Habemus Papam. Jorge Mario Bergoglio, el primer Papa Argentino. Un jesuita al frente de la Iglesia Católica

 

13/3/13. Hace instantes con la clásica frase habemus papa, se dio a conocer el nombre del Sumo Pontífice. Se trata de quien era Arzobispo de Buenos Aires Jorge Mario Bergolglio. Tiene 76 años, cosechó la mayoría de votos y el hasta entonces cardenal ha elegido el nombre de Papa Francisco 1. “Buona sera” fueron las palabras del Papa Franchesco 1ero a poco de asumir para luego rezar el primer padre nuestro con los feligreses reunidos en la plaza del Vaticano que celebraron su designación.

 

Joven, con buena salud y reformador. Hasta ahora, ésas parecían ser las premisas ineludibles para comenzar a buscar al nuevo Papa. Pero en los últimos días la primera condición parece perder importancia y gana puntos la tríada de reformador, mayor y con no demasiados achaques. Se busca un nuevo Roncalli, (Juan XXIII, Angelo Giuseppe Roncalli, fue el papa número 261) papel en el que muchos ven al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, que se parece en muchas cosas al Papa Bueno

Bergoglio ya había cosechado muchos votos en el cónclave anterior y se convirtió en el favorito del sector moderado-progresista y, por consiguiente, en el principal rival de Ratzinger. Tanto que, según algunas indiscreciones, el purpurado jesuita se habría levantado en el cónclave, para pedir a los cardenales, entre lágrimas, que no lo siguiesen votando.

Jesuita recto, dialogante, sencillo y sumamente austero, se desplaza en metro o bus por Buenos Aires y no le gusta que llamen eminencia. Cuando le preguntan cómo han de dirigirse a él siempre contesta diciendo: padre Bergoglio.

Capaz, inteligente, profundamente espiritual y hombre de una sólida personalidad, no se arredraría a la hora de meter en cintura o de reformar en profundidad a la Curia romana. Uno de los cometidos que todos los cardenales parecen considerar prioritario en la labor del nuevo Papa.

Una reforma de fondo, que persiga una mayor colegialidad y rescate del ostracismo la sinodalidad ya apuntada en el Vaticano II. Como dice el cardenal Kasper, otro emérito de prestigio, “la Iglesia necesita transparencia y colegialidad. Hay que salir del cerco del centralismo romano”. Y añade: “Cambiar la Curia es una prioridad”.

Con Bergoglio en el solio pontificio la Iglesia no solo ganará un nuevo Roncalli, sino que además realizaría un salto epocal al otro lado del Atlántico con red. Es decir en manos de un papable fiable, con experiencia , decidido, de los que no le tiemblan el pulso, “limpio” y con agallas para terminar la limpieza que no pudo o no le dejaron hacer a Benedicto XVI : el IOR, banco vaticano, y la Curia. Un nuevo Roncalli del cono sur con raíces turinesas. Un jesuita para reformar la Iglesia.

Fuente: primeraediciónweb.com.ar/AICA/CONtinta NORTE