Cierre C&M con La Antigua y Carlitos. Cassinelli: “Seguiremos soñando noches como esta para compartir con ustedes”

 

19/11/2018.  Con un millar de personas poblando los jardines del Museo Pueyrredon, la Antigua Jazz Band en escena y el inolvidable Charles Chaplin en la pantalla grande, concluyó el viernes 16 por la noche la XI edición del Festival de Cine y Música de San Isidro, que desde el sábado 10 de Noviembre propuso una cita nocturna y gratuita con lo mejor del cine mudo musicalizadas en vivo por destacadas orquestas y solistas. Organizó y produjo la Subsecretaría General de Cultura de San Isidro, junto con la Fundación Cinemateca Argentina (FCA), y el apoyo del Grupo Asegurador La Segunda.Con cuatro funciones por la lluvia en el salón del Colegio San Juan El Precursor, la pantalla volvió a encenderse el jueves en el Pueyrredon, y anoche, para un cierre a toda orquesta, con pochoclo gratis para todo el mundo y cuatro cortos (Un día de placerCarlitos al solVacaciones y Día de paga) que, como dijo Marcela Cassinelli, presidenta de la FCA, cumplen cien años y fueron realizados por Chaplin en distintas compañías antes de su etapa de largometrajes. “Seguiremos soñando noches como esta para compartir con ustedes lo mejor del cine mudo y de la música”, agregó Cassinelli.

Una edición que al mal tiempo le puso buena cara y mucho humor desde la primera noche, cuando en El Navegante (1924) Buster Keatony su prometida (Kathryn McGuire), a bordo de un barco a la deriva eran acosados por una inocente tribu de caníbales, mientras Nico Posse Octeto desplegaba su música.

“Este es el primer festival que fundamos, el que más queremos y el que tiene una apuesta artística, quizás, más arriesgada, porque detrás de lo que parece un ciclo de cine patrimonial hay, en realidad, un gran encuentro de experimentación de arte contemporáneo. Estamos felices y orgullosos de que nuestros vecinos comprendan este código, lo compartan, se diviertan, arriesguen y crezcan con nosotros”, expresó Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general de Cultura de San Isidro, poco del inicio de la función.

Desafío artístico hubo, y mucho, con músicos audaces y versátiles que compusieron especialmente para cada película y se valieron del mejor modo de todo tipo de instrumentos para seguir cada acción dramática, desde los más convencionales hasta otros casi desconocidos. Músicos que silbaron, rasparon chapas, hicieron sonidos guturales, echaron mano a sintetizadores, gongs y programaciones sonoras.

Músicos como Marcelo Katz, que hasta tocó las cuerdas internas de su piano con tanza de pesca para acompañar Los muelles de Nueva York (1928), una joya de Josef von Sternberg, entre marineros tatuados y rencillas amorosas en tabernas de mala muerte. O como Eliana Liuni, junto a los hermanos Patricia y Francisco Casares, que produjo sonidos flappers y tocó instrumentos de viento como el tambor trueno que encapsuló a la platea en la tormenta de Flor de capricho (1926), estreno en la Argentina, de Víctor Fleming, el de Lo que el viento se llevó, y con Clara Bow, la chica It de la era del jazz en pantalla.

La memoria del otro (1913), una historia de amor hasta el último aliento con la primera estrella del cine mudo, Lyda Borelli, tuvo al dúo César Lerner y Marcelo Moguilevsky entre loops, flautas, piano, balafón africano, hang, gongs, duduk, arpas de boca, canto y sonidos guturales. Y del cine italiano a la primera proyección de cine mudo finlandés en el país con La novia del girador de troncos (1923) ¿La música?, desafiante, con Aires de Finlandia (Petri Kaivanto, de Helsinki, y Alejandro Polemann, de Buenos Aires), y tangos de ese país con impronta rioplatense sonando en medio de bosques y rápidos.

La película contemporánea de este año fue La tortuga roja (2016), de animación, francesa y sin estreno comercial en el país, que fue dada en el Teatro del Viejo Concejo. Otra novedad, la master class de Marianna Zannoni, especialista del Instituto para el teatro y el melodrama de la Fundación Giorgio Cini Venezia, sobre la encantadora Borelli.

 

¿Qué dijeron Pablo Scenna, director de la Antigua Jazz Band, y Marcelo Katz? El primero, “no nos cansamos de asombrarnos por el alance, la convocatoria y la permanencia de este ciclo, muy difícil de encontrar, incluso en el exterior”, y el segundo, “muchas de las cosas más importantes que hice en mi carrera ocurrieron en este festival”.

Un festival que propone un viaje por músicas originales que no se graban y rara vez puedan repetirse, y también por versiones muy personales como Satumaa, el tango finlandés por excelencia, algo así como nuestra La cumparsita, o la vibrante Cuando los santos vienen marchando, con el sello de la Antigua Jazz Band, que también, en sus 50 años, nos llevó por el góspel, Gershwin y Duke Ellington.

“Ideal para la familia, por ese jardín maravilloso, por los cortos y la música. En nuestra primera experiencia en el festival nos sentimos muy cómodos y cuidados”, aseguró en la vereda del museo Cristian Espósito, que minutos antes no paraba de reírse con su esposa María Martha y sus hijos Francisco (11) y María Teresita (14), al recordar algunas escenas de Carlitos, invitado infaltable de un festival que hace once años llegó, nos sorprendió y se quedó.