Hubo derrapes, giros a toda velocidad, bandera a cuadros, un podio al que subieron el centenar de corredores y corredoras, premios más allá de los tiempos y fiesta compartida al borde de la pista. Postales de la VII edición de la Carrera de Autitos a Piolín. Edición Boulogne 2018, organizada por el Museo del Juguete y el San Isidro Automóvil Club (SIAC), que ayer copó buena parte del Parque Arenaza, que rodea al museo, en General Lamadrid 197, Boulogne.

Una actividad totalmente gratuita para participantes de 2 a 99 años, que reunió a varias generaciones en la pista y en la previa, durante el armado de los autitos, divididos en seis categorías y con un requisito ineludible: debían ser construidos o tuneados por los propios participantes bajo algunas normas.

“La carrera es lo más visible, pero hay un proceso previo muy rico que comienza con el pensar los autitos, desarrollarlos, construirlos. Una tarea que fomenta la creatividad y el aspecto manual, y lo hace uniendo a varias generaciones, que es una de las metas del Museo”, expresó Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general de Cultura de San Isidro.

Acompañados por un adulto (familiar/amigo o del equipo del museo), los y las participantes corrieron a más no poder arrastrando el autito por un circuito de 150 y 220 metros, según las edades, bajo la añosa arboleda. Al borde de la pista, muchísimas familias haciendo pic nic instaladas en mesas o en mantas sobre el césped, sin perderse detalle de lo que ocurría en la senda de cemento.

“Una iniciativa lúdica, disparatada y este año con record de participantes, que nos permite salir de las salas del museo, donde tenemos una pista de autitos de arrastre, y ganar el parque para seguir incentivando el juego por el placer del juego mismo. Pero un juego que jugamos de verdad, con verdaderos profesionales de las carreras”, dijo Cecilia Pitrola, directora del Museo, en referencia al SIAC, a cargo del área deportiva, del cronometro y las banderas.

Una tarea que hicieron con idéntico compromiso que exhiben cuando lo hacen en el autódromo de Buenos Aires en competencias convencionales. “Pensamos que iba a ser por un año y acá estamos, en la séptima consecutiva y con nietos y sobrinos del club corriendo”, dijo Roberto Oliva, de la comisión directiva del club, mientras el relator Matías Fonre sumaba adrenalina desde el micrófono.

“Lo armamos en un día y llegó intacto. Es una experiencia genial, al principio le dio un poco de vergüenza, pero se animó y largamos”, comentó Adriana Duarte, de San Martín, que debutó en esta prueba junto a Rafael (6), su hijo, que no soltaba el autito.

Esta vez, en su segundo año en la carrera, Daniel Cáceres tuvo permiso para salir a pista. Y lo hizo con su uniforme de personal de vigilancia, mientras un compañero lo cubría. “Son unos minutos invalorables. Lo terminamos de armar hoy a las 3 de la madrugada, a contrarreloj y con partes del skate de mi hijo”, aseguró Daniel apenas le bajaron la bandera a cuadros junto a su hija, India (6), tan feliz como él.

Una carrera que para la Escuela Técnica N° 1, de San Isidro, había empezado mucho antes con la propuesta De tal palo tal autito, que le acercó el museo y les permitió a los alumnos de 1º B construir en el taller de carpintería muchos de los autos arrastrados por los chicos y chicas que llegaron al museo sin su prototipo. Otros se armaron el domingo anterior en un taller del y en el museo abierto a la comunidad donde se construyeron una veintena de prototipos con carrocería de bidón de agua mineral.

¿La VTV?, claro, con mesa de recepción a cargo de Escuela Técnica N°1, gratuita y con caja de herramientas a mano para que nadie se quede sin participar por desperfectos técnicos. Además, el Grupo Scout Nuestra Señora del Pilar Nº 153 dio una mano ante el más mínimo derrape.

Con el antecedente de la carrera que desde 1978 se realiza en la bonaerense Jáuregui, la de Boulogne ya es todo un clásico y vio crecer a más de uno, como Ignacio, que ayer volvió a la senda de cemento con el prototipo con el que había corrido en 2013, armado con su abuelo Víctor Stastny. ¿Los premios? Artesanales, y para todos los participantes. Desde los baleros donados por las familias de la Escuela San Miguel Arcángel hasta los juguetes construidos por el propio equipo del museo, payanas cocidas y rellenas con arroz, teléfonos armados con envases de lata y mini pizarras para jugar con tiza al ta-te-ti.

+ El museo abre de miércoles a viernes, de 11 a 17; y los sábados y domingos, de 13 a 17. Bono contribución: $ 5. Contacto: 4513-7900.