Posse lo propuso para descomprimir la superpoblada Panamericana. Monorriel, la vía para salir del hacinamiento automotor

10/4/12. Son realidades molestas que trastocan nuestra vida. Salir de casa por la mañana a enfrentar el día puede convertirse en una verdadera odisea, un rutinario suplicio que se devora nuestro bien más preciado: el tiempo, sin que muchos se preocupen siquiera por encontrarle la vuelta al dilema. Por día se vende en el país un auto cada cinco minutos y para fin de año se estima que circularán cerca de 800 mil automóviles nuevos por las calles. En la Gran Ciudad hay cerca de 1,5 millón de autos radicados y se estima que la misma cantidad ingresa cotidianamente desde el Conurbano. Muchos de ellos por la ya saturada Autopista Panamericana. El crecimiento exponencial del parque automotor ha hecho que las Autopista Pascual Palazzo, concesionada y ampliada en los 90 durante el gobierno de Carlos Menem – una obra fuertemente resistida pero que demostró ser necesaria en el tiempova quedando pequeña para los miles de rodados que a diario se trasladan a la Capital. La última semana el Intendente de San Isidro Gustavo Posse se atrevió a ponerle el cascabel al gato: “Si en lugar de ir cada uno en su propio vehículo a Capital se lo hiciera en un medio de transporte moderno, seguro, de bajo impacto ambiental como el monorriel, existirían muchos autos menos en las carreteras –razonó-. Cada vez que un automovilista, se sube a un medio público de transporte de calidad para trasladarse a la ciudad estamos disminuyendo el hacinamiento de las calles, sumando calidad de vida, apelando a una mejor utilización del tiempo, bajando la cantidad de accidentes y muertes viales, apostando por una mejor defensa y cuidado del medio ambiente”, valoró. Los defensores de este medio de transporte aseguran que es más moderno, masivo y económico que subtes, trenes, taxis y ómnibus. Posse dejó entrever que esta alternativa está siendo considerada por los jefes comunales de la Región Norte y a la hora de las consideraciones fue taxativo: “San Isidro es un distrito que puede opinar respecto de lo que pasa con la principal autopista del país, que por cierto la atraviesa. También rescató las bondades del monorriel “es la única oportunidad que hay de construir mayor kilometraje de vías de conectividad por mes y por año con muy bajo impacto ambiental”. Sugirió la posibilidad de hacer un llamado o un concurso de ideas a nivel nacional para analizar la cuestión, abriendo el debate y aportando una solución para que desplazarnos deje de ser una pesada carga que pueda ponernos al límite como al protagonista del cuento de Cortázar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Levantarse, salir de casa, abordar el auto y manejar por la Autopista hasta llegar al trabajo  o cumplimentar un trámite en la Gran Ciudad puede no ser lo más aconsejable si lo que se desea es viajar cómodo, seguro y rápido.

 

Más temprano que tarde, nos entregamos a la vorágine que nos plantea el diario vivir y nos topamos con el drama de una trama urbana saturada y autopistas que ya no dan abasto. A que negarlo, viajar se ha convertido en una verdadera tortura y nos enfrenta a lo peor de nosotros mismos. Gritos, bocinazos, ánimos encrespados a causa de la inmovilidad enervante, poner en marcha el motor para tan solo avanzar unos pocos metros, tratar de mantener el lugar en la fila india mientras la mamá de la cuatro por cuatro nos tira esa suerte de tanque German encima para ganar unos cuantos metros; en fin la lucha de unos contra otros saca a relucir lo peor, y para colmo de males, persiste la contradictoria sensación del encierro en plena selva de máquinas pensadas para correr.

 

 

La realidad del transporte público es uno de los tantos dramas cotidianos con los que deben convivir los vecinos tanto de la Capital Federal y como del Conurbano. Y si se piensa en el tren o el colectivo se pueden padecer las mil formas de viajar como ganado, hacer pruebas de faquir por aquello de que “siempre puede haber lugar para uno más”, aunque advertimos que muchos dan claras señales de desconocer el desodorante, o descubrimos como, en un abrir y cerrar de ojos, podemos convertirnossin desearlo- en el ingeniero del cuento de Cortázar perdido en la laberíntica Autopista del Sur.  Nada nuevo se agregaría al decir que llegar al microcentro en horas pico es una tarea titánica ni tampoco es una novedad que el sistema está desbordado y colapsado. El accidente del tren Sarmiento en la estación Once, con sus 51 muertos y 700 heridos, es una prueba de ello..

 

 

 

Hay quienes creen que las ciudades están enfermas y escapan con los suyos a paraísos artificiales rodeados por lagos y palmeras exóticas que prometen descanso y seguridad. “Cuanto más lejos, mejor”, piensan con afán negador. Lo hacen en procura de mayor tranquilidad pero descubren que las distancias para llegar a esos ensoñados enclaves de relax resultan eternas.  Tardan, pero caen en cuenta, que no se puede tapar el sol con un dedo.

 

 

 

Es más, los recurrentes embotellamientos de la Autopista, la Lugones o Illia los devuelven a la ingrata realidad de advertir que se ha dilatado aún más su estada en esos limbos metálicos que en otros sitios más placenteros. No por irse más lejos los problemas desaparecen. Ellos también están hartos de pasar de la primera, al punto muerto, al freno de pie o al de mano, así una y otra vez hasta entender que el reloj atado a la muñeca se consume parte de sus días. En efecto, dos horas de ida y otras tantas de vuelta hacen a la mitad del tiempo ocioso en el que dicen se dividen los días. El hacer valer la máxima ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y las restantes para la recreación en ese esquema resulta por lo menos utópico y se da de patadas con la distensión declamada y prometida.

 

 

 

AGGIORNARSE SOBRE LA MARCHA

 

 

 

Ante esa realidad y teniendo en cuenta los costos del soterramiento de vías, que el transporte fluvial aún no se ha convertido en alternativa por el valor del pasaje y que de la mano de un “boom” automotor, tristemente nacen en las ciudades más autos que personas, no son pocos los que creen que se debe ir desalentando el uso del auto para viajar a Capital, proponiendo otras alternativas; sin más un transporte público de calidad.

 

Desde luego, esta no es una situación sólo del AMBA y su zona de influencia, muchas metrópolis en el mundo han crecido y debieron adaptar su sistema de transporte sobre la marcha.

 

Los Ángeles fue una de las primeras ciudades del mundo en tener un monorriel. Es que en 1971 se construyó el Walt Disney World Monorraíl, el trazado tiene un recorrido de 23,7 km. y los convoys transportan a unos 50 millones personas por arriba del parque temático cada año.  Kuala Lumpur – es otro claro ejemplo y uno de los más sofisticados ata a unos 11 estaciones a lo largo de 8,6 kilómetros. El sistema utiliza trenes de 2 vagones con capacidad para 158 personas y pueden alcanzar una velocidad de 80 Km/h. Desde su apertura movilizaron más 25 millones de pasajeros. Otros existen en Alemania, Australia, México, Japón, Rusia y en distintas ciudades de los Estados Unidos. Varios más están en construcción o en su planificación avanzada. Sus defensores aseguran que este medio de transporte que es más moderno, masivo y económico que subtes, trenes, taxis y ómnibus. Dicen que su trazado requiere de poco terreno, que son silenciosos, no contaminantes y su costo resulta significativamente menor a la opción del tren subterráneo.

 

 

CALIDAD DE VIDA NO SON MAS AUTOS”

 

 

 

Especialitas y entidades medioambientales nos indicaron que la manera lineal de comunicación más adecuada es el monorriel. Es el modo más seguro y moderno de trasladarse desde las zonas menos urbanas a las más urbanas”, soltó el Intendente Gustavo Posse en una suerte de conferencia de prensa al paso y a renglón seguido se explayó: “Con el crecimiento automotor se pueden seguir construyendo túneles para evitar accidentes, también ampliar carreteras pero tiene que quedar un lugar mínimo para los transeúntes y ciclistas – planteó- . La falta de horizontes del país hace que los argentinos no accedan a la vivienda porque no pueden, pero sí que existan líneas de crédito para acceder a un plan automotor. En el mientras tanto, aumentan cientos de miles de autos por año y complejizan la circulación. Se calcula un parque de 800.000 autos en el país y no hay carreteras para absorber tamaño crecimiento

 

 

 

 

 

Qué hacer ante tal realidad, “Calidad de vida no son más autos, todos los argentinos debemos tener la posibilidad de acceder a ese medio de transporte, pero para llegar a la ciudad de Buenos Aires no es que cada uno deba de ir en su autito”, añadió al tiempo que para desalentar el desplazamiento automotor y así descomprimir el hacinamiento que hoy muestra la Panamericana propuso apelar al monorriel.

 

 

 

 

 

“A mi me encantaría poder llegar en un transporte público de calidad, de bajo impacto ambiental, en donde el pasaje pueda de pronto ir charlando, trabajando, leyendo o escribiendo y arribar con relativa rapidez y seguridad al centro de la ciudad de Buenos Aires sin lamentar accidentes”, describió y acotó: “Si en lugar de ir cada uno en su propio vehículo lo hiciese en un medio de transporte de este tipo, existirían muchos autos menos en las carreteras”.

 

 

 

Otro tema no menor a la hora de sopesar la cantidad de autos que circulan hacia el centro porteño por razones de trabajo, trámites en oficinas, casas centrales, universidades y otras instituciones está íntimamente ligado a la escasez y el costo de los estacionamientos. Posse observó que el monorriel puede circular a la altura de una persona o tener seis, ocho metros de altura y Vialidad Nacional tiene los lugares para que en las intersecciones se puedan dejar estacionados los autos y los colectivos y de ahí subir al monorriel”

 

 

 

Sin duda no se trata de alumbrar ciudades satélites, a las que se llega por autopistas que corren por sobre el tendido férreo, ni soñar con el tren bala cuando ni siquiera se sistematizan las barreras de las modestas unidades que hoy nos llevan como ganado, menos aún de ironizar comparando la propuesta con un trasnochado capítulo de Los Simpson en el que todo terminó de un modo poco feliz para los habitantes de Springfield, se trató tal vez de inaugurar un debate sobre un tema que nos tiene atrapados en un sin salida metálico.

 

 

¿Alguien imagina lo placentero que sería abordar un transporte de calidad para ir a la ciudad con Wifi y trasladarse en poco tiempo sin embotellamientos mientras una notebook o por el celu nos impone de las últimas novedades? Es cierto parece de cuento, pero es mucho mas atractivo que convertirse en el ingeniero de la obra de Cortázar prisionero de una autopista que se devora nuestras vidas.

 

Créditos fotos: Infobae, El Civico.com, CONtinta NORTE