20 AÑOS DEL ALBARDÓN; los vecinos del Bajo, felices y sin inundaciones. “Las grandes obras las sueñan los genios locos y las ejecutan los luchadores natos”



14/9/11. No fue un día más el de hoy para los vecinos del Bajo. Es que de un modo simbólico se celebró esta mañana la llegada del primer camión de tierra para levantar la defensa costera, una obra ciclópea que encaró el municipio de San Isidro junto a un puñado de vecinos y pioneros que hoy le permite a esa extensa faja ribereña estar a resguardo de las crecidas. Muchas caras conocidas se llegaron hasta el Centro Municipal de Exposiciones, en del Barco Centenera y el río, integrantes de la Sociedad de Fomento de la Ribera, la docente Mabel Vitarella, el arquitecto Pawliska, Carlos “Cali” Cersósimo, el plástico Carlos Donato, el arquitecto Alejandro Álvarez de Toledo y Alberto Recoder, entre muchos otros. Precisamente, Alvarez de Toledo y Recoder fueron los que le acercaron el proyecto a un vecino del Bajo, el entonces secretario de Gobierno municipal Héctor Prassel y éste lo elevó al Intendente Melchor Posse. “A los cuatro años salí en bote por la ventana de mi casa”– le confió a este medio Prassel, un hombre que supo estar al igual que el actual Intendente Gustavo Posse donde rompía la hola cada vez que se producían las indeseables crecidas. Muchos vecinos –por cierto- no creyeron en esta obra casi artesanal que apoyada por un sistema de bombas y compuertas permitió polderizar la zona, sin que la costa perdiera su borde blando y ese característico contacto con el junco y el río. Pero las inclemencias climáticas de los 90 le jugaron en contra al proyecto, cerca de una decena de crecidas y el cuestionado relleno con tosca hizo a muchos dudar de la funcionalidad. “Una tarde reunidos con Alvarez de Toledo, Recoder, Marcelo Viaggio y Hernán Posse nos decidimos y subimos la cota de un albardón precario en la calle Stella Maris hasta 3,50 metros. Vimos que la modesta iniciativa funcionó y nos planteamos ¿por qué no hacerlo en toda la costa?. Nos favoreció la tosca que salió del nuevo Palacio Municipal y fundamentalmente la decisión política de Melchor Posse de aguantar a unos cuantos grupos opositores y a la provincia que venía con un proyecto costosísimo. Fue muy duro –evocó Prassel– y como toda obra, en principio resultó traumática porque con las crecidas y sin ganar la altura necesaria, ni tener las bombas la gente se inundaba con barro y nos quería matar. En ese momento no se puede pensar a futuro, se requiere la solución ya! Muchos políticos trataron de sacar partido de esa situación”, memoró. El hombre hasta llegó a poner su cargo en juego y dijo que si no funcionaba el Albardón dejaba la secretaría de Gobierno municipal. Pero eso no sucedió porque la defensa aprobó el examen y hoy en el tiempo recuerda todos esos avatares de un modo risueño. “Fueron muchas historias, hasta llegué a perder un documento y un celular que se cayó en una estación de bombeo, vivíamos todo con mucha intensidad y por suerte salió bien”, soltó. Las primitivas bombas arroceras dieron paso a estaciones con mayor capacidad, se perfeccionaron las compuertas con sus clapetas, el albardón consolidó su altura y llegaron las cloacas que deprimieron las napas. “En Perú que es donde más se hace sentir con mayor rudeza el sudeste, se llegó a 6 metros de altura –contabilizó Alvarez de Toledo-, defendimos los juncales y favorecimos su crecimiento con gaviones. En lugar de una defensa dura como la de Vicente López o la de Tigre con tablestacado hicimos todo lo contrario, preservando el perfil de costa natural”–explicó el arquitecto que consumó el proyecto asesorado por el  ingeniero Enrique Anzick, consultor de la ONU en la materia, quien aportó sus conocimientos y experiencias en forma voluntaria. El Intendente Gustavo Posse rescató que fue la primera obra de ese tipo en el país encarada por un gobierno comunal y puso de relieve que se mantiene “viva porque siempre le vamos sumando cota y la protegemos de la alimaña. Además, nos preocupamos de que las siete estaciones de bombeo, que forman parte de toda esta protección costera, funcionen correctamente cuando hay que utilizarlas”, expresó remarcando el férreo tesón de su padre  Una frase presidía el acceso al despacho de Melchor: “Las grandes obras las sueñan los genios locos. Las ejecutan los luchadores natos. Las disfrutan los felices cuerdos y las critican los inútiles crónicos”. Nada más cierto. Hoy mucha gente ya no está pero su visión de futuro le ha legado a las futuras generaciones- y entre ellos claro a los nuevos pobladores del Bajo- acceder a una mejor calidad de vida. Las viviendas lacustres que remitían a aquella “Venecia sin ti” de Aznavour, son parte del pintoresco recuerdo de un pueblo que ha sabido crecer sin perder el contacto con su río.

 

 

 

“Antes esta parte de la costa era zona inundable y fruto de muchas malas decisiones a la gente se le proponía que viniese a vivir a ‘La Venecia Argentina’ en viviendas que eran muy similares a las que se levantan en las islas, sobre pilotes, muy ligadas al uso recreativo del fin de semana. Con los años se generó una urbanización y hace relativamente poco la oficina catatastral de la Provincia entendió que aquí existía un pequeño poblado porque no lo tenían registrado porque estaba pasado de la línea de la ribera natural”. Con estas palabras el Intendente Gustavo Posse detalló cómo fue cobrando forma el Bajo de San Isidro y Acassuso, un pintoresco poblado de casitas bajas a cuadras del centro de San Isidro que se extiende más allá de la barranca y se tutea con el río.

 

Posse explicó que la línea de la ribera estaba dada por la traza del ferrocarril del Bajo hoy Tren de la Costa y que fruto a progresivos rellenos en esa apetencia por ganarle metros al río y a un estuario rioplatense que fue depositando naturalmente sedimentos en esa franja que se extiende desde Beccar hasta Acassuso, llegaron los primeros pobladores y con el tiempo cobró forma el barrio al que muchos conocieron como “Las 14 Provincias” y más tarde simplemente lo definieron como “El Bajo”

 

MUY LINDA, PERO… BAJO AGUA. Claro, la zona si bien estaba enclavada cerca del puerto, rodeada por una naturaleza pródiga –el Bosque Alegre con sus talas, sauces y ceibales-,a pasos de la Catedral y de la característica plaza Mitre, al encontrarse al pié de la barranca y bajo cota, resultaba anegable. La presencia del río era para muchos como la de un vecino más y todos se acostumbraron a sus ritmos, a volverse duchos en eso de convivir con crecientes y bajantes. Pero sobre fines de los 80 y principios de los 90, los tiempos se volvieron particularmente duros con los pobladores ribereños. Una decena de crecidas se sucedieron y tuvieron a maltraer a los pobladores que cual Venecia debían abandonar sus casas en botes perdiendo muebles y enseres.

 

 

 

A MAL TIEMPO, BUENAS IDEAS.  La adversidad  sin duda hizo que se aguzara el ingenio para hallar una salida a tamaña calamidad. Ante la falta de respuestas y proyectos viables por parte del gobierno provincial, en ese entonces administrado por Eduardo Duhalde, la comuna tomó la decisión de iniciar los estudios, consultas y análisis necesarios para determinar cuál era la alternativa más viable para poder encarar un proyecto que una vez plasmado pudiera significar una solución definitiva.

 

Con la ayuda de un grupo de vecinos, entre otros, el arquitecto Alejandro Álvarez de Toledo y Alberto Recoder, el recordado secretario de Obras Públicas, Hernán Posse, Marcelo Viaggio, desde Parques y Paseos y Héctor Prassel, secretario de Gobierno comunal y vecino del Bajo, el municipio comenzó a idear posibles soluciones. Se realizaron distintas reuniones de trabajo donde mucho se discutió sobre distintos proyectos.

 

Finalmente, se decidió por la construcción de un Albardón, es decir, una loma de cierta altura construida en terrenos bajos, consolidada que pudiera actuar como contención de las aguas.

 

 

En una última reunión se le presentó este proyecto al entonces Intendente Melchor Posse, quien entusiasmado lo aprobó rápidamente y dio precisas indicaciones para su pronta ejecución. 

 

Se realizaron una serie de consultas con uno de los principales especialistas hidráulicos del país, el ingeniero Enrique Anzick, en ese entonces uno de los principales consultores de Naciones Unidas, quien aportó sus conocimientos y experiencias en forma voluntaria.

 

Luego de estas consultas, se comenzó en forma acelerada con las obras y el 14 de Septiembre de 1991, hace 20 años, llegó a la costa el primer camión de tierra.

 

Para la primera etapa se utilizó la tierra extraída de la excavación realizada con motivo de la construcción del túnel de la calle Roque Sáenz Peña y luego la producida en ocasión de las obras del edificio administrativo municipal ubicado en Av. Centenario 77 y más tarde la de la ampliación de la Panamericana.

 

Con los trabajos ya iniciados y en franco avance, el gobierno bonaerense planteó su oposición al proyecto, buscando imponer un proyecto propio que resultaba económicamente mucho más costoso y técnicamente menos viable. La férrea determinación de Melchor Posse de negarse rotundamente a aceptar imposiciones por parte de la provincia posibilitó que las obras prosiguieran y tuvieran final feliz.

 

 

“El Albardón es una réplica de un pólder holandés aplicado a la costa de San Isidro –definió Posse al tiempo que rescató también la tarea realizada desde la comuna junto al Boating Club haciendo desaguar el Canal 33 Orientales río adentro para evitar las períódicas mortandades ictícolas que tapizaban el Sarandí, en el espejo de agua que los navegantes conocen como “Puerto Piojo”.

 

El Intendente destacó que “no hay muchos albardones como el que tenemos acá, éste fue el primero que se hizo en el país –enfatizó-, y construimos uno similar, más chico, en Boulogne, para proteger a esa zona de las crecidas del Río Reconquista”, añadió.

 

 

Resaltó a renglón seguido que esta es una obra “que está viva porque siempre le vamos sumando cota y la protegemos de la alimaña. Además, nos preocupamos de que las siete estaciones de bombeo, que forman parte de toda esta protección costera, funcionen correctamente cuando hay que utilizarlas”, dijo el Intendente sanisidrense.

 

 

Con la modestia que lo caracteriza, Gustavo Posse dejó entrever que al principio la idea de celebrar el aniversario del Albardón no le cerraba demasiado toda vez que se trataba de un hijo alabando lo hecho en tiempos del padre, pero se convenció que se trataba de una construcción colectiva y que está bueno valorar las cosas que se logran con el esfuerzo del conjunto. “Los vecinos del Bajo de San Isidro sintieron la necesidad de crear un día que recuerde la existencia del Albardón y quizá para muchos puede significar algo menor, pero para los vecinos de este lugar, que tanto lucharon por la realización de esta obra que les cambió la vida, es un hecho significativo. Y que haya un día que lo recuerde va a permitir que quienes en el futuro administren esta comuna no descuiden esta obra y la mantengan como nosotros lo hacemos constantemente”, confió Posse.

 

 

La docente Mabel Vitarella, vecina de la zona, advirtió que “antes de la existencia del Albardón, los que vivíamos acá, aprendimos a conocer el sonido de la sudestada. Y cuando lo escuchábamos salíamos corriendo para poner nuestras casas a resguardo. Decidimos ponernos de acuerdo y le presentamos el proyecto a Melchor Posse. Se hizo esta obra que nos cambió la vida”, observó y apelando a la frase “No se queje si no se queja”, aconsejó a los numerosos alumnos que participaron del acto a comprometerse y participar porque “siempre se debe luchar para que las cosas mejoren. Defiendan con empeño sus ideas”, deslizó.

 

 

En la jornada se descubrió un monolito que simboliza el 20° aniversario de la inauguración del pólder y el fin de las inundaciones y el comienzo de una mejor calidad de vida para los vecinos del Bajo de San Isidro.

 

 

  

EL ALBARDON EN NÚMEROS. La defensa costera se culminó en Diciembre de 1992. La obra de 4.500 metros de largo y 4,25 metros de alto o cota abarca desde la esquina de la calle España y Av. Mitre, en el límite entre San Isidro y Beccar, hasta la calle Perú, en Acassuso. Cuenta, asimismo, con siete estaciones de bombeo con una capacidad que va de los 1500 a los 7000 metros cúbicos. Tuvo su “bautismo de fuego” –del que salió airosa- el 6 de abril de 1994, cuando una sudestada que alcanzó los 3, 80 metros azotó la costa sanisidrense.

 

 

En la actualidad, la comuna continúa trabajando sobre el Albardón en tareas de mejoramiento, alcanzando los 4, 50 metros y en algunos sectores como explicó Alvarez de Toledo trepa a los 6

 

Esta obra pionera en su estilo, no sólo solucionó en forma definitiva el antiguo problema de las inundaciones. Con lugares de verde esparcimiento ha sido el punto de partido para el constante desarrollo de la zona costera del partido, que desde entonces ha sido un punto de inversión cada vez más pujante en emprendimientos gastronómicos e inmobiliarios, entre otros.