El Intendente Gustavo Posse rescató que fue la primera obra de ese tipo en el país encarada por un gobierno comunal y puso de relieve que se mantiene “viva porque siempre le vamos sumando cota y la protegemos de la alimaña. Además, nos preocupamos de que las siete estaciones de bombeo, que forman parte de toda esta protección costera, funcionen correctamente cuando hay que utilizarlas”, expresó remarcando el férreo tesón de su padre Una frase presidía el acceso al despacho de Melchor: “Las grandes obras las sueñan los genios locos. Las ejecutan los luchadores natos. Las disfrutan los felices cuerdos y las critican los inútiles crónicos”. Nada más cierto. Hoy mucha gente ya no está pero su visión de futuro le ha legado a las futuras generaciones- y entre ellos claro a los nuevos pobladores del Bajo- acceder a una mejor calidad de vida. Las viviendas lacustres que remitían a aquella “Venecia sin ti” de Aznavour, son parte del pintoresco recuerdo de un pueblo que ha sabido crecer sin perder el contacto con su río.


En la jornada se descubrió un monolito que simboliza el 20° aniversario de la inauguración del pólder y el fin de las inundaciones y el comienzo de una mejor calidad de vida para los vecinos del Bajo de San Isidro.
4.500 metros de largo y 4,25 metros de alto o cota abarca desde la esquina de la calle España y Av. Mitre, en el límite entre San Isidro y Beccar, hasta la calle Perú, en Acassuso. Cuenta, asimismo, con siete estaciones de bombeo con una capacidad que va de los 1500 a los 7000 metros cúbicos. Tuvo su “bautismo de fuego” –del que salió airosa- el 6 de abril de 1994, cuando una sudestada que alcanzó los 3, 80 metros azotó la costa sanisidrense.