CULTURA E HISTORIA. En Villa Ocampo celebran 150° aniversario del nacimiento de Tagore. Aquí su paso por Miralrío

 

5/12/11. Este sábado 10 de Diciembre la Embajada de la India y Villa Ocampo celebrarán el nacimiento del escritor indio, premio Nobel y amigo de Victoria Ocampo, con música, conferencias y gastronomía.  El encuentro tendrá lugar en la casona de Elortondo 1837, Beccar.

 

Este año se cumple el 150 aniversario del nacimiento de Rabindranath Tagore, uno de los escritores más prestigiosos de la India y ganador del Premio Nobel de Literatura en 1913.

Tagore nació en Calcuta el 7 de Mayo de 1861, en el seno de una familia perteneciente a la aristocrática casta de los brahmanes. Era el menor de los catorce hijos de Devendranath y Sara Devi, una familia muy influida por el fundador del movimiento Brahmo Samaj, Rammohan Roy, un pensador que soñaba con tender un puente entre Oriente y Occidente.

 

Tagore era un amigo entrañable de la escritora sanisidrense Victoria Ocampo, vaya aquí nuestro tributo al pensador relatando la estancia del poeta y filósofo indio en Miralrío, la quinta ubicada a pasos de Villa Ocampo que habitó

 

Tagore: entre el río y el mar…  Un balcón en Miralrío

 

Durante aquel verano que pasó en la quinta de San Isidro, a instancias de Victoria Ocampo, Tagore contribuyó a estrechar el entendimiento mutuo entre las civilizaciones occidental e india.

Fruto de su estada el poeta logró reponerse de sus nanas en aquellas barrancas sanisidrenses, donde el aire estaba cargado del perfume de las flores de mango y las rosas. Era un obsequio que le hacía su amiga: “era lo único que yo podía regalarle: el olor de la lluvia sobre el pasto de la barranca, la sombra de una tipa de flores amarillas, la inmensidad de ese río sin igual, y jirones de nubes empujadas por el viento”, describía Ocampo.

 

En los jardines, el pensador recibía a todos cuantos querían profundizar temas relativos a la filosofía pacifista. A sus visitantes Tagore les repetía hasta el cansancio, un pensamiento que había dejado por escrito. “Ningún pueblo del mundo puede salvarse separándose de los otros pueblos. Se trata de salvarse juntos o desaparecer”. Así de sencillo. 

 

Cuentan que la década del 20 sorprendió al mundo con dos hombres que difundían sus ideas sobre la no violencia, aquellas que llevaron a los occidentales a reparar en la filosofía oriental. Esos dos filósofos eran oriundos de la India. No eran otros que Mahatma Ghandi y Rabindranath Tagore.

 

Tagore visitó la Argentina un jueves 6 de Noviembre de 1924 y se alojó en el Plaza Hotel. En realidad, su meta era llegar al Perú pero los médicos la truncaron. Es que, después de someterlo a un examen de salud le comunicaron a su secretario, el inglés Leonard Elmhirst, que el sabio indio no estaba en condiciones de cruzar la cordillera de los Andes, sencillamente porque su corazón no se lo permitía.

 

 Ya para ese entonces una brillante intelectual argentina, Victoria Ocampo, había urdido en los entretelones de aquel pequeño drama. Ni lerda ni perezosa Victoria le alquiló a Tagore una quinta en San Isidro y lo alojó en ella como decían las abuelas “a cuerpo de rey”.

La residencia –perteneciente a unos parientes de la escritora- tenía por nombre “Miralrío” y, según refiere el mismo Tagore cobijaba a un protagonista principal: el balcón que enfrentaba al río de la Plata. Desde él podía contemplarse el parque, una tipa redonda y copiosa en primer plano, flores abundantes multicolores y perfumadas, especialmente rosas y espinillos. Tagore, quien ocupó esa casona de estilo vasco, caleada y con sus puertas y postigos pintados de verde, no habría de olvidarla nunca más.

 

“Todavía recuerdo intensamente la luz de la madrugada sobre los grupos de extrañas flores azules y rojas de su jardín, y el juego constante de los colores sobre el gran río que yo nunca me cansaba de mirar desde mi balcón solitario”, habría de escribirle a Victoria poco antes de morir.

 

Un Gran Centinela frente al río

Ghandi había bautizado a Tagore con el apelativo de “El Gran Centinela” y ambos cuentan que mantenían una discrepancia sobre los métodos no violentos. Ocampo solía explicarla así: “Tagore era partidario de la más alta cooperación entre Oriente y Occidente. Ghandi –en cambio- veía la necesidad de utilizar, para obtener mejoras y justicia, una forma especial de no cooperación frente al Imperio Británico”.

 

Esa impronta de Ghandi se manifestó con una campaña iniciada en 1920, cuatro años antes que Tagore recalara en la Argentina, más exactamente en la quinta de San Isidro donde discurrió toda esa temporada veraniega recibiendo, en los jardines, a cuantos querían abundar en ese rico temario que se fincaba en la búsqueda de coincidencias. A sus visitantes Tagore les repetía hasta el cansancio, un pensamiento que había dejado por escrito. “Ningún pueblo del mundo puede salvarse separándose de los otros pueblos. Se trata de salvarse juntos o desaparecer”, les sugería. Y como prueba palpable de esa integración propuesta allí su secretario, el inglés Elmhirst recibía a la gente y programaba las muchas entrevistas que el sabio concedía en San Isidro.

 

Con todo, a Tagore imprevistamente le surgió una gripe. Y su gentil anfitriona de común acuerdo con Elmhirst resolvió dar por terminado tanto acoso intelectual. Así la agenda de “El Gran Centinela” comenzó a enflaquecer, los periodistas se esfumaron y el calor del verano, en lo que hace a la aplicación de los métodos junto al río, pareció evaporar a todos esos visitantes que anhelaban escuchar la palabra del maestro; de ese imponente hombre de barbas largas y blancas, enfundado en una túnica que algunos “confundían –según refirió Victoria- con la imagen del Dios Padre”

Entre San Isidro y la Costa Atlántica: San Isidro

Lo cierto es que la escritora se ocupó de la estancia del pensador en la Argentina atendiéndole hasta las mínimas solicitudes. Un buen día, en plena gripe, el filósofo se quejó del clima sanisidrense, de ese calor agobiante que aún hoy perturba la canícula. Fue entonces cuando Victoria decidió que pasase una breve estadía en la costa atlántica y llamó a amigos suyos con la idea que lo alojaran en la estancia de Chapadmalal, ubicada a escasos 20 kilómetros del vivificante clima que tributa el mar.

La escritora obtuvo cuatro pasajes –uno para Tagore, uno para Elmhirst, el tercero para ella y el cuarto para su amiga Adela Acevedo-y emprendió el viaje sin ocultar su entusiasmo. Pensó –sin equivocarse- que en ese rincón alejado de la costa el público no torturaría a Tagore requiriéndole entrevistas.

Pero el pensador indio se mostró desilusionado con la residencia marplatense. Después de leer y releer a Guillermo Enrique Hudson, en San Isidro, Tagore esperaba encontrarse con una casa típicamente criolla y no con el casco de ese campo perteneciente a los Martínez de Hoz que reflejaba el más puro estilo inglés. De manera que el contacto con el clima marítimo hubo de abreviarse para retornar al cálido y característico entorno sanisidrense.

El río de la Plata fue el motor que nutrió a Tagore ese verano del cuarto de siglo. Ya en agosto de 1925 y con el pensador en Santiniketan, así se lo hizo saber a Victoria Ocampo. Y fue más allá aún, pues en una carta le agradeció aquel verano “en esa linda casa en las barrancas del río” y le señala que en ella se engendra un Tagore poeta: “…hoy descubro que mi cesto, mientras yo estaba allí se llenaba diariamente de tímidas flores, poemas que florecían a la sombra de horas de pereza”.

Para ese entonces la India comenzaba a definir un líder con nombre y apellido: Mahatma Ghandi.

 

Durante su convalecencia Victoria le había regalado al poeta un sillón de respaldo alto y duro y al fin de la estadía ella insistió en que se lo llevara consigo: el sillón hoy se exhibe en Rabindra Bhavana en Santiniketan, India. Al cabo de esa larga travesía marítima de regreso a casa, Tagore escribió los cuatro poemas Purabi.

Recién hacia 1930 Ocampo viajó a Francia y, al tiempo, fascinada por los dibujos del poeta, le organizó una exhibición. Jamás volvieron a verse. Pero la mujer de cara oval y mirada penetrante que aparece en muchos de los dibujos de Tagore pudo haber estado inspirada en Victoria. Poco antes de morir el poeta escribió: “No conocía el idioma de ella pero lo que me decían sus ojos perdurará para siempre, elocuentes en su angustia”.

 

 

Este sábado 10 de Diciembre la Embajada de la India y Villa Ocampo celebrarán el nacimiento del escritor indio, premio Nobel y amigo de Victoria Ocampo, con música, conferencias y gastronomía.  El encuentro –imperdible por cierto- tendrá lugar en la casona de Elortondo 1837, Beccar.

 

+ info­: www.villaocampo.org. Villa Ocampo cuenta con el apoyo de la Municipalidad de San Isidro