Los Puccio: Cuando la realidad supera a la ficción

 

 

mosaico puccio

3/9/2015. Mientras el  film de Trapero revive con su fenómeno de taquilla una de las crónicas policiales más violentas de los últimos 30 años, el ex juez Piotti, hombre que los atrapó, da su visión sobre “El Clan” y brinda una pintura de época.

 

 

alberto piottiNi el más ingenioso novelista policial se habría atrevido a escribir una historia tan siniestra como la de esta familia para nada normal que secuestraba y mataba a sus conocidos, sellando su suerte. Para muestra un botón: el ex juez Alberto Daniel Piotti, el hombre que logró hilvanar los distintos secuestros extorsivos que conmovieron a la opinión pública a mediados de los 80s y los llevaron tras las rejas, colaboró con  el cineasta Pablo Trapero en la realización del film. “Un día le pregunté a Trapero… ¿qué es más difícil de guionar: la ficción o la realidad?.‘Sin ninguna duda la realidad, es mucho más difícil porque existe un marco’, respondió. ‘El secreto de sus ojos’ que es una película que a mí -que no soy cinéfilo- particularmente me atrajo, muestra sobre el final cómo el asesino que estuvo recluido 21 años en el fondo de la casa le dice a Darín: ‘Por favor dígale que aunque sea me hable’ aludiendo a su captor, bueno eso es ficción. En ‘Relatos Salvajes’, lo de Bombita Fisher o el road movie de Sbaraglia en esa incidencia de tránsito, también lo es. Sin duda es más difícil de guionar la realidad. Y ésta, la de los Puccio’, era en sí una realidad difícil, si no te dicen que está basada en hechos reales, no lo podés creer!”, suelta el abogado que tuvo ante sí más de una decena de veces al oscuro Arquímedes Puccio, el patriarca y mentor de “El Clan”. En una entrevista exclusiva con CONtinta NORTE, el “Tano” Piotti rememora aquellos años al frente del único Juzgado Federal de San Isidro y cómo logró cerrar el círculo investigativo en torno a los Puccio y así unir todos los casos. Ocurre que habían sido detenidos por el secuestro de la empresaria Nélida Bollini de Prado, a quien sólo la habían privado de la libertad, por lo cual al poco tiempo cada integrante hubiese accedido a la excarcelación. Lo que los comprometió fue la sucesión de hechos, uno por año: Manoukian, Aulet, Naum y finalmente Bollini. La detención conmovió a la sociedad sanisidrense. Nadie, ni sus amistades, ni vecinos jamás sospechó nada.alejandro puccio Y de hecho, en el CASI –club donde jugaba Alejandro, los amigos y rubiers salieron a defenderlos ante lo que creían calumnias. La Justicia – luego de las detenciones ordenadas por Servini de Cubría y el propio juez– determinaría lo contrario.Yo soy más un tanito de Beccar que un patriarca”, define Piotti diferenciándose de quienes por entonces cuestionaban su accionar y confía que la carga social que tenía el tema no lo amedrentaba. “Entrenamiento me sobraba,  esto me agarró en medio de los dos primeros alzamientos militares, así que venía curtido y, si sos profesional, estás acostumbrado a que te cuestionen. Lo que molesta es el cuestionamiento solapado, no el frontal que de pronto puede surgir de un periodista o alguien que no comparte tu posición, lo que embroma es el cuchicheo. Que se junten, hagan una misa por Alejandro y en realidad hablen de vos”, dice. El ahora veedor de la AFA no ahorró elogios para la impecable interpretación de Francella, por sus gestos, su voz metálica y sus miradas pero se atrevió a disentir con esa visión que deja flotando el film que una de las primeras víctimas de Puccio era su propia familia y en especial Alejandro. elclanpuccio1De hecho aportó datos que no están en la ficción dando cuenta de su complicidad y su rol de entregador. Piotti explica que para los familiares de víctimas la peli de Trapero es una suerte de homenaje y deja latente en la sociedad una nueva condena social. Ya pasaron treinta años y la noticia de la familia que secuestraba y mataba a conocidos dentro de su casa aparece como una realidad lejana. Pero no lo es. El Clan dejó en las familias de las víctimas una marca imborrable y la perversión de sus métodos una huella que aún persiste.En un canal de televisión me encontré con el hijo de Guillermo Manoukian, un joven de unos 20 años –resume el abogado-  y me confesó: ‘Yo conozco mi historia y la de mi familia y esto me resulta muy triste. Mis abuelos que tienen 90 años, no vivieron más desde lo de Ricardo, sobrellevan la vida como pueden, cada tanto salen y hablan de eso y es como si no enterraran nunca el tema. Esta película es una nueva condena a esos crímenes aberrantes y esperemos que sirva para traer paz”.

 

 

“Asumí como juez en el 86 la causa de Ricardo Manoukian estaba archivada, la habían reabierto dos jueces que me antecedieron, pero por falta de autores reconocidos, la cerraron”, detalla el ex juez Alberto Daniel Piotti antes de meterse de lleno en cómo se sucedieron los hechos y el análisis del filme del momento, “El Clan” una oscuro thriller que muestra la trama oculta de una impensada familia que aparentaba una cosa y tras los muros de su casa realizaba los actos mas atroces: secuestraba, cobraba rescates y luego asesinaba a sus víctimas.

 

 

TRES MUERTES, UNA POR AÑO, EL OSCURO SÓTANO Y DE REPENTE, LA LUZ. Corría la década del 80. Alejandro Puccio, uno dlos cuatroe los 5 hijos del matrimonio de Arquímedes con Epifanía Angeles Calvo, era un destacado jugador del Atlético San Isidro (CASI). Repentinamente, un conocido suyo, Ricardo Manoukian, de 23 años, desaparece el 22 de Julio de 1982. Poco después su familia recibe un pedido de rescate de US$ 250.000, que paga con la esperanza de recuperar al joven con vida. Pero eso no iba a suceder. El 30 de ese mismo mes, tres disparos en la cabeza acabaron con la vida de Ricardo, cuya familia era dueña de los supermercados Tanti y La Gran Provisión. No pasó ni un año, antes de que tuviera lugar otro hecho similar y en el mismo entorno. El 5 de Mayo de 1983 Eduardo Aulet, ingeniero y también rugbier, fue secuestrado cuando iba en auto al trabajo. También su familia pagó el rescate, esta vez de US$ 150.000. Pero fue en vano. Aulet fue asesinado y su cuerpo hallado cuatro años después en una cava de Gral Rodríguez.

 

 

Un tercer hombre se convertiría en víctima de la ola de secuestros que mantenía en vilo a los vecinos. En Junio de 1984, el empresario Emilio Naum, dueño de la casa Mc Taylor detiene su vehículo al ver que Arquímedes le hacia señas. Pero Naum ni siquiera llegó a ser capturado, porque al darse cuenta de lo que sucedía, intentó resistirse y fue asesinado en el acto.

 

 

Pero una cuarta víctima del clan, la única sobreviviente, puso fin al negocio de esta oscura familia. Se trata de la empresaria Nélida Bollini de Prado. Cuando la encontraron, la noche del 23 de Agosto de 1985, llevaba más de un mes en cautiverio en el siniestro sótano de la casa de Martín y Omar al 500. Recién en el año 1988 hubo una ola de esclarecimiento de varios secuestros extorsivos – el de los empresarios Oxenford, Neuman, Sivak-, que se le adjudicaron a una banda mixta integrada por policías federales. En ese clima, Rogelia Pozzi – viuda de Aulet-, que era una abogada recién recibida, viene a versótanome al juzgado y pide que por favor reabra la causa de Ricardo Manoukian. Ocurre que fruto de su trabajo como letrada, Roly se había enterado por una infidencia en la cárcel de un dato que podía cambiar el curso de las cosas”, evoca el doctor Piotti, que por entonces era titular del único Juzgado Federal de San Isidro, ubicado en la calle Belgrano al 300, frente a la galería Queen Village y el Sanatorio San Lucas.

 

 

A todas luces sagaz, dueño de no poca perspicacia y sin duda encomiable tesón, por el despacho de ese joven abogado de 36 años vecino de Beccar, atiborrado de carpetas y papeles, pasaban las causas más trascendentes. Los alzamientos militares, denuncias por contaminación ambiental, operativos por droga, los hechos policiales más sonados. “En ese entonces había un solo Juzgado Federal en San Isidro, no dos como ahora. Yo era el único magistrado para dos millones y medio de habitantes, tenía mi oficina tapizada de expedientes, un desastre!. Y en verdad, no tenía tiempo para reabrir una causa de estas características. Pero por esas cosas del destino, yo la conocía a María Servini de Cubría, hablé con ella y me dijo: ‘Tengo la percepción de que esta gente que tengo detenida (por los Puccio) pueden haber sido autores de otros secuestros”. Sus sospechas se desprendían del abundante material encontrado en la casa de Martín y Omar. “Este Puccio en su delirio no destruía nada, guardaba todo”, indica Piotti y cuenta que la jueza fue quien lo alentó para reabrir el caso.

 

piotti casa puccio

 

EL PRINCIPIO DEL FIN. La data que le había acercado Pozzi era relevante: uno de los integrantes de la banda, Roberto Díaz se había quebrado en prisión y algo atormentado le confesó a su compañero de celda que no podía vivir con esa carga. Sin más, empezaron las indagatorias.

 

 

La bucólica vida del centro sanisidrense se revolucionaba cada vez que traían a declarar a los integrantes del Clan Puccio.  La indagatoria de Díaz arrancó a las 4 de la tarde y se extendió hasta las 2 de la mañana, “En ese lapso comenzó a confesar cómo había sido el secuestro. Yo tenía la causa de Manoukian y los jueces María Servini y Juan Carlos Cardinalli, me aportan información. María me aconseja que lo consultara por Herculiano Vilca (el albañil que había rediseñado el sótano para tener cautiva a Bollini) y eso fue lo que permitió hilvanar los 4 hechos. Ellos estaban detenidos por el secuestro de Bollini de Prado a quien sólo tuvieron cautiva por lo cual al poco tiempo hubiesen recuperado la libertad”, destaca el abogado al destaparse los otros casos, cambiaron las penas.

 

Díaz se quiebra y cuenta que  El Clan había secuestrado y asesinado a Manoukian y a Aulet, que habían matado a Emilio Naum porque no se había dejado secuestrar, y que luego planificaron el secuestro de Bollini de Prado.

 

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DYN38, BUENOS AIRES 08-09-00, ALEJANDRO PUCCIO, EL HIJO DEL LIDER DE UNA BANDA DE SECUESTRADORES QUE OPERO EN LA DECADA DEL OCHENTA, QUE CUMPLE CADENA PERPETUA, SALDRIA EN LIBERTAD CUATRO DIAS A LA SEMANA PARA TRABAJAR EN UNA CLINICA. FOTO: ARCHIVO DYN

Los vecinos absortos, no salían de su sorpresa, descreían de la investigación Nadie se hubiera imaginado que todos esos años, el sótano y la casona funcionaban como lugar de cautiverio para las víctimas de tan siniestro negocio. Es más, sus compañeros de rugby – ese año la Cebra ganó el campeonato– creían a full en el wing y hasta en un primer momento lo defendieron dos de los mejores abogados del país, ambos socios del CASI (Florencio Varela y el Rata Vergara). Alejandro les confesaba: “Yo soy inocente, mi papá está loco”. Y ellos le creyeron, confiaban plenamente en él. Los amigos y compañeros lo apoyaban, organizaban rondas de visita a la cárcel, todos le hacían el aguante. Sin embargo, todo cambió cuando encontraron el cuerpo sin vida de Ricardo Manoukian y atando cabos recordaron que ambos habían compartido una fiesta en un barco en Punta del Este.

 

 

En ese clima de descreimiento había que tener no poca entereza y fortaleza de espíritu para llevar adelante las acciones judiciales. “Es cierto había mucha carga social. Pero esto me agarró en el medio de los dos primeros alzamientos militares, así que venía curtido. Ya me había fogueado como fiscal general en Buenos Aires y en San Isidro al hacerme cargo de los levantamientos militares, eso sí que me generó una sobrecarga tremenda. Estaba en juego el orden democrático”, revela y al rato añade: “El caso Puccio fue una satisfacción haberlo esclarecido. Se confirmó una vez más la regla: el delincuente que pierde, pierde”. Y si bien Arquímedes siempre dijo que a Piotti y a otros periodistas los tenía en su lista negra para ser ajusticiados y que a su foto y le clavaba alfileres a Piotti jamás le dio temor. “Lo de los Puccio no me dio miedo; en cambio yo entraba al Regimiento de Infantería y creía que no salía”, admite.

 

 

IMÁGENES IMPACTANTES. Algunas escenas de la peli movilizan. Epifanía, la madre de cinco hijos, corta un pollo en su hogar de Martín y Omar al 500, en pleno corazón de San Isidro. Con una cuchilla digna de un asesino de una película de Alfred Hitchcock. Arquímedes Puccio le reclama, aunque después la acaricia y desliza: “Se nos va a morir de hambre este hombre”. El paterfamilia recorre la casa, con el pollo en la mano, diciendo frases de cualquier noche familiar a sus hijos, “levantá los pies del sillón”, “ayudá a tu mamá”, pasa por el cuarto de la hija y le advierte que en instantes estará la cena, hasta que abre la puerta de un baño en el primer piso, donde tienen encadenado a las canillas a Ricardo Manoukian secuestrado (a quien Puccio más tarde va a matar y no precisamente de hambre). Tan sólo una escena, entre grotesca y espeluznante de las primeras de El Clan.FAMILIA “Lo que impacta es la escisión de Arquímedes, un hombre que sobrelleva una doble vida: la del padre amoroso, ocupado en los deberes de sus hijos y el otro aspecto radicalmente tortuoso que es su sadismo. Ese cinismo absolutamente monstruoso y asesino comprometido con la lógica del Proceso”, describe por separado haciendo una interpretación psicológica del film la lic. Adriana Abeles (ver aparte), una experta en temas de familia.

 

 

alfonsin01Lo cierto es que la historia de los Puccio emergió 30 años después y aporta un pantallazo de cómo fueron los últimos años de la dictadura y los primeros de la democracia. La película arranca con material de archivo donde se muestra a Alfonsín dando el discurso de “Nunca más”.

 

Así es, lo de Trapero de colocar las imágenes de Alfonsín al principio y luego las de Galtieri sirven para enmarcarlo en el contexto histórico. Este tipo (por Puccio) no podía tener 32 días a una persona secuestrada en democracia. Encima le dicen que le habían sacado la cobertura. De algún modo el oponente más grande que tiene Arquímedes es el cambio de momento. Para él, el gran problema que hay es que cambia la época”, apunta Piotti y dice descreer la ascendencia en el cuerpo diplomático del personaje y de sus tertulias con Perón. “En sí Arquímedes era un fabulador. Él fue empleado en la Cancillería, valija diplomática, son los tipos que llevan y traen, viajan, entonces de pronto hablaba de sus diálogos con Perón. No sé daba toda la apariencia de ser un mitómano, tal vez se lo cruzó alguna vez y le habrá dicho… ¡Buenas tardes General!”.

 

 

Para el final, el ex magistrado cuenta que se permite disentir con una de las cosas que deja flotando la peli de Trapero: que una de las primeras víctimas de Arquímedes era su propia familia, principalmente Alejandro. Y aporta un dato que no aparece en el filme: como los Manoukian habían sufrido un secuestro varios años antes de un tío, tomaron la precaución de comprar un BMW, uno de los primeros autos que venían con traba centralizada. “Se tomaron el trabajo de ir a una concesionaria en Libertador para ver cómo operaba el dispositivo – revela Piotti– . Ricardo Manoukian no hubiera parado nunca con su auto si se trataba de un desconocido, Alejandro era el entregador y tenía ese rol”, expresó contundente. Y cerró con la siguiente reflexión: “Si a los 25 o 26 años sos un exitoso rugbier, convocado para jugar en Los Pumas, tenés un buen pasar económico, no te pueden quebrar la voluntad y hacerte participar de hechos tan atroces. Alejandro no es una víctima. Por eso vivió atormentado, por eso se quiso suicidar 4 veces, por eso falleció tan joven, el peso de la conciencia existe. No lo pudo superar nunca, evidentemente debe haber tenido grandes diferencias con el padre, pero eso no lo exime de su responsabilidad penal”