El film de Trapero que arrasa en taquilla y festivales bajo la lente de una psicóloga familiar: Los Puccio. ¿Familia o Clan?

 

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10/9/2015.  “Hay una cosa interesante la película no se llamó “La familia Puccio” sino “El Clan” –pone el acento la psicóloga de familia Adriana Abeles-. Esto es muy importante, está muy bien elegido, era difícil la presentación y está muy bien resuelta por el director”, destaca la profesional. Los clanes, se sabe, son grupos sociales cuasi tribales que reconocen la autoridad de un patriarca. La película de Trapero sigue movilizando y batiendo récords de taquilla, acaparando elogios en festivales. Con singular suceso pasó por Venecia, también visitará Toronto y se prepara para San Sebastián. No llegó a ir a Cannes debido a que se extendieron los tiempos de producción. Basada en hechos reales, refleja la historia reciente sobre el fin del Proceso y la primavera alfonsinista, muestra la trama siniestra de una familia de barrio de la que nadie sospechaba y que con planes macabros llegó a secuestrar y ejecutar a empresarios y hasta amigos. Toda gente de su círculo social. rugbyUna familia sanisidrense típica de los 80s, ejemplares vecinos, laboriosos y bien constituidos como grupo, un hogar casi casi perfecto a la vista de cualquiera, pero donde puertas adentro de ese hogar, anidaba el mal. Es inevitable preguntarse ¿cómo pudieron secuestrar a gente conocida y tenerla cautiva en su propia casa tanto tiempo? ¿Por qué Arquímedes hizo cómplice a los suyos? Es probable que nunca se sepa el origen de El Clan, el día en que pergeñó tamaño horror ni a quien se lo dijo por primera vez. Y cómo Arquímedes convenció a sus hijos. torturaAcaso ese sea el mayor misterio. Él mismo solía decir: “Si Hitler convenció a millones ¿cómo no voy a poder convencer a mis dos hijos?”, tal como se desprende de la investigación realizada por el periodista Rodolfo Palacios, autor del libro “El Clan Puccio, la historia definitiva” (Planeta) de reciente aparición. Lo cierto es que el film de Trapero deja muchas escenas para el análisis, acá la psicoanalista Adriana Abeles, presidenta de la Fundación Campos del Psicoanalisis con sede en Martínez y especializada en cuestiones de familia, da su visión sobre este clan casi trival y da pistas sobre esa “doble vida” en un grupo familiar donde no había hijos, sino “objetos al servicio del goce paterno”

 

El muy difundido trailer de la película es una acabada síntesis de la peli de Trapero y  también del particular comportamiento de la familia Puccio, la que integra el clan del título al que se suman otros delincuentes. Es un plano de secuencia en el que el papá (Arquímedes Puccio, interpretado por Guillermo Francella) recoge en una bandeja la cena que llevará, escaleras arriba. Pasa por los cuartos de los hijos, avisándoles que la comida pronto estará lista, y al final de su recorrido, abre una puerta y el espectador se topa con un joven que grita, encapuchado y encadenado a los grifos de la ducha del baño. La escena impacta como tantas otras, donde todos comen, cumplen con el rito del rezo para agradecer el alimento, hay un padre que se ocupa de la tarea escolar de su hija menor, una madre que prepara la comida, donde transcurre la cotidianeidad de una familia normal y -a la vez-, bajo el mismo techo, mantienen a una persona cautiva.

 

No por conocida la sórdida historia de esta familia que emerge 30 años después deja de conmover a la opinión pública. En efecto, ha logrado batir récords de taquilla, es muy comentada por jóvenes y no tanto, perplejos por su escalada violenta, se exhibe en los principales festivales cinéfilos, goza de la mejor crítica y es candidata a cosechar no pocos premios.

 

El perverso universo de la familia que secuestraba a gente adinerada, la tenía en su casa, cobraba el rescate y los asesinaba, genera morbo, tensión genuina y perplejidad en la platea. Más aún, seguramente muchos de los espectadores/as que tal vez fueron atraídos por el magnetismo de Peter Lanzani, el buenmozo que interpreta excepcionalmente a Alejandro, uno de los cinco hijos de Arquímedes, o por las dotes histriónicas de Guillermo Francella, en la piel del patriaca –un actor que logra superarse en cada entrega– se encontraron con Lili Popovich en el rol de Epifanía Calvo, la  madre y seguramente la descubrieron y no pudieron salir de su asombro por su dualidad

 

 

EN NOMBRE DEL PADRE. Pero Trapero -un narrador como pocos en el ámbito local-, eligió centrarse en la relación padre e hijo. En definitiva, la única manera de entrar en la familia y sentir alguna empatía con un personaje es con Alejandro, que es expuesto como utilizado por Arquímedes, y cómo el que se quiere revelar a tanta locura. Pero, se sabe, en la realidad Alex jamás se abrió del clan. Es más, tuvo un rol de cómplice, marcaba a las víctimas – en una de las escenas, tras el secuestro de Ricardo Manoukian, Arquímedes lo consulta sobre qué sabía de los Aulet y el responde: “Papá lo que todo el mundo… que están forrados”- , intervenía en las postas para el cobro de los secuestros, participaba activamente de los mismos y se aprovechaba de la confianza que sus amigos le tenían.

 

Para la psicoanalista Adriana Abeles, presidenta de la Fundación Campos del Psicoanalisis en el film, la representación tanto de Alejandro como del Arquímedes revela “una muestra extrema de cinismo”.

 

La profesional advierte que en esta doble vida donde en medio de una cotidianeidad muy paternal en la que de pronto Puccio era un padre amoroso que se ocupaba de los deberes de su hija menor también se expresa el otro aspecto, absolutamente y radicalmente monstruoso: el del “sadismo de un modo radicalmente disociado”.

 

“Porque lo que tiene el cinismo es que alguien es uno y es otro y ambas cuestiones son verdaderas –abunda en detalles– . Pero lo que impacta del cinismo es la escisión entre un aspecto familiar y un aspecto absolutamente monstruoso”.

 

“Son dos personas en una –define la lic Abeles-.  Además, en ese personaje absolutamente asesino, había una cuota de resentimiento muy importante en relación a la riqueza de los personajes secuestrados y que eran –por cierto- una fuente de ingresos de toda esa mafia que estaba alrededor comprometida con la lógica del Proceso.”

 

Caracterizado por narrar historias de índole social, Trapero se adentra en una parte de la historia argentina que repercutió en la sociedad de fines de los 80s. El contexto en que se desarrolla refuerza la trama. Los Puccio integraban una familia de clase media de San Isidro, vivían en una casona con local comercial en Martín y Omar al 500, en pleno casco de la ciudad. Una familia de barrio, respetada, con hijos rugbiers, en particular Alejandro, wing del CASI y de Los Pumas. Alex tenía los contactos y amigos mientras que su padre sobrellevaba un pasado oscuro, ligado a los grupos de tareas, a la Triple A, a la banda de Aníbal Gordon y a la SIDE, siempre se lo tuvo como “un buen hotelero”. El accionar del clan fue entre los últimos años de la dictadura militar y los primeros de la primavera alfonsinista. Los Puccio sabían que tenían protección, pero como bien señala el ex juez Piotti en una entrevista reciente aparecida en este medio, el oponente más grande que tuvieron fue el cambio de momento. “Para él, el gran problema que hay es que cambia la época – reveló el ex magistrado-. Este tipo (por Puccio) no podía tener 32 días a una persona secuestrada en democracia. Encima le dicen que le habían sacado la cobertura”

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EL EJERCICIO DEL PODER Y EL GOCE PATERNO. En la película se muestra que Puccio estaba ligado a la SIDE. Lanzani -toda una revelación- y Francella mantienen un duelo actoral, de tensiones invariables. Pero cuando Arquímedes “se saca”, Francella mete miedo. Y en serio. “Es uno de esos personajes con un enlace absolutamente perverso, pero además, recrea un cuadro en el que el ejercicio del poder del padre era absoluto y lo más extraordinario de lo que pasó en esa familia es que precisamente fue el más pequeño el que pudo cortar salvarse e irse.  Los demás, con distintos protagonismos, quedaron absoluta y radicalmente sometidos. Lo cual quiere decir que lo que la película presenta es que no estaban ninguno en el lugar de hijos si no en objetos del goce del otro, es decir del goce perverso paterno. Así que ahí no había hijos, había objetos al servicio del goce paterno”

 

 

Otra de las escenas del film que llaman poderosamente la atención es cuando la madre, Epifanía Calvo le aconseja a Alejandro que vaya a buscar a Daniel, apodado “Maguila” a Australia y lo traiga nuevamente al ceno familiar para que Arquímedes se tranquilice. Luego “Maguila” es sumado a la banda y el encargado de secuestrar, alimentar a la víctima encerrada en el sótano, la empresaria Nélida Bollini de Prado y cobrar el rescate.  “La madre es una perversa cómplice –describe Abeles-. Allí no hay una madre, hay fenoménicamente una madre, en el sentido de que puede servir el desayuno y la comida, tener una habitualidad en las costumbres. Pero ahí no hay madre – reitera- como tampoco hay padre. Existe familia pero sólo es un hecho fenomenológico en el sentido de que son imágenes absolutamente vacías, porque lo que está vacío es la función la de madre y padre. Jamás desde la función del padre se puede enviar a matar. Jamás desde el lugar de la madre se lo puede invitar a un hijo al sometimiento de desaparecer, de asesinar, de delinquir”, expresa la profesional

 

“El personaje de la madre es también de un cinismo descomunal; en fin hay objetos, no hay hijos, no hay padre, no hay madre, cosa que es interesante porque la película no se llamó “La familia Puccio” sino “El Clan” –pone el acento la psicóloga– esto es muy importante, está muy bien elegido, era difícil la presentación y está muy bien resuelta por Trapero”

 

Ya en democracia Puccio, merced a sus dotes de “buen hotelero”, urdió el plan de acumular plata a costa de conocidos. Así ser una cara reconocible para sus víctimas era la trampa para atraparlos y, al mismo tiempo, una sentencia de muerte. Increíble pero real, esto pasó no hace mucho y dejó atónitos a no pocos vecinos que veían al viejecito barriendo con fruición la vereda de la casa de Martín y Omar (cosa de controlar los ruidos) sin jamás sospechar de él y los suyos. “Esa escena reiterada del padre que buenamente y amorosamente barre la vereda todos los días, es una muestra más del cinismo y hace a la credulidad en el buen vecino”, cosa que no despierte sospecha ni llame a la desconfianza.

 

francella-lanzaniUno de los pasajes mas impactantes y tal vez el nudo gordiano de la conflictiva familiar en la obra de Trapero se da en el enfrentamiento cara a cara entre padre e hijo ya en presidio, donde Arquímedes lo increpa a Alex y burlándose le dice:  “El gran rugbier…  Vos todo lo sos gracias a mí”, logrando que finalmente lo golpee para denunciar apremios de sus carceleros.

 

“Esa es una escena de radical destitución, de colapso de la función del padre, “No existís” soy yo el que te hice – grafica Abeles -. Y la verdad es que eso también tiene una doble lectura. Porque por un lado es una escena destitutiva con lo cual es una presentación del colapso de la función, pero por otro también hay un orden de verdad porque lo desvistió de todas las propias investiduras y lo hizo hacer lo que convenía para El Clan. Así es que hay algo siniestro destitutivo por un lado, verdadero por otro, porque lo sacó del eje para ponerlo en el camino de la perversión paterna”.

 

El film muestra que todos los hijos quedan radicalmente sometidos a las órdenes paternas, solo el mas pequeño puede cortar con esto, lo que quiere decir que no hay hijos como tales, sino objetos sometidos al designio del goce del otro. “No existen padre y madre en función, en sus roles .El cinismo ante interlocutores ingenuos, legitima una elocuencia de dos caras: la de las palabras y la de los actos. Subyace una ética donde el valor de la palabra languidece hasta ser casi nulo”, remata la profesional en su análisis.