Sembró el gustito por la danza y la música clásica. El infantil de El Camino del Santo sobre Princesa y Sapo cautivó a los chicos

22/4/2019. FORMAR NUEVAS AUDIENCIAS. Suele decir que es la tarea de Cultura SÍ la inquieta gestora cultural sanisidrense, Eleonora Jaureguiberry, titular de esa muy activa subsecretaría municipal. Y la verdad que así fue. Una princesa y un sapo fueron protagonistas de la segunda jornada de El Camino del Santo. Música clásica en San Isidro, de la Subsecretaría General de Cultura de San Isidro, que en su tradicional tarde dedicada a la familia desplegó su escenario en los jardines del Museo Pueyrredon (Rivera Indarte 48, Acassuso), donde unas 700 personas disfrutaron de un espectáculo con mucha danza y música clásica. “Son propuestas muy didácticas que nos ayudan a formar nuevas audiencias y están pensadas especialmente para los niños y las familias. Que estos chicos recuerden con alegría y de grandes esta experiencia es lo mejor que nos puede pasar y mejor aún si la recuerdan como seguidores adultos de la música clásica. Es la mejor recompensa”, dice Eleonora Jaureguiberry,  en el marco de la XII edición de este festival gratuito que del 17 al 21 de este mes ofreció un concierto por jornada, a cargo de renombrados intérpretes y agrupaciones de la escena local.

El Sapo y La Princesa, Ballet para 3 bailarines sobre la fábula, es una historia simple, la de un “sapo gigante que habla” y está enamoradísimo de una princesa. En el medio, claro, una hechicera que procura sin éxito que ese amor no se concrete.

Con Dalila Romero (hechicera/rey), Ludmila Mazzucchelli (princesa) y Rodrigo Gatica (príncipe/sapo), los personajes mutan para mejor y bailan sin parar con los cinco números de la petit suite Jeux d’enfants para orquesta Op 22 de Georges Bizet y la entrada de la ópera The Indian Queen de Henry Purcell. También bailan al compás de Deux Arabesques, de Claude Debussy, y de Flight of the Bumblebee (El Vuelo del moscardón), de Rimsky-Korsakov, justo cuando el príncipe, aún sapo y entre violines sonando, moría por comerse uno.

“Con esta obra apuntamos a sembrar público para la danza y la música clásica, que son mucho más cercanas y naturales para ellos de lo que muchos adultos creen. Danza y música que ayudan a narrar la historia y una escenografía muy despojada para que el público libere la imaginación”, expresó Yamil Ostrovsky, director y coreógrafo de la obra.

Con las copas de los añosos árboles del jardín como telón de fondo, muchos chicos siguieron la función arrodillados en las sillas o en las faldas de los adultos. Todo valió para ganar un poco más de altura. Y no faltaron los que lo hicieron de pie y ahí nomás del escenario.

“Me gustó mucho, bien organizado, puntual y el lugar no puede ser mejor. Vine con dos amigas y los respectivos hijos”, dijo Sol Núñez en su debut en el festival dirigido artísticamente por el maestro Francisco Varela. “Recién me enteré de la programación. Me encanta que pase esto, seguramente iré a algún concierto del fin de semana”, agregó la vecina de San Isidro.

Terminada la obra, muchos no resistieron las ganas de sacarse una foto con la princesa y su amado, como Julia, de 3 años, que en algún momento de la función jugó con la pelota que circuló por la platea de mano en mano.

“Yo había venido al ciclo de jazz, acá mismo, pero es nuestra primera vez en este festival. Muy bien organizado, con sillas para todo el mundo, todo espectacular”, aseguró Milagros Marsetti, de San Isidro Centro, mientras Julia sonreía, tal vez pensando en la frase del rey, Siempre habrá un final feliz para el que logra ver con el corazón, o en el recuerdo digital que se llevaba.