Adiós al artista, amigo y vecino de Tigre Carlos Páez Vilaró. Zamora: Un legado lleno de colores

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24/2/2014. A los 90 años y en su casa de Punta Ballena, Uruguay, murió el multifacético artista, creador de la legendaria Casapueblo en Punta del Este. En el Municipio -dónde se encuentra “Bengala”, su casa atelier y un paseo con su nombre al ingresar a la ciudad- fue declarado ciudadano ilustre y realizó numerosas muestras artísticas. La última de ellas fue “El color de mis 90 años”, que se expuso en el Museo de Arte Tigre el año pasado. Aquí un breve repaso del artista de su prolífica obra de este lado de la orilla. Los reconocimientos y su mensaje en su última muestra en el MAT, “El color de mis 90 años”: “Tigre es un lugar tocado por la mano de Dios, pero no sólo por su geografía –dijo-, sino también por los seres que habitan esta tierra, tan únicos, tan fraternos. Más que las islas, es el abrazo con la gente lo que vale, la solidaridad, el hecho de poder tocar un timbre y que se abra una puerta mágicamente para atenderte. El Tigre mantiene ese señorío que sólo se hereda”, remató.

 

Tigre amaneció de luto tras la triste noticia que anunció la muerte de Carlos Páez Vilaró, un hombre que se consagró como el pintor del medio del río -por unir la ciudad y Uruguay- y cuyos colores quedarán para siempre en cada rincón del distrito. Durante su carrera, realizó varias exposiciones artísticas en el prestigioso Museo de Arte Tigre (MAT), en el que homenajeó al Delta y al distrito, como inspiradores de su arte.

 

 

Al respecto, el intendente de Tigre, Dr. Julio Zamora, afirmó: “Es un profundo dolor para Tigre despedir a un amigo, un vecinjulio zo y un prestigioso artista como lo fue Carlos Páez Vilaró. Un hombre que le aportó al distrito toda su magia para que miles y miles de personas lo puedan disfrutar en el Museo de Arte Tigre”.

 

Julio observó que Don Carlos “siempre aseguró que tanto el Delta como la ciudad, para él, significaban mucho; y nosotros desde el Municipio siempre le hicimos saber que Tigre era su casa y que su arte nos llenaba el alma. Lamentamos profundamente su pérdida, pero nos quedamos con un legado lleno de colores”. tigre paez

 

En el 2008, desembarcó en el MAT con la expo “Fragmentos”, hitos de su trabajo desde sus comienzos, que se consagró como récord de visitas. En Enero de 2011, el ex Intendente de Tigre, Sergio Massa y el entonces presidente del Concejo Deliberante, Julio Zamora, inauguraron el Paseo “Carlos Páez Vilaró”, un espacio público -ubicado entre las Avenidas García y Las Naciones Unidas- que da la bienvenida al ingresar a la ciudad.

 

Tras la apertura, Páez Vilaró, había afirmado: “Asociar mi nombre a un paseo, es permitirme quedar ensamblado al corazón de ese pueblo que tanto amo y respeto. Agradezco al Intendente Massa y a la comunidad tigrense por este gesto tan inmerecido pero que acepto con emoción porque sé con qué cariño ha sido modelado”.

 

PAÉZ Y EL TIGRE

 

Meses más tarde, el uruguayo volvió a deleitar a todos con “¡Gracias Tigre!”, un homenaje al distrito con obras que realizó durante las últimas tres décadas, creadas e inspiradas en la magnífica naturaleza de Tigre y su Delta. Fueron más de 30, los años en los que Páez Vilaró estuvo vinculado a la ciudad. Así fue que una antigua casona de madera de la zona lo cautivó. En ella armó su primer estudio, y desde la que soñó y proyectó su residencia “Bengala”, siguiendo las líneas arquitectónicas de su emblemática “Casapueblo” en Uruguay. La misma fue inaugurada en 2012 con una gran fiesta cultural, a la que asistieron funcionarios del distrito y destacadas personalidades del mundo artístico. Además, en el marco del evento se lo declaró ciudadano ilustre del distrito, entregándole una insignia conmemorativa.

 

Sin embargo, su huella más reciente en Tigre fue a mediados del año pasado con “El color de mis 90 años”, una muestra que rindió tributo al color blanco dónde el artista pudo desplegar toda su impronta, dando vuelo a sus ideas y creatividad. Miles y miles de personas pudieron visitarla durante varios meses; y así más de 100 obras del reconocido pintor volvieron a convertirse en protagonistas, dentro de las salas del MAT.

 

“Tigre es un lugar tocado por la mano de Dios, pero no sólo por su geografía, sino también por los seres que habitan esta tierra, tan únicos, tan fraternos. Más que las islas, es el abrazo con la gente lo que vale, la solidaridad, el hecho de poder tocar un timbre y que se abra una puerta mágicamente para atenderte. El Tigre mantiene ese señorío que sólo se hereda”, señaló Páez Vilaró en aquella oportunidad. Y con esas palabras se recuerda a un grande, un verdadero artista que supo con su pincel colorear los corazones de todos los viven en un Tigre que jamás lo olvidará.

Nació en Montevideo, Uruguay, el 1º de Noviembre de 1923. Marcado por una fuerte vocación artística, partió en su juventud a Buenos Aires, donde se vinculó a las artes gráficas. En la década del 40 se motivó por el candombe y la comparsa afro-oriental, vinculándose estrechamente a la vida del conventillo “Mediomundo”, dónde vivió.

 

Pintó decenas de cartones, compuso candombes para comparsas, decoró tambores y actuó como incentivador del folklore que luchaba en aquel entonces para imponerse contra la incomprensión. Además, viajó por una gran cantidad de países, pintó centenares de obras, realizó múltiples exposiciones y dejó su sello en monumentales murales. Se volcó a la pintura, escultura, cerámica, cine y literatura, dejando huellas imborrables.

 

Conoció a Picasso, Dalí, De Chirico y Calder en sus talleres. Asimismo, integró la Expedición Francesa “Dahlia” y en África logró realizar el film “Batouk”, distinguido por clausurar el Festival de Cannes. En 1972 vivió una de sus experiencias vitales más intensas cuando su hijo Carlos Miguel sobrevivió a la famosa “tragedia de los Andes”,  el accidente aéreo de un equipo de rugby uruguayo que luego fue llevado al cine. El aseguró que nunca perdió la fe en encontrarlo porque tenía a Dios de “copiloto”.

 

Vivía y trabajaba en Casapueblo, su “escultura habitable”, modelada con sus propias manos, sobre los acantilados que miran al mar en Punta Ballena, a 13 kilómetros de Punta del Este, Uruguay. Una construcción que funciona como hotel, museo y centro cultural en la confluencia del Río de la Plata y el Océano Atlántico.