San Isidro-Museo Pueyrredon. Numerosos chicos treparon la barranca del Museo en colorida recreación del Cruce de los Andes

 

7/8/2018.  No fue un Ejército de 5423 hombres. Tampoco hubo 9280 mulas, 1600 caballos ni 16 piezas de artillería, pero por momentos, los cerca de 350 chicos que este sábado 4 subieron las barrancas del Museo Pueyrredon sintieron que estaban en pleno Cruce de los Andes. Con ellos, papás, mamás y no pocos abuelos y abuelas que también se animaron a la travesía gestada por la Subsecretaría General de Cultura de San Isidro, en el mes sanmartiniano y como adelanto por los festejos del Día de Niño. El Intendente Gustavo Posse participó de la actividad y afirmó: “Es impresionante cómo se renovó este museo, desde hace unos años. Las propuestas que se hacen ahora acá atraen a toda la familia, especialmente a los más chiquitos y eso está bueno porque se interiorizan con la historia de nuestro país desde temprana edad”.

 

La tropa, puntual, con pecheras de granaderos y palos a modo de bastón, se agrupó expectante este sábado 4 cerca de las 14.30 en la explanada verde del Bajo, a la espera de San Martín, quien a poco de llegar leyó a viva voz un fragmento de una carta que le había enviado Juan Martín de Pueyrredon como Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. “Van 400 recados. Van hoy por el correo, en un cajoncito los dos únicos clarines que se han encontrado. Van 2000 sables de repuesto que me pidió, van 200 tiendas de campaña o pabellones, y no hay más”.

Uno de los hijos de Lucía Dodero, que llegó con seis chicos de entre 6 y 11 años, tres suyos y tres sobrinos, le dijo a otro nene sacando pecho: “Nació en 1778, en Yapeyú, y su hija era Merceditas”.

Las dos columnas, al mando del Libertador (Juan d’ André) y de Las Heras (Manuel Boerr), se pusieron en marcha y hubo que saltar troncos, bajar la cabeza para no chocar con ramas, hacer un alto para refrescarse y, para los más chicos, pasar por un pequeño puente y recorrer un tubo de plástico. ¿Los papás?, entusiasmados como ellos y siempre listos, celular en mano, para la foto.

Guardaparques municipales, boy scouts del grupo Pablo Tissera, de Martínez, y personal del museo estuvo atento para que todo fluya, San Martín aprovechó para hablarle a su tropa de la campaña, confesar que le gustaba tocar la guitarra y decir, entre sonriente y sorprendido, ¿Qué es eso?, cuando un granadero le habló de teléfonos celulares.

Por un sendero de 100 metros entre talas, chañares, ombúes, espinillos y otras especies autóctonas, el mismo que se usaba en esos años convulsionados para llegar al río y tras casi una hora de marcha, en la que no faltaron algunos carritos de bebes empujados por papás, El Libertador, ya enfermo, llegó al parque alto del museo en camilla de troncos, donde esperaba el campamento y un reparador mate cocido.

“Me pareció genial, didáctico y divertido”, comentó Silvina Travaglini, una abuela de 62 años que se sumó a la aventura con cuatro nietos, mientras San Martín decía a viva voz: “Seamos libres y lo demás no importa nada”.

“Generaciones reunidas en torno a una actividad que nos recuerda la enorme dimensión de esos patriotas, ejemplos de vida que, al margen de las dificultades que afrontamos como país a lo largo de la historia, siempre debemos tener presentes”, dijo Gustavo Posse, Intendente de San Isidro.

“Acercarse a la historia poniendo el cuerpo nos permite entender el enorme esfuerzo que significó ese cruce y que los grandes logros son colectivos, se hacen entre todos. Para nosotros, la dicha de realizar esta actividad en la casa desde donde Pueyrredon financió y apoyó esa gesta trascendental para el continente”sostuvo Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria general de Cultura de San Isidro.

¿El cierre?, a metros del algarrobo histórico con el dueño de casa y San Martín sacándose fotos con grandes y chicos, entre vueltas de mate cocido y bizcochitos, y familias ya lanzadas a recorrer el parque y las salas.

“No sabes cómo estaban los chicos, realmente se sentían granaderos”, dijo Bárbara Reinke, docente de la escuela primaria N° 26, en el Bajo, sentada debajo de un árbol y en una ronda de mate y galletitas que incluyó a otros granaderos, grandes y chicos, que había conocido en pleno cruce.

Esta iniciativa es parte del programa anual El Museo se juega, ideado y producido por el Área Educativa del museo, que los primeros sábados del mes propone un plan diferente. Esta vez, por segundo año, dedicada a homenajear esa gesta inconmensurable concretada en febrero de 1817.