Paula Menéndez, hija de la fundadora de El Nido: “Mamá era capaz de entender el lenguaje de los chicos desde otro lugar”
24/11/13. Hace poco más de dos meses la existencia de la Dra Ana María Menéndez, nervio motor y fundadora del Centro de Desarrollo Infantil y Estimulación Temprana de San Isidro se apagaba y su trabajo cobraba otra dimensión más extensa, más plural. En efecto, en poco tiempo –Marzo de 2014- “El Nido”, que brinda 2500 prestaciones al mes, por decisión de la Intendencia, sus compañeras de trabajo y el apoyo de cuantos la conocieron, llevará su nombre. Todos los días muere gente vital, entrañable, querible y al mismo tiempo nacen bebés -muchos de ellos prematuros, de contados gramos- y cuyo futuro está comprometido si no reciben la atención, el cuidado y el afecto necesario. Ella, precisamente, se ocupaba de esa tarea increíble realizada desde la trinchera del hospital público. Trabajaba más horas que la que su familia creía conveniente y lo hacía de modo silente, sin estridencias mediáticas, como muchos de los que ganan las portadas hoy de las revistas de actualidad y su norte era dar más vida. “Tenia una conexión muy especial con los chicos, era capaz mirarlos con otros ojos –desgrana María Paula Menéndez al evocarla-. Como hija, cuando demoraba mucho, me enojaba y hasta llegué a reprocharle algunas veces cuando llegaba tarde. ‘Pero si viste a dos pacientes, cómo estuviste toda la tarde!’, le decía. Capaz que cortaba la consulta y ella se tiraba al piso con el chiquito y le jugaba hasta lograr la conexión y poder llegar a él sin invadirlo ni molestarlo. No como hacen los médicos que te abren la boca, te miran a los ojos o te auscultan. Ella se involucraba en lo lúdico hasta alcanzar cierta confianza en donde llegaba a revisarlo sin que pegara un solo llanto”. Así la recuerda su hija, flamante presidenta de la cooperadora de “El Nido”. “Sentí la necesidad de estar en contacto con este proyecto porque era su sueño y de ese modo la tenia cerca”, suelta y narra en esta nota los secretos de un legado que se funda en el amor.
“No me imagino mi vida sin niños”, solía decir la Dra. Ana María y obraba milagros en infinidad de criaturas alumbradas con poco menos de un kilo. Pequeños cuerpitos de escasos gramos palpitantes. Sala de neonatología del Hospital Materno Infantil en espera. Vida en espera. La vida aguardando y un puente tendido. “Ella era neonatóloga de vocación”, define su hija María Paula al tiempo que cuenta que a su mamá desde siempre le encantó trabajar con chiquitos prematuros y con necesidades especiales. “Hace 20 años empezó con niños con Síndrome de Down, lo hacía en un consultorio muy pequeño con 4 o 5 pacientes que hoy en día superan los 200 chicos. Allí se empapó muchísimo sobre prematurez, trabajó en el Garrahan durante un tiempo. La Municipalidad de San Isidro – como se desempeñaba en el Materno Infantil- promovió que una o dos veces por semana fuera a ese centro de referencia infantil de Capital para formarse. De allí, trajo no pocos conocimientos y los aplicó en San Isidro”
Ya en su consultorio del Materno Infantil “se tiró a la pileta con nada, una estimuladora que concurría ad honorem, una fonoaudióloga y una psicopedagoga. Su trabajo era silente, allí siempre volcó sus mejores esfuerzos con los que menos tenían y los más necesitados”, añade María Paula y destaca que para su mamá significaba un desafío armar su proyecto en el hospital público. Obviamente muchas veces la deben de haber tentado para saltar a la actividad privada, tal vez mas redituable, pero ella sabía que San Isidro por la impronta que supo imprimirle ese notable pediatra, cinco veces intendente Melchor Posse y luego prosiguió su hijo Gustavo, contaba con un servicio municipal de salud de excelencia. Y con su tarea realmente demostró que las instituciones públicas pueden ser tan buenas o más que las privadas.
El Intendente Gustavo Posse al recordar cómo el municipio encaró las tareas de estimulación temprana observó que el primer lugar donde las llevaron a cabo fue “en el asentamiento de emergencia más grande del Conurbano al momento del nacimiento de la democracia, La Cava”.
“En ese momento tenia 32 mil habitantes –contabilizó Posse- hoy reúne a poco mas de 5000 en situación de villa, merced a los distintos planes que se llevaron adelante. En la casa parroquial de aquel momento, Casa de Galilea, a través de Alejo Fernández Mouján y de lo hecho por mi padre que era médico pediatra, se desarrolló el primer programa de estimulación temprana. Ahí nace la idea de Ana María: esa debía ser la nave insignia en materia de salud del municipio”, dijo durante el acto en que la ONG Propuesta Mujer anunció su idea de replicar este trabajo provechoso, dador de vida de San Isidro, que obviamente incidió de modo positivo en una sustantiva baja de la tasa de mortalidad infantil – en los albores de la democracia la tasa sanisidrense era la más alta del Conurbano y gracias al esfuerzo sostenido pasó de 26 al 7, cada mil nacidos vivos– en otras comunas y en el país (ver aparte).
DEL CONSULTORIO DE SEGUIMIENTO INFANTIL A “EL NIDO”
Para muchos el Centro de Desarrollo Infantil y Estimulación Temprana, El Nido surgió en el corazón y la cabeza de la Dra. Ana María Menéndez hace 16 años cuando se inició el consultorio de seguimiento del recién nacido de alto riesgo en el Hospital Materno Infantil.
“El Nido fue su sueño desde siempre – confía María Paula- . Ya cuando el consultorio quedaba chico pensaba: ‘Ojalá que esto pueda crecer, difundirse más, contener a más gente’. Realmente el Centro vino a cubrir una necesidad, porque el consultorio con la llegada de pacientes de distritos vecinos había quedado desbordado”.
Los números revelaban que la prematurez en la Argentina seguía siendo uno de los principales problemas de salud pública. La tasa de recién nacidos con peso inferior a 2500 gramos era cercana al 10 por ciento y la tasa de muy bajo peso (menores de 1500 gramos) iba de 1 al 2 por ciento. “Los avances de la tecnología han permitido que sobrevivan bebes de poca edad gestacional o de muy bajo peso o con patologías complejas, tenemos que abrir un centro que se ocupe de ellos”, enfatizaba la doctora Menéndez.
En 2007 presentó los primeros proyectos junto con al titular de Salud de entonces, el Dr. Gustavo Hirsch, el otro fundador de “El Nido”, actual secretario de Niñez, Adolescencia y Familia de la comuna. “No me olvido más hace 2 años mamá tuvo un llamado que le iluminó la cara: se había logrado la creación del Centro”, memora.
Y al rato desgrana: “No sólo le puso el cuerpo a la tarea asistencial sino que colaboró y siguió de cerca la construcción. Tenemos fotos de cuando iba con los obreros y -mate de por medio- les explicaba: acá va la hamaca, allá el barral para la estimulación”.
El centro alumbrado por la profesional dispone de una sala de estimulación temprana para los más pequeños, un sector para la atención de desarrollos motores (kinesiología), seis consultorios para la atención personalizada, un espacio con juegos y otro para la capacitación que se utiliza para supervisión de los casos clínicos, presentaciones, disertaciones y charlas.
“No hay mejor nombre que El Nido porque se comporta como un hábitat”, explicaba Ana y daba cuenta que el útero era el primer nido del bebé. Algunos se caen tempranamente y sufren las agresiones ambientales que son necesarias para vivir, como la incubadora y los pinchazos. “La función de este centro es cobijarlos, volverlos a anidar y darles un encuadre para que aprendan a volar en la vida”, detallaba. Y en ese centro que actualmente realiza unas 2500 prestaciones al mes se brinda un abordaje integral: comienza en la Unidad Neonatal, donde se implementa el protocolo de intervención mínima -se cumple todo lo que el recién nacido requiere para su mejor desarrollo, pero cuidando que no reciba una sobre estimulación que lo pueda perjudicar-. Luego de dado de alta, el niño pasa al Consultorio de Seguimiento de Recién Nacidos de Alto Riesgo donde hay una mirada interdisciplinaria de un equipo conformado por un pediatra con formación en neurodesarrollo y un equipo de estimulación temprana integrado por psicólogos, fonoaudiólogos, kinesiólogos, asistentes sociales, musicoterapeutas y terapistas ocupacionales.
TRABAR EMPATÍA
Claro que la cadena de afecto no quedaba ahí: luego esos prematuros de escasos kilos, ya grandes, cuando la superaban en altura y a su neonatóloga la cruzaban por las calles del pueblo la colmaban de mimos y ternura. “¿El caso más complicado? Fue el de una chiquita que, si mal no recuerdo, nació con 490 grs y hoy en día es una adolescente que anda feliz por la vida. Gracias a la ayuda del consultorio de neonatología, el cariño, el afecto y la contención logró superar un montón de trabas”, relata María Paula. Y al rato detalla que Ana María siempre logró una conexión especial con los chicos. “Ella mirándolos les entendía todo –asegura – Como hija, cuando demoraba mucho, me enojaba y hasta llegué a reprocharle algunas veces cuando llegaba tarde. ‘Pero si viste a dos pacientes, cómo estuviste toda la tarde!’, le decía. Capaz que cortaba la consulta y ella se tiraba al piso con el chiquito y le jugaba hasta lograr la conexión y poder llegar a él sin invadirlo ni molestarlo. No como hacen los médicos que te abren la boca, te miran a los ojos o te auscultan. Ella se involucraba en lo lúdico hasta alcanzar cierta confianza en donde llegaba a revisarlo sin que pegara un solo llanto”. Trabar empatía, ese era el secreto de esta mujer sin par
Para muestra baste esta anécdota de su hija: “Una sola noche bastó para que al ver a su nieto mamá me diga… “Este bebé no tiene hambre, padece reflujo, vos ponelo así o asá. Mamá era capaz de entender el lenguaje de los chicos desde otro lugar”, cuenta la joven que de ahora en más se desempeñará como presidenta de la Asociación Cooperadora de El Nido. “Sentí la necesidad de estar en contacto con este proyecto porque era su sueño y de ese modo la tenía cerca. La Dra Fattore (María José, actual directora del centro y discípula de Menéndez) me llamó y me convocó. Siempre estuvo la idea de crear una cooperadora, pero había quedado inconclusa y me pasaron la posta”, resume la hija. Seguramente transitará una buena huella. Historia de legados y aprendizajes, de develar que en aquello de trascender en el corazón de los otros, reside también un misterio que va más allá de la vida.