Malvinas. Jorge Colombo y una historia para ser contada: “Estuve en el lugar justo en el momento indicado, hundimos al 1er buque británico de la historia argentina”

1/4/13. Con motivo de conmemorarse mañana 2 de Abril, el 31 aniversario de la Guerra de Malvinas y el Día del Veterano y de los Caídos, reproducimos una entrevista que tuvo lugar el año pasado con el hombre que condujo la escuadrilla de aviones Súper Etendard que pasaría a la historia mandando al fondo del mar, “buen hierro inglés” y propinándole el mayor golpe a los ingleses en Malvinas. En esta entrevista con CONtinta NORTE,  el capitán de navío (RE), Jorge Colombo, vecino de San Isidro, cuenta detalles del hundimiento del Sheffield. Mortalmente dañado, el moderno destructor inglés sucumbió en las heladas aguas del Atlántico sur un 4 de Mayo. Esa foto del gran navío inglés envuelto en llamas por el impacto del exocet logró dar la vuelta al mundo. El éxito de la misión -considerada por los expertos como de una audacia y técnica admirables- obligó a la flota inglesa a alejarse muy al este de las islas Malvinas, lo cual complicó notablemente sus operaciones aeronavales, tal cual ellos mismos lo reconocieron. Colombo, dueño de una foja de servicio impecable, condecorado por su desempeño en combate, habló de la guerra, del heroísmo de nuestros pilotos, de la desmalvinización que campeó durante bastante tiempo, no obvió el valor estratégico de las islas, calificó como una “irresponsabilidad supina de la Junta Militar” el embarcar al país en “un conflicto que nos alejó 100 años de la solución” pero con todo, deslizó: “Hay mucho de rescatable en Malvinas. Todas las guerras tienen miserias y uno tiene que superarlas, empezando por las propias. Yo no soy sociólogo, menos aún sociólogo militar, pero todas las guerras más allá que sean justas o no, como decía San Agustín, tienen sus aspectos rescatables o miserables, depende lo que uno quiera mostrar y porqué. Yo me quedo con lo rescatable que ha tenido para nosotros”.

Napoleón Bonaparte solía decir que la victoria tiene cien padres pero la derrota es huérfana. Por lo general nadie quiere hacerse cargo de ellas y la picota cae pesadamente sobre los derrotados. Durante muchos años, hablar de Malvinas era abrevar y repasar el conflicto bélico que se desató en 1982 por decisión del Gobierno militar, pero Malvinas es mucho más que la guerra, es parte de nuestra historia reciente.

Buenos pasajes de esos años estuvieron determinados por el silencio y el olvido, la desmalvinización  y sólo mostraron una visión parcial de la historia: la de los chicos de la guerra, su escaso entrenamiento, la frustración y el desengaño, la incomprensión y las secuelas de un conflicto bélico absurdo y doloroso – desde luego que no existen dudas acerca de los legítimos derechos de la Argentina sobre el archipiélago tomado por la fuerza en 1833 por los ingleses- , pero estos sirvieron de coartada, en un desesperado intento frente a la creciente caída de apoyo social que experimentaba el gobierno militar de entonces para encaramarse en una guerra que nos hizo perder muchísimo terreno en el campo diplomático. Obviamente en Malvinas hubo también páginas de gloria escritas por nuestros soldados de las que poco se habló.

Durante un largo período se prefirió eludir la autocrítica, nadie quiso hacerse cargo de la derrota, tres décadas pasaron hasta que se rescató el trabajo de un digno general de la Nación, Benjamín Rattenbach, que elaboró en 1983 un informe a pedido de la Comisión de Análisis y Evaluación Político Militar de las Responsabilidades del Conflicto del Atlántico Sur. El informe califica la Guerra de Malvinas como una “aventura irresponsable”.

Ese informe, recientemente desclasificado, hace notar también extraordinarios actos de valor, la entrega y pericia de numerosos pilotos que respondieron cabalmente a las exigencias de la guerra en ataques, hasta entonces inéditos, contra buques de superficie, señalamientos sobre la actuación de la artillería de campaña, la entrega del Regimiento 25 de Infantería, de la aviación naval y del Batallón de Infantería de Marina 5.

“Yo dirigí la escuadrilla argentina que les hundió el primer buque a los ingleses”, suelta emocionado el capitán de navío (R) Jorge Luis Colombo. Ante un salón Victoria Aguirre repleto, el hombre explicó que a él le tocó estar en el lugar justo en el momento indicado y en una breve entrevista concedida a este medio, el héroe de Malvinas, aunque por modestia poco le agrade la definición, explicó que la  

desmalvinización que supo campear durante un tiempo no gravitó ni para él ni para sus  pilotos. “Nosotros nos reunimos desde hace 30 años todos los 4 de mayo, siempre lo pasamos muy bien recordando cómo mandamos al fondo del mar buen hierro inglés. Por eso le digo, lo que fue para nosotros Malvinas, nunca dejó de estar presente. El resto de la gente, la mayoría silenciosa como comúnmente se la denomina, tiene otro tipo de preocupaciones, está ocupada -por ejemplo- en cómo viaja en el furgón del Mitre o cómo llega con su salario a fin de mes”, indicó.

Con una foja de servicios impecable, este avezado aviador naval, instructor de vuelo, experto en estrategia, piloto de combate de portaviones, que operó en el “Independencia” y el “25 de Mayo” durante 25 años, acumulando la friolera de 6000 horas de vuelo, en los 80 fue destinado a Francia para empaparse en el manejo de los aviones Súper Etendard. Él condujo la escuadrilla en Malvinas que en el 82 logró hundir con un certero impacto de Exocet al destructor inglés “Sheffield”, uno de los más modernos de la flota británica.

Parafraseando a Winston Churchill, nunca tan pocos – solo diez pilotos argentinos de los 40 que tenia a su cargo, cuatro aviones franceses Súper Etendard y cinco misiles Exocet- hicieron tanto para complicarles la vida y las operaciones a la Fuerza de Tareas británica (Task Force) que participó en 1982 en la Guerra de las Malvinas.

Las crónicas de época revelan que operando desde su base en Río Grande (Tierra del Fuego), el 4 de mayo de ese año los diez pilotos argentinos, que eran los únicos en el país entrenados en el vuelo de los sofisticados Súper Etendard, pertenecientes a la II Escuadrilla Naval de Caza y Ataque, perpetraron un demoledor ataque al moderno destructor tipo 42 HMS Sheffield, ubicado a la vanguardia de la flota inglesa

POR UN ASCENSOR. Ciertamente, ese equipo que pasaría a la historia había sido conformado, muchos años antes, atendiendo al tamaño de un ascensor. “Cuando la Armada, a fines de los años setenta, vio que los A4 de la aviación naval se estaban poniendo viejos -memora Colombo-, pensó en reemplazarlos por otros A4 y recurrió al mercado norteamericano. Por esa época (1977) estaba en vigencia la restricción en la venta de armamentos a la Argentina por el tema de los derechos humanos, así que los Estados Unidos no nos quisieron vender. Se buscó un avión naval que entrara en nuestro portaaviones, el “25 de Mayo”. Entrar en un portaaviones no quiere decir solamente que pueda enganchar en la cubierta y ser catapultado, sino que entre también por el ascensor de la nave”.

El único que cumplía tal requisito era el Súper Etendard, fabricado por Dassault-Breguet (Francia), cuya adquisición implicaba un salto tecnológico muy grande para la Armada. La empresa tenía una línea montada y se podían sacar 14 aviones para la Argentina (de los cuales sólo 5 llegarían al país). Se envió a Francia a diez pilotos con mucha experiencia –entre ellos como dijimos el mismísimo Colombo-, porque se trataba de un avión muy difícil y exigente. Llegaron a París a fines de 1980 y regresaron a la Argentina en 1981, con aproximadamente 45 o 50 horas de vuelo cada uno. En noviembre de ese año tuvo lugar el bautismo oficial de la escuadrilla, que estaba instalada en la base Comandante Espora y un 31 de marzo del 82, Colombo fue llamado a la jefatura de la fuerza. “Mañana desembarcamos en Malvinas”, le dijeron.

UNA ESCUADRILLA QUE FUNCIONÓ COMO EQUIPO Y LA HAZAÑA. Cuando se repuso del asombro ya estaba trabajando…, y haciendo trabajar. Los pilotos tuvieron que prepararse contra reloj: en sólo quince días debían estar listos para operar. “Nosotros tuvimos el sistema de armas más moderno que existía en la época –confió ante CONtinta NORTE-. De hecho se trataba del famoso binomio Súper Etendard-Exocet. Para ponerlo en lenguaje de la tribuna: yo simplemente tuve la suerte de ser como Pep Guardiola y tener muchos Messis en mi equipo, sólo los conduje, eran todos profesionales de primera categoría, excepcionales, así que las cosas tenían que salirnos bien”

El aviador y marino cuenta que se trataba de gente experimentada, él era el más grande del grupo con 43 años por entonces y sus pilotos iban desde los 39 hasta los 30 años. “Toda gente formada, pilotos de portaviones –describe-. Ellos se jugaban la vida a ras del agua para no ser interceptados por los radares enemigos”.

Los hombres que salieron aquella brumosa y destemplada mañana del 4 de mayo con malas condiciones de vuelo fueron el capitán del navío (R) Augusto Bedacarratz y el capitán de corbeta (R) Armando Mayora, ambos cumplieron un ataque “bajo lóbulo”: una penetración baja para evitar los radares y las defensas aéreas de la flota enemiga. Para peor de males, esporádicos chubascos complicaban la misión, pero de algún modo les daban la tranquilidad también de que iba a ser muy difícil que los Sea Harrier ingleses los pudieran encontrar. A unas 30 millas del blanco, la pareja de pilotos rompe el silencio autoimpuesto y a la salida de un chubasco se da la orden del lanzamiento

El ataque de los Súper Etendard argentinos, que se produjo a las 11.2, impactó en el destructor Sheffield, al que dejó herido de muerte. Veintiuno de sus tripulantes perdieron la vida, y tras un incendio imposible de controlar, el buque se entregó mansamente a las profundidades del Atlántico.

Colombo cuenta  que en toda la guerra no tuvo una sola baja, no destruyeron ningún avión ni capturaron a ningún piloto. “Siempre pudimos escaparle a los ingleses –dice-. Operábamos desde la base aeronaval Río Grande con reabastecimiento en vuelo, nunca pudieron atraparnos”.

Este hombre que pidió su retiro efectivo de la fuerza en 1993, con amplios conocimientos en estrategia y ofreció no pocas conferencias sobre la Guerra del Atlántico Sur en Lima, Guayaquil, Montevideo y México describe a la guerra como “relativamente corta pero muy dura”. Sanisidrense por elección – “Soy porteño del barrio de Las Cañitas, vivía frente al Hospital Militar, pero me mudé a San Isidro hace muchos años porque mi mujer es de San Fernando, nacida en Zona Norte y ya de joven me gustaba remar en el Club San Fernando. Finalmente ya hace añares me instalé acá”, relata y admite que la aventura familiar la iniciaron dos – él y su mujer María Isabel Kiernan- pero ahora entre hijos, yernos nueras y nietos, “somos casi 20”. Colombo no olvida el respaldo afectivo que le brindaron los suyos pero al consultarlo sobre si los más benjamines saben de sus hazañas desliza: “Mis nietos tienen un cajón lleno de libros escritos por la historia, ellos por supuesto que saben que su abuelo participó de la guerra y comandó la escuadrilla que hundió al Sheffield, pero algún día tal vez abundarán en eso. A mi particularmente no me desvela, no es que no me interese. Sigo reuniéndome con mis pilotos, como seguramente le ocurrirá a Guardiola con sus jugadores del Barcelona”, retomando la comparación futbolera.

Apelando a una mirada positiva, sin obviar las responsabilidades, este veterano de guerra pone en valor las cosas buenas que tuvo Malvinas. “Entreviste a los entonces conscriptos del Batallón de Infantería de Marina N 5 al mando del capitán Robacio que le causó innumerables bajas a los ingleses –sugiere- . Ellos podrán contarle historias similares a las mías de entrega y patriotismo. Hay mucho de rescatable en Malvinas. Todas las guerras tienen miserias y uno tiene que superarlas, empezando por las propias”, define.

A la hora de hablar de responsabilidades Colombo es tajante: “El acto de la Junta Militar fue de una irresponsabilidad supina, que en buen romance significa suprema. Esa desaventurada decisión nos alejó mucho tiempo de encontrarle una solución al asunto. En la época que se inició el conflicto, Argentina tenía un tratado de comunicaciones con las islas que les era muy importante a los ingleses, la decisión de hacer la guerra nos llevó 100 años atrás”, estima al tiempo que entiende que será muy difícil su recuperación.

El militar destaca como hecho no menor que Argentina enfrentó a dos países integrantes de la NATO, Gran Bretaña con su aliado histórico Estados Unidos. “Geopolíticamente esa isla es estratégica, no solo por la riqueza ictícola o petrolifera, está en las puertas de dos océanos, tiene proyección sobre la Antártida, sobre el estrecho de Drake y hoy es el único enclave que tiene la NATO en el Atlántico Sur. Cualquier avión de ellos puede aterrizar en Malvinas”, precisa.

DESTRUCTOR DEL DIÁLOGO. Sin dudas, a 30 años de Malvinas es importante recordar como héroes a quienes dieron su vida por la Patria y también a aquellos que se destacaron escribiendo páginas de gloria en el ejercicio de la defensa nacional. La imagen del gran destructor inglés hundiéndose envuelto en llamas dio vueltas por el mundo, Colombo y sus hombres fueron protagonistas de esa hazaña. San Isidro Tradicional supo reconocerlo así confiriéndole un premio a este vecino que luchó en Malvinas. Por estos días, un enorme destructor ingles, el “HMS Dauntless” realiza una travesía hacia el Atlántico Sur y los británicos hacen gala del tremendo poderío militar de la nave sin dejar de señalar que la soberanía de las islas que usurparon “no es negociable” y que siempre “respetarán” la autodeterminación de las tres mil personas que viven allí. Un nuevo destructor, no pocos entienden que del diálogo que debería primar para resolver esta cuestión de la soberanía en el campo diplomático, fue enviado por los ingleses. Al parecer 30 años han pasado sin demasiado margen para que medien las palabras. Como deslizó la jefa de Estado recientemente: “Solamente la fuerza de la palabra, de la razón y la justicia puede ante la fuerza de la guerra y de las armas“. Nada más cierto.