dar una clase personalizada, que no me alcanzaba el dinero para pagar el alquiler de mi departamento o en los gastos del auto. Todas esas preocupaciones influían en mi rendimiento deportivo. En Estados Unidos vivo sólo para ser atleta, que es lo que siempre soñé.

No es un dato menor. Desde que comenzó a boxear, a los 14 años, Palmetta combinó la actividad deportiva con el estudio (ver abajo) y el trabajo: fue ayudante de albañil junto a su padre, dio clases como entrenador personal, trabajó en una empresa de seguros, en un restaurante y en una remisería de madrugada. “Salía a las cinco de la mañana. Después de haber estado toda la noche despierto, me iba corriendo desde La Lucila hasta mi casa, en Beccar, para poder hacer la preparación física”, recuerda.

Hubo cambios específicos en su boxeo a partir de que empezó a trabajar con Charles Mooney, su nuevo entrenador. “Me señaló que siempre iba para adelante, pero que eso no servía para el profesionalismo. Porque ningún boxeador de elite se sostiene entre los mejores si no tiene una buena defensa”, cuenta.

Y modificó la dinámica de entrenamiento. “A veces empezamos la preparación para una pelea y durante el primer mes no hago sparring. Después me pone sólo uno liviano y uno fuerte por semana. En Argentina yo hacía tres sparrings fuertes por semana. Los resultados que fui logrando fueron tremendos”, destaca.

En simultáneo con eso, debió abocarse a una tarea nada sencilla: superar la barrera idiomática. El inglés se transformó en una necesidad urgente pues ni su entrenador ni su manager hablan castellano. “Las primera semanas miraba cursos en YouTube y trataba de practicar un poco. Después empecé en un instituto al que iba Marcos (Escudero). Rendí un examen de nivelación: me pusieron en el 4 sobre 7”, relata.

En este aspecto, también el progreso fue notorio: ahora está en el nivel 7 y hasta se animó a dar entrevistas en inglés. Como refuerzo de las clases, en sus ratos libres mira la serie Friends sin subtítulos. “En el colegio no le daba bola y ahora estoy como loco: quiero estudiar y aprender”, enfatiza.

¿Todas fueron alegrías en estos meses? No, ni mucho menos. “La soledad es terrible. De alguna manera, irme fue como volver a nacer”, sentencia. Y reconstruye su último cumpleaños, el pasado 5 de abril: fue a entrenarse a la mañana, luego a su clase de inglés y cuando estaba volviendo a su casa, comenzó a llorar. “Estaba solo”, recuerda. Terminó celebrando en un bar con un grupo de conocidos, parte de esa nueva red de lazos que fue construyendo desde su arribo.

“Pienso mucho en mi familia y en mis amigos. Pero el tiempo pasa y tengo que aceptar que vivo en otro país, que mi vida y mi trabajo están ahí, y debo adaptarme a eso. No puedo vivir en Estados Unidos y pensar todo el tiempo en Argentina, porque eso me haría mal y me impediría avanzar”, reflexiona.

Avanzar hacia su sueño, ese que decidió perseguir cuando puso en venta su ropa: el título mundial wélter. Ese que cada vez ve más cerca. “Este año me propongo rankearme entre los mejores del mundo y madurar en la elite. Si sale una pelea por el título, bien; si no, saldrá el próximo”, se ilusiona.

Si pudiera elegir, le gustaría que fuera ante el filipino Manny Pacquiao​, aunque no se preocupa demasiado por el nombre del rival ni se obsesiona con el desenlace. Porque no quiere perder el goce del recorrido y así lo deja explícito: “El camino es el 90 por ciento y hay que disfrutarlo. El 10 por ciento es ese día en que vas a buscar eso que te propusistePero lo más importante de la película es el día a día y no tanto el final”.

SUS TIEMPOS DE AMATEURISMO

Cada vez que Palmetta repasa sus años como amateur, una pátina de regocijo recubre su habitual locuacidad. Por eso fue una satisfacción especial haber sido designado por el COI como atleta modelo para los Juegos Olímpicos de la Juventud Buenos Aires 2018. Por eso tiene los anillos olímpicos tatuados en su hombro izquierdo.

“Amo el olimpismo y me gusta transmitir sus valores. Si la estructura amateur en el país hubiese sido la correcta, creo que no me habría hecho profesional”, asegura, a contramano de la lógica que organiza al boxeo contemporáneo.

Los desajustes a los que hace referencia lo llevaron a tener confrontaciones con dirigentes y entrenadores y alcanzaron su punto máximo luego de que cinco compañeros (Leandro Blanc, Fernando Martínez, Alberto Melián, Ignacio Perrín y Yamil Peralta) y él consiguieran la clasificación a los Juegos de Río 2016 en el Preolímpico que se disputó en Buenos Aires cinco meses antes de la gran cita.

“Después de que nos clasificamos, no tuvimos preparación, no tuvimos una gira, nos quedamos acá, sin sparrings. Perdimos mucho tiempo. A dos semanas de los Juegos, el seleccionado de Cuba vino a hacer el final de la puesta a punto en Mendoza. Nuestra federación arregló para que fuéramos a hacer sparring una semana. Viajamos en una Traffic con asientos fijos y llegamos hechos pelota”, recuerda. Y sentencia: “Fuimos a Río con cero preparación”.

Aquella situación le generó angustia y depresión. “Me habían metido en la cabeza que el resultado máximo era clasificarme a los Juegos. Cuando lo conseguí, sentí que había logrado todo y empecé a preguntarme: ‘¿Y ahora?’. Salvo mi psicóloga, nadie me dijo que en ese momento me tenía que preparar de la mejor manera”, explica. En Río, Palmetta cayó en la primera ronda ante el mongol Byamba Tuvshinbat. Fue su última pelea como amateur.

Fuente: Clarín