Pitina Ocampo: “Si logramos que aunque sea uno de esos chicos salga lector, la misión estará cumplida…”

 

16/5/2017.  HISTORIAS EN PRIMERA PERSONA. Pitina Ocampo tiene 80 años y vive en Tigre. En 2008 ingresó en el programa municipal sanisidrense ‘Abuelos de Cuento’ y el sábado pasado estuvo con sus compañeros en el Museo del Juguete, en Boulogne, hablándoles a los chicos de los juegos de su infancia. Debajo de los árboles del parque, acunó una muñeca hecha con medias, similar a las que tenía de niña en Villa San Marcial, un pequeñísimo pueblo a casi 100 kilómetros de Concepción del Uruguay, Entre Ríos. “¿Por qué me trepaba a los árboles?, para ver si en los nidos había pichoncitos”, le respondió ese día Pitina a una chiquita que la escuchaba atentamente, sin sacarle la mirada de encima. Conocé la historia de esta abuela de cuento en primera persona:

“No era lectora, en mi pueblo el diario llegaba al día siguiente y cada 15 días podía aparecer algún Billiken. Lo único que tenía era un monopatín y una muñeca que compartía con mis hermanas. Las hacíamos con medias que rellenábamos con papel, el cuello era un nudo, la sonrisa un dibujo y el pelo tiras de lana cosidas, porque en ese tiempo no había plasticola ni boligoma. La mejor casita de las muñecas eran las cajas de los autos que no funcionaban más y la comida eran latitas llenas de pasto. Pasábamos horas y horas ahí adentro, jugando. Así fue mi infancia, en el campo que administraba mi padre, dándole la mamadera a un corderito y pan mojado con leche a un chimango que desapareció de un día para el otro…

“En la Biblioteca de Tigre me comentaron que había un programa en San Isidro que enseñaba a los abuelos a leer y narrar cuentos infantiles. Me anoté, impulsada por la llegada de mis nietos mellizos, Melina y Gonzalo, que ahora tienen 13 años. Quería aprender, pero por ellos. Graciela (Deza, coordinadora del programa) me dijo que el curso ya había empezado, pero que igual me quedara, y me cambió la vida. La relación entre los abuelos y los chicos, las dos puntas de la vida, es maravillosa. Muchos ya no tienen abuelos, o no son abuelos lectores, entonces estamos nosotros, los intermediarios, el puente.

“¿Anécdotas?, sí, muchas… cuando volvía a mi casa, después de leer en la escuela Naciones Unidas, en la avenida Fleming, a la que íbamos con frecuencia, me encantaba escuchar a los chicos en el fondo del colectivo que le decían a sus mamás: Ahí va la abuela Pitina…

“Para 1° y 2° grado necesitas poner más el cuerpo, hacer la narración más gestual. Me gustan más las salas de 5° y 6°, con los chicos más grandes, porque los libros tienen más contenido y me permiten preguntarles qué sensaciones tuvieron, qué interpretan del cuento… Llevar un libro hoy a un colegio es muy importante. Yo siempre les digo, vayan a la biblioteca de la escuela que seguro van a encontrar un libro que les va a gustar.

“No es nada sencillo leer en voz alta, las pausas, las entonaciones para cada personaje, todas técnicas que aprendí en el programa. Tenemos apuntes, lecturas obligatorias, trabajos de investigación. Primero preparamos cada cuento y lo presentamos en forma interna para que Graciela nos haga las correcciones. Ella siempre nos dice, tienen que internalizar el cuento, hacerlo propio, vivirlo, porque los chicos se van a dar cuenta de ese proceso previo…

“Es un programa que supo ganarse un lugar importante. No cualquiera llega a la Feria del Libro (hace unos días el programa se presentó a sala llena en la FIL, con motivo de sus décimo aniversario). Me encanta todo lo que genera y eso que yo vengo del palo opuesto (se ríe), soy perito mercantil, toda la vida me gustó la contabilidad, hasta que llegaron los cuentos…

“Hoy es mi grupo de pertenencia. Para nosotros, a esta edad, es clave tener expectativas, proyectos. Si no fuera por mis compañeras me estaría poniendo verde de la humedad y estaría llena de dolores (se ríe)… Muchos cuentos los leo en dos o tres días y me emociono cuando les pregunto, ¿en qué estábamos?, y varios levantan la mano para decirme exactamente la última página que les leí. Si logramos que aunque sea uno de esos chicos salga lector, la misión estará cumplida…”