San Isidro. El Camino del Santo entregó en ámbitos emblemáticos lo mejor de la escena nacional de la música clásica

 

2/4/2018. EN ESCENARIOS ÚNICOS, ESPECTÁCULOS GRATUITOS DE SINGULAR JERARQUÍA. La Orquesta Sinfónica Juvenil Nacional José de San Martín terminó aplaudida de pie durante varios minutos. Fue el gesto de agradecimiento del público que anoche colmó la Iglesia San José, en San Isidro, punto final de la XI edición del ciclo gratuito El Camino del Santo. Música clásica en San Isidro, organizado y producido por Cultura SÍ, con el apoyo del Grupo Asegurador La Segunda, y casi 6.000 espectadores a lo largo de cinco intensas jornadas.

“Tuvimos un festival maravilloso, el público, como siempre, nos acompañó y disfrutó en forma gratuita de lo mejor de la escena nacional de la música clásica y de escenarios icónicos de nuestra arquitectura e historia. Al público, a los 160 músicos por su virtuosismo y entrega, y a la colaboración sostenida en todos estos años del sponsor, nuestro agradecimiento”, expresó Eleonora Jaureguiberry, subsecretaria de Cultura sanisidrense.

El ciclo, con nuevo director artístico, el maestro Francisco Varela, cerró anoche con Preludio y jadeo, una obra breve y poco conocida del Cuchi Leguizamón, con arreglos de Virtú Maragno, y la Sinfonía no. 7 en Mi mayor, de Anton Bruckner. “Un programa interesante, con una obra del Cuchi dodecafónica, que podríamos ubicar en la época de Viena, como la de Bruckner, de cuatro movimientos y monumental ¿El ámbito?, maravilloso”, expresó Mario Benzecry, director de la orquesta, integrada por casi un centenar de músicos, quien dedicó la velada a José Antonio Abreu, fallecido días atrás y creador del sistema de orquestas juveniles que inspiró iniciativas similares en todo el mundo.

El miércoles, en ese mismo templo, el Cuarteto de Cuerdas de la Universidad Nacional de La Plata y el pianista José Luis Juri, que llevó adelante una fructífera labor como director de este festival en todos estos años, abrieron el ciclo con Ravel y Schumann. De ahí en más, un amplio repertorio dentro de la llamada música clásica, desde el Grupo Vocal de Difusión, que exploró autores contemporáneos como Alejandro Consolation I y Zoltán Kodály (Mendelssohn fue la excepción), y cerró con una conmovedora Luz Aeterna, de Fernando Moruja, hasta el Ensamble Tempo Barrroco, dirigido por Fabrizio Zanella, que iluminó a la Catedral de San Isidro con Bach, instrumentos de época y la participación del contratenor Martín Oro y el oboista Diego Nadra.

“Es una alegría estar por primera vez en este festival tan prestigioso”, dijo la mezzosoprano Florencia Machado, que participó de Nacionalismo de las dos Orillas, junto con el pianista Tomás Ballicora, dedicado a compositores argentinos y españoles (Julián Aguirre, Carlos Guastavino, Manuel de Falla y Joaquín Turina, entre otros), en un concierto que contó además con el violinista Sebastián Masci.

Las iglesias y el Colegio San Juan El Precursor, con su patio español como antesala perfecta, aportaron un plus insoslayable con cuidadas arquitecturas. Al igual que el Museo Pueyrredon (Rivera Indarte 48, Acassuso), donde Al Mundo en Clarinete, entre vientos y percusión, presentó fragmentos de Bach, jazz y música de varios continentes en un parque mágico. “Acercar la música clásica y de otros períodos a los más chicos con algo de humor y sin la solemnidad de los conciertos tradicionales, de eso se trata”, dijo el director de la orquesta, Sergio Feferovich, que hasta hizo bailar el Can Can a los padres.

Brahms, Rachmaninoff, Chopin, Tchaikovsky, y otros, integraron el segmento Jóvenes Intérpretes, que convocó a nuevos talentos y futuros consagrados, Lucas Brass (violoncello) y José Rocha (piano), a sala llena, en el Teatro del Viejo Concejo (9 de Julio 512, San Isidro) y por la tarde.

Agradecido en público por Mariano Moruja, director del Grupo Vocal de Difusión, un silencio respetuoso acompañó el desarrollo de los conciertos, presentados por los periodistas Boris Laures, Margarita Pollini, Sandra de la Fuente y Margarita Zelarrayán. También se ocupó de esa tarea Diego Fischerman, que se refirió al barroco, tubas y falsetes, y abonó en términos simples una idea central del festival.  “No es necesario ser un entendido ni leer partituras o tocar instrumentos. Sólo hay que sentir lo que se está tocando. Es como la primera vez en un partido de fútbol, miramos al que lleva la pelota, pero luego ampliamos la mirada, el interés. Con la música es exactamente igual. No hay otro secreto”, dijo el especialista en la Catedral, antes de que Bach se adueñara de absolutamente todo.