
Tienen entre 20 y 70 años. Algunas son profesoras o psicólogas sociales, otras amas de casa, las más jóvenes estudiantes de carreras universitarias. Pero cuando atraviesan la puerta del Hospital y se calzan el guardapolvo rosado, sonríen con idéntica satisfacción y se mueven bajo la misma consigna: ayudar y ofrecer siempre la mano tendida a quien la necesite.