“Para nosotros es un orgullo que de entre los 750 cuarteles de Bomberos del país, el de San Isidro sea uno de los pocos en contar con una formación musical que nos prestigia dentro y fuera del partido”, confiaron Juan Forestier y Carlos Marchetti, presidente de la Sociedad bomberil y el titular del Cuerpo, al unísono. Descubra en esta nota la enjundia y tesón de un grupo de vecinos, que a pesar de los distintos avatares económicos del país, como aquellos músicos mineros de Grimley que pintara magistralmente el film social inglés de Mark Herman, en ese fresco de la Gran Bretaña tatchereana donde la pasión por la música se impone y rescata lo mejor del espíritu colectivo con su bagaje de valores.


De hecho la tarea que prestan estos servidores a la sociedad es a todas luces invalorable. No tiene precio. Unas 120 salidas mensuales los tienen como socorristas de los casos más dispares: están cuando se cae un ascensor, acuden en rescate de evacuados por inundaciones, se ocupan de gatos pendiendo de una rama, liberan a aquellos que quedaron atrapados entre los hierros retorcidos de un auto siniestrado y se tutean a diario con el peligro cuando deben internarse en verdaderas calderas ardientes. Su increíble oficio consiste en impedir las tragedias que generan otros y tienen que tomar la decisión acertada, a veces, con los escasos recursos que tienen a mano. Se juegan la vida en cada intervención para proteger a la comunidad y lo hacen con una vocación de servicio enorme.