Década de singular epopeya. Restauración CATEDRAL, tarea que recuperó el SÍMBOLO DE UN PUEBLO

17/5/2019. EJEMPLO DE UNIDAD, TESÓN Y ESFUERZO DE UNA COMUNIDAD. Hace pocos meses atrás, un 15 de Abril, las imágenes que ganaban las redes sociales mostrando a la Catedral parisina de Notre Dame envuelta en llamas conmovían al mundo entero. El siniestro  -su espigada torre de 93 metros cayó a causa del fuego, junto con el techo – se había desatado justo cuando se realizaban tareas para recuperar el templo. Ciertamente también la emblemática Catedral sanisidrense con el esfuerzo del Municipio, un puñado de empresas, entidades y vecinos comprometidos con el patrimonio local pasó hace una década atrás por un proceso de restauración similar pero con una final pletórico. Su arquitectura, de líneas neogóticas, fue recuperada para todos los sanisidrenses por una comisión integrada por el ingeniero Juan José Briozzo, los arquitectos Jorge Valera y Francisco Santa Coloma, el doctor Andrés Galíndez y el por entonces párroco (hoy emérito) Pedro Oeyen, nervio motor del proyecto. Un meticuloso trabajo que –paradójicamente- se realizó durante la mayor crisis económico e institucional que vivió el país. “No menos del 60 % de los fondos que administró ese grupo parroquial los puso el Municipio – evocó el Intendente Gustavo Posse- . La recuperación total –realizada en tres etapas– demandó casi unos 7 años, hoy su estructura no corre riesgos, es lindo contemplar a nuestra Catedral y verla nueva (se le iluminan los ojos) Lo importante es que se pudo restaurar ese solar histórico ligado a la fundación del pueblo y lo meritorio es que lo pudimos hacer juntos”. En esta nota el testimonio de esos locos cuerdos, visionarios natos, que acunaron aquel sueño hoy realidad y se animaron a rescatar este emblemático símbolo de toda la Diócesis (sí de los cuatro municipios zonanorteños y la porción insular): el Ing. Briozzo, el Intendente Posse y el emérito Oeyen. “Construimos una Iglesia con piedras vivas que somos todos nosotros”, resumió el prelado.

 

POESÍA VERTICAL QUE ACARICIA EL CIELO. Hoy luce espléndida, impecable y sus enhiestas paredes, infinitas, enormes, sirven de telón de fondo para un colorido mapping que cambia como caleidoscopio al ritmo de un espectáculo de tango. La multitud mira absorta, embelesada, mientras la luna pareciera sumarse a la fiesta y al juego de iridiscencias que todo lo atrapan cual imán.

Muchísimos vecinos e instituciones, además del Municipio participaron de la gesta de recuperación de la Catedral”, dice a un costado de la plaza la gestora cultural Eleonora Jaureguiberry al tiempo que recuerda que el templo además de su rol de Casa de Dios es un ícono arquitectónico y patrimonial de la ciudad. “Tanto el padre Pedro (Oeyen) como ahora el párroco Avellaneda manejan muy bien ese doble status de la Catedral y son muy generosos con el espacio, a tal punto que muchos de nuestros eventos los realizamos en ella: el ciclo de jazz, el de música clásica y los villancicos que cierran el año –detalla-, la Catedral es el punto de encuentro y está en el corazón de los sanisidrenses, seamos religiosos o no”.

“El valor de la Catedral hace al conjunto; de allí la importancia de la restauración – interviene el ingeniero Juanjo Briozzo, el hombre que donó horas, días, semanas y meses a esta paciente labor. “Para mí es una alegría enorme el haber podido trabajar en algo tan querido, porque fue como hacerlo en mi propia casa. Soy nacido y criado en San Isidro, este es mi pueblo, aquí bauticé y tomaron la comunión mis hijos y fue un poco como devolverle a la sociedad algo de lo mucho que me dio”.

Lo cierto es que en distintas etapas –tres para ser precisos- y aquí cabe tener en cuenta que este relato no se desprende de una leyenda o un mito que cobró consistencia con el paso del tiempo, sino de una historia bien real incubada en la Argentina de la crisis del 2002 y sin ahorrar energías (esas que afloran en los grandes momentos y saben de la solidaridad y entrega) la emblemática construcción fue recuperando sus formas originales, sus ornatos y vitraux y el estucado en simil mármol de sus zócalos. Los números dicen que en las distintas etapas intervinieron entre 50 y 100 albañiles y expertos en restauración.

 

“El edificio es de característica neogótico pero por dentro es como un mecano de hierro y la verdad es que por las filtraciones y lo estructural, tenía casi riesgo de seguridad industrial. Los hierros de sus columnas estaban muy debilitados”, describe el Intendente Gustavo Posse, que a poco de enterarse de la difícil situación no dudó en sumarse al equipo.

DE ANÉCDOTAS, ESFUERZOS E IMPORTANTES HALLAZGOS. Se sabe que la arquitectura es una de las grandes artes, produce obras que nos tocan las fibras más íntimas, afectan nuestra manera de ver el mundo y de vernos a nosotros mismos. La Catedral de San Isidro, seguramente es todo eso y mucho más y su puesta en valor atesora más de una anécdota. “Recuerdo que dos meses antes del corralito apareció el padre Pedro (Oeyen) y me trajo una idea impresionante –memoró con rigurosidad y una sonrisa a flor de labios Posse-. Me dijo: ‘Gustavo es imperioso restaurar la Catedral está muy venida abajo”. ‘Esperemos un poquito más padre’, le respondí y él retrucaba ‘No es ahora’. Me refiero a fines de Agosto de 2001. A los 50 días se instauró el corralito. No sabíamos de qué dinero se hablaba si eran Patacones, Lecop, pesos o dólares. Lo cierto es que encaramos la financiación y hoy remontándonos en el tiempo, entendemos que fue épico”.

A poco de terminar la misa de San Isidro Labrador, donde pronunció la homilía (ver aparte) el ahora párroco emérito daba su visión de aquel encuentro liminar: “Era el peor momento, la economía se había ido al diablo y no tuve mejor idea que ir a ver al Intendente y le dije: ‘Mirá este es el mejor momento”. Él rápido respondió: “Pero vos estás loco, el mejor momento cuando nadie tiene un mango”. Y le dije: “Sí porque vamos a dar trabajo cuando nadie lo tiene y además las empresas antes que cerrar sus puertas -por la malaria que atravesábamos-, seguramente preferirán trabajar a costo. En síntesis: nos va a salir menos, vamos a dar trabajo a los demás y vas a ver que vamos a salir adelante”. Posse dudó pero de inmediato me respaldó y me hizo caso al igual que empresas, clubes, colegios y vecinos. Se reflotó el proyecto pergeñado en 1999 y en 2002 se arrancó en una puesta en valor en etapas que terminó en 2009.

Los primeros pasos de la recuperación pasaron por resolver los problemas de humedad, reparando los techos, las filtraciones, arreglando los vitraux, las aberturas y el interior de la torre. “Comenzamos por el exterior, los problemas de humedad eran los más preocupantes –evaluó Briozzo-.  El agua entraba por los vitraux rotos, las terrazas y los techos”, precisó. Como dijo Posse, la humedad se escurría por las hendiduras y llegó a afectar la estructura metálica del templo. “El esqueleto de los edificios neogóticos apelaban a una periferia de hierro, porque antes no existía el hormigón –advierte el Ingeniero-. Es más, la corrosión hizo expandir el hierro, agrandó las rajaduras y provocó el desprendimiento del revoque”, graficó. Así es que se reforzó la estructura y luego se trabajó sobre la fachada.

 

La tarea con los vitraux merece un capítulo aparte: fueron meticulosamente desarmados y llevados a un taller especial donde se despiezaron y quedaron como un rompecabezas al quitarle la trasería de plomo. “Se analizó vidrio por vidrio –dice Juanjo- y determinamos cuáles eran originales y cuáles no. Se cambiaron los imperfectos por otros realizados con la misma técnica que los antiguos y al colocar los faltantes se rearmaron recurriendo al mismo plomo derretido. Un trabajo enteramente artesanal”.

En 2004 empezó la segunda etapa en el exterior que terminó en el 2006. Y luego arrancó la tercera y última con tareas en el interior. Allí se rehicieron los pisos y se quitó el revoque que se colocó en la restauración de 1965 pues tapaba al original que era mucho más vistoso; también se recuperaron los ornamentos. “Un salpicado de cemento realizado en el 65 había tapado todo, hasta los zócalos simil mármol –asegura Briozzo- Hubo que realizar un prolijo decapado hasta llegar al original, recuperar los ornatos, el dorado a la hoja y el estucado. Se restauraron 400 ornamentos y además se rehízo la instalación eléctrica que era de tela por otra más moderna y segura”.

El Presbiterio también fue puesto en valor, rehaciéndolo en madera un poco más atrás que el anterior, otorgando mejor visión y mejorando la capacidad en asientos. Pero al trabajar detrás del altar en un zanjeo instalando un cableado ocurrió el singular hallazgo de un tesoro. “Accidentalmente al abrir encontramos un cofre. Al ceder el techo de la bóveda los albañiles dieron con la piedra fundamental y el arcón que contenía en su interior el acta original, diarios del día, monedas y medallas de la época. La piedra está en la Catedral y el resto de los documentos se enviaron al Museo y Archivo Histórico Beccar Varela”, precisó Juanjo.

 

Donde está actualmente la Santería se hallaron los restos de Don Diego Palma –interviene Oeyen-, antiguo párroco cuyos restos estaban enterrados allí”. Volviendo al principio, a aquella loca idea, quien esto escribe inquiere al párroco emérito:¿Quiere decir que nunca hay que perder la esperanza, siempre hasta en los malos momentos se pueden concretar buenas acciones y llevarlas adelante en el tiempo? “Sabés la diferencia entre optimismo y esperanza es la siguiente: Optimismo es cuando las cosas se encaminan bien y se dice esto va a salir adelante; Esperanza, es poner la mirada en Dios, en la seguridad que Él nos va a sacar adelante”.

 

Esfuerzo épico de una comunidad y sus administradores que en el momento más difícil, encararon tamaño desafío para preservar el pasado y legarlo a futuras generaciones. En los días que corren a veces tan carentes de gestos, plagados de grietas y peleas totalmente inconducentes, hacen bien estos ejemplos de fe, de esperanza de un pueblo y su gente. Es bueno rescatarlas del tiempo, poder tenerlas presentes para convertirlas en memoria, saber que fuimos capaces y valorarlo para luego transformarlas en patrimonio de nuestra rica cultura.