PANCHO DOTTO por primera vez descansando por el Este. EL REPOSO DEL GUERRERO

21/2/13. El fin de 2012 fue para él un momento de replanteo, de entender que en la vida además del trabajo que le insumía buena parte de sus horas, existen otras cosas. Que debe existir un equilibrio entre lo laboral y lo personal. Al fin de cuentas: en esta vida efímera  el tiempo es el tesoro más valioso con que cuenta el hombre. En esta nota habla del éxito, de sus alegrías y tristezas y las razones que lo llevaron a tomarse un impasse en desfiles y eventos. Distendido, sereno y cada vez más reflexivo cuenta por qué tomó distancia para ver la vida desde otra perspectiva. “La pasión jamás se pierde, solo se trata de saber dosificar el esfuerzo”, dice.

 

 

 

 

 

El hombre desde siempre estuvo enamorado de la Zona Norte y de Punta del Este. Juan Francisco “Pancho” Dotto cuenta que desde los 14 años vivía en Belgrano pero cada tanto se hacía de tiempo para llegarse a San Isidro. “Hace 12 años pude cumplir mi sueño y mudarme a Punta Chica, que es más o menos lo mismo”, asegura. “Aunque no lo creas ya de adolescente tenía un autito, salía con mis amigos, pasaba por la calle Vito Dumas y siempre me impactó esa bajada”, dice tal vez porque a pocos pasos de ahí, en un rincón de la barranca, existía un cálido e íntimo restó al que los noctámbulos conocían como “La Foret”. Hoy vive a pasos de ahí, en una casa a la que remodeló a su gusto y a la que siempre está cambiando y restaurando. También desde hace más de 25 años recaló con sus chicas en Punta del Este y es una suerte de embajador sin cartera del mejor balneario de Sudamérica. Gracias a él la revista Vanity Fair de Italia, envió especialmente al fotógrafo Maki Galimberti y al periodista Giovanni Audifredi para conocer la península y sus zonas de influencia.

 

 

Un 26 de diciembre del ’88 Pancho desembarcó en Punta con la expectativa de armar algo importante y lo hizo. Con mucho empuje, profesionalismo y no poco talento, primero recaló con un puñado de modelos –entre las que se encontraban Valeria Mazza, Julieta Kemble, Carolina Peleritti y Andrea Bursten- en un pequeño departamento de la Roosvelt y como a muchos lo seducían las puestas de sol en Solanas. “Me acuerdo que íbamos a tomar mate todas las tardes a Solanas enfundados en una remera que decía “Pancho Dotto Model Agency”; todos nos miraban y no entendían nada”, evoca con nostalgia el hombre que marcó un antes y un después a la hora de hablar de criterio estético y hoy es sin duda el manager número uno de la región con su Dotto Models.

 

Con el tiempo se instaló más al Este, descubrió la sugestiva belleza de José Ignacio y fue el alma mater de los eventos sociales más convocantes del verano esteño. Armó su propio desfile que se realizó cada año como un clásico en las primeras arenas de The Setai, en el puente de acceso a José Ignacio. A esto le sumó una fiesta en su chacra Paraíso de Mar, en La Fontana, que pronto se convirtió en otro infaltable de la temporada. Pero este 2013, ciertamente,  fue un año de replanteos para Dotto. A poco de despuntar Enero, en diálogo con su amigo Berch Rupenián por el aire de Concierto FM, el empresario contó que había decidido hacer un impasse en sus desfiles por el Este.

 

 

Precursor si los hay, perfeccionista el extremo, Pancho habría experimentado el cansancio de lidiar con alojamientos, sponsors y demás tareas. ”Hace 28 años que no me tomaba vacaciones, pero en realidad tampoco lo son, pasado mañana parto a Chile para entrevistarme con un cliente en el Hyatt”, supo confiarle a CONtinta NORTE el empresario de Punta Chica, al producirse su reaparición, como uno de los invitados VIP en la concurridísima fiesta de la Revista Gente en los jardines de Conrad.

 

 

Durante los días previos, sus amigos el martinense Emiliano Fitá, el Dj de Acassuso Héctor Suasnábar fondeado por la zona de Montoya, el animador uruguayo Chupete Herrero y hasta el diseñador barcelonés Custodio Dalmau, también conocido como Custo Barcelona lo tentaron con la vuelta y se dio. “Estaba en mi chacrita de Entre Ríos cuando me llamó Custo. Me dijo: ‘Hombre, ¿qué pasó que voy a Punta del Este, organizo un desfile en la playa Montoya y tu no vas a estar?'”. Así que se produjo el retorno y la temporada recuperó a uno de sus grandes animadores pero de otro modo. “Estoy cambiando. Lo de Custo fue un detonante. Ahí decidí venir, pero no me tomé el Buquebús. Lo hice manejando. ¿Sabés cuánto tardé desde Entre Ríos hasta acá? Doce horas. Fui parando, mirando… Disfruté por primera vez el viaje“.

 

TIEMPO PARA EL TIEMPO Y UN RATO MÁS. Alejado del ritmo febril que supo imprimirle a su actividad, a decir verdad Pancho ponía el cuerpo, estaba y se ocupaba hasta del más mínimo detalle, el hombre decidió bajar las revoluciones. “No voy a estar pintando la pasarela como lo hice otros años”, se quejó y al rato reflexionó: “Cumplí 57 años ya no estoy para esas cosas”.

 

“Siempre decía que lo mío era esfuerzo y dedicación, que esa preocupación constante me llevaba a no tomarme vacaciones; antes decirlo era un orgullo y ahora me parece una pena“, desliza. “Me llevó muchos años darme cuenta de que tenía que hacer algo por mí. Ahora lo estoy haciendo”, dice al tiempo que confiesa que durante el 2012 que quedó atrás hubo muchas cosas que lo hicieron meditar y fueron un poco el disparador de su cambio de actitud. “Uno de los clics más grandes fue la muerte de Blanquita, la hija de Pampita. Aunque ya no trabaje conmigo, Pampa es mi familia, después de diez años de trabajar juntos, con tanta intensidad. Cuando dieron la noticia de que Blanca estaba internada, pensé que no estaba tan mal porque siempre en los medios agrandan las cosas. Pero ese viernes a la noche me desesperé. Quise alquilar un avión privado para viajar. Eso me golpeó mucho”, admite y a la hora de rememorar pérdidas suelta que también lo movilizó la muerte de Pablo Santamarina – el esposo de Cecilia Züberbuhler fallecido en julio del 2012- al que definió como  ”una persona muy sana, muy buena. Me lo encontraba siempre en situaciones frívolas, pero nosotros nos abrazábamos como si fuéramos primos, y charlábamos de otras cosas”

 

El hombre que hablaba acelerado, como vivía, ahora lo hace en forma pausada, con la voz quebrada y la sensibilidad a flor de labios.  El tema de la “lista de pendientes” antes de partir parece preocuparlo sobremanera. Recuerda que vio morir a uno de sus más íntimos amigos, que se dejó operar cuando ya no tenía esperanzas porque quería un tiempo más de vida para “resolver sus asuntos“. Es que ese Pancho estructurado y perfeccionista pareciera entender lo efímero del tiempo en esta vida, resignificarlo y darle un nuevo sentido. “Hay sociedades que viven la vida creyendo en Dios, en las etapas de la vida, que hay una que es inexorable: la muerte, y van madurando y dándole valor al tiempo para llegar plenos a ese momento”. Dice que nunca se dio tiempo, que siempre lo hizo por quienes trabajaban con él. “Para mí lo más importante siempre fue el laburo – admite– . En el 95, ya estaba cansado de muchas cosas de mi trabajo, entré en la Clínica Adventista y el pastor me sugirió hacer una lista con lo que quería cambiar. A fines de ese año, el pastor me mandó una carta. Era mi lista. No había cumplido nada. Y desde entonces, hasta ahora, nunca cambié”.

 

“Cuando cumplí 50 –evoca- , los festejé con mi hermano menor, mi madre y el pastor. Salimos a caminar, y hablamos de mi vida, de esta de la que quiero despegarme. Le agradecí a Dios por haber llegado a los 50, porque siempre viví muy intensamente. Nunca paré. Era como si quisiese convencerme de que todo eso que hacía me llenaba. Yo no soy un tonto, me considero una persona pensante. Sé que he perdido el tiempo en cuidar a la gente en vez de cuidarme a mí”.

 

LA LISTA Y SABER DOSIFICAR EL ESFUERZO. A la hora del balance, Dotto dice que tuvo la suerte de haber conocido el amor y compartirlo con mujeres maravillosas a las que no supo cuidar, precisamente porque era un adicto al trabajo. “Recuerdo cuando estaba de novio con Elizabeth “La Tota” Márquez. Ella estaba enamorada de un adicto al trabajo. Después de tres años y medio juntos, estábamos acá, en Punta del Este, y decidió irse. Yo no podía creer. Ella estaba haciendo algo que yo debería hacer, que era protegerse, porque vida hay una sola. Lo único que tenemos es este momento. Lo que pasó ayer es una anécdota y lo que va a pasar después nadie sabe. Somos dueños del ahora”. Con todo, sabe que al darse cuenta aún está a tiempo de cambiar, entiende que la libertad es interna, que si bien disfruta el hecho de descubrir a las chicas más lindas, también debe darse tiempo para disfrutar más y ocuparse de sus temas pendientes

 

 

Quienes lo saludan por el Este –en verdad una legión de seguidores- ven a un Pancho Dotto, distendido, relajado, radiante, feliz, gozando a pleno del edificante airecillo uruguayo para volver con nuevos bríos. Es que como los gladiadores del ring, siempre es bueno cambiar el aire, darse un tiempo, un instante, tomar distancia para ver la vida desde otra perspectiva. “La pasión jamás se pierde, solo se trata de saber dosificar el esfuerzo”, como bien resume.