Ortega y Gasset y una retrospectiva a 60 años de la muerte del filósofo y escritor en la pluma de Victoria Ocampo

 

villa ocampo28/10/2015. En Villa Ocampo recuerdan por estos días al filósofo español más influyente del siglo XX, quien murió el 18 de Octubre de 1955. José Ortega y Gasset, cuyas obras e investigaciones alumbraron a muchos supo ser amigo de la escritora que vivió en San Isidro. En el transcurso de sus vidas José Ortega y Gasset (1883-1955) y Victoria Ocampo (1890-1979) mantuvieron un diálogo intelectual que se expresó a través de encuentros, cartas, ensayos. Acá dos ajustadas descripciones de Victoria sobre el intelectual español extraídas de “Mi deuda con Ortega”. Publicado en Sur, en julio-agosto de 1956. Este material y otros se pueden apreciar en la casona que mira al río en la calle Elortondo 1837, Beccar. + data: www.villaocampo.org

 

“El verdadero rostro de un país nunca se me reveló sino a través de los hombres que son su paisaje espiritual. Había pasado por España, en mi adolescencia, sin casi verla. Horrorizada por las tripas de un caballo que despanzurraron bajo mis narices, en una corrida de toros, cerré instintivamente los ojos ante ese espectáculo, y de rebote ante todos los demás. Se necesitó nada menos que el joven “profesor en tirar piedrecitas en los estanques en los estanques” para hacérmelos abrir. Con él, una noche, entró España entera en mi casa de la calle Tucumán 675; se sentó a mi mesa, me dirigió la palabra como a un miembro de la familia, me tuteó espiritualmente. En aquella época el rostro de Ortega no estaba todavía surcado por esas arrugas profundas de que habla Julián Marías. Pero la luz de la mirada era la misma: radiante. Nunca he visto espejo más fiel de la inteligencia que los ojos de Valéry y los de Ortega”, reseña Victoria.

 

[…]Pero el deleite que constituye la elocuencia en el decir (una de las facetas del talento orteguiano), la habilidad para lanzar en el aire y recogerlos después con mano ágil los más diversos objetos del pensamiento, y los más contradictorios, no era ciertamente lo que me ligaba con amistad perdurable a este grande de España que podía permanecer con la cabeza cubierta frente a los reyes de la inteligencia. Había en él un ímpetu vital, un entusiasmo generoso cuyos beneficios fui una de las primeras en recoger en la Argentina”, destaca Ocampo en “Mi deuda con Ortega”. Publicado en Sur, 241, julio-agosto de 1956, pp 44-45.