Ecos del duelo del Río de la Plata que se llevó La Celeste. Milonga para los Orientales



17/7/11. Esta nota escrita por el periodista Hugo Asch en la edición dominical del diario Perfil de hoy, es una perfecta radiografía del partido en el que la selección cayo ante La Celeste, quedando fuera de la copa América tras la sentencia de los tiros desde los 12 pasos. Claro, como bien explica Asch, Messi solo no puede ganar los partidos y en su nota da pistas sobre los errores cometidos. “Tevez entró por la ventana en esta Selección –advierte– (…) Jugó muy atrasado, se hizo amonestar enseguida, ni siquiera fue a chocar y para colmo de males, el guión terminó de la manera más obvia: errando el penal que nos eliminó de la Copa. Peor imposible”. Pocos se animan a decirlo con todas las letras en un país que endiosa a riverplatenses y boquenses por igual, discute a los indiscutidos y manda al vestuario anticipadamente al goleador del torneo, dejándolo sin chances en los penales. Increíble, pero real. También saca a relucir las fotalezas de un paísito, tan parecido a nosotros como distinto, al que jamás se le ocurriría mandar al banco a Forlán. Cierto, el Botín de Oro del Mundial es compañero en el Atleti del Kun Agúero y ambos, indispensables en la formación del equipo colchoreno. De este lado del río, hay muchas figuras, algunas reales y otras no tanto, pero aún no aparece el equipo. Checho… pelotaaa

 

A continuación, la nota de Asch, de imprescindible lectura para los amantes del fútbol y para aquellos que sólo se enganchan en los torneos importantes que revela -por cierto- que no existen géneros o temas menores, se puede ser un talentoso escritor desde una columna deportiva aunque Borges así no lo haya creído.

 

Milonga que este porteño

Dedica a los orientales

Agradeciendo memorias

De tardes y de ceibales (…)

Milonga para que el tiempo

Vaya borrando fronteras

Por algo tienen los mismos

Colores las dos banderas

 

De ‘Milonga para los Orientales’, en ‘Para las seis cuerdas’ (1965); Jorge Luis Borges (1899-1986).

 

No lo cantó. Hubiese sido más fácil darle el gusto a la barrabrava de la Patria y tararear un poco la melancólica melodía de Blas Parera, pero no. Mantuvo la boca cerrada, como siempre. Y después la rompió en la cancha. Nada nuevo. Hizo todo, incluido su penal. Es Messi y diez más, lo que es muy bueno… y muy malo, CLARO.

 

El primer tiempo fue baile; el segundo, pura angustia; el alargue una herida absurda y los penales, la ruleta rusa. Bang. Es más ridículo que injusto que Messi no haya podido ganar él solo este partido. Se lo merecía más que nadie.

 

Después de los cambios de Batista, Argentina quedó partida, sin equilibrio ni control, como aquel equipo suicida que se comió cuatro en el Mundial contra Alemania. Pura entrega y autodestrucción.

 

Tevez entró por la ventana en esta Selección. Lo impuso el clamor popular y su llegada armó un lío bárbaro, igual que la de Maradona al equipo de Basile después del 0-5 contra Colombia, en 1993. Algo le pasa, eso está claro. Ayer entró deprimido, fastidiado, sin ganas. Jugó muy atrasado, se hizo amonestar enseguida, ni siquiera fue a chocar y para colmo de males el guión terminó de la manera más obvia: errando el penal que nos eliminó de la Copa. Peor imposible.

 

Uruguay, fiel a su historia, dejó todo. Intuyo que no tendrá problemas con Perú y peleará la final con el invitado de siempre, Brasil, que cuando es necesario se despierta y aparece. No es nuestro caso, parece.

 

El partido había empezado como esas peleas donde un boxeador groggy aguanta mientras el otro lo domina, toca, gira, esquiva, le hace lo que quiere hasta que… se come un voleo y se va al piso. Burdisso y Milito, dos máquinas de hacer foules, insistieron en bajar la guardia y poner la cara, como dicen que hizo Gatica con Ike Williams. Nos fue igual: fue nocaut. Ellos le dieron a Uruguay su mejor chance: ir por arriba. Era la pegada justa de Forlán y… el caos. Así llegó el gol uruguayo, una jugada donde la pelota entra como pidiendo permiso, esas cosas que suelen pasarle a este equipo de Batista, que brilla cuando ataca y patalea cuando intenta defender.

 

En fin, al menos el partido superó la dialéctica Forlán-Zaira Nara, que solo sumó escándalo y no dos nuevos progres, como pasa con Carlitos y Brenda, la princesa troska. Históricamente, estos choques fueron siempre iguales: a cara de perro, con la bronca de dos hermanos que se sienten demasiado parecidos y aprovechan la ocasión para saldar sus viejas deudas y marcar diferencias. Será ese río deforme, el mate con termo, la paternidad de Gardel, la Punta del Este invadida, no lo sé: todo nos une o nos separa, según el día y el ánimo. Da igual. No hay nada más argentino que un uruguayo y viceversa. Para bien y para mal.

 

Salvo el tema de Bosnia y alguna otra rispidez sin tanta prensa, solo el fútbol puede despertar en los uruguayos eso que nuestro nacionalismo de ceremonia previa e himno bien cantado llama “sentimiento antiargentino”. De Chile nos separa algo más que la piedra, en el resto de Latinoamérica senos mira de costado con razón y con Brasil ese tema es otro. Un odio deportivo entre pares por el reconocimiento del mundo. No existe, en ese caso, resentimiento ni reproches históricos. Simplemente no nos bancamos. Y saravá.

 

Nuestros ganadores de ayer son gente tranquila, respetuosa, con una aristocracia que retuvo más cultura que capital y un notable sentido democrático: cuando tienen un conflicto, llaman a un plebiscito y chau. Santa palabra. Son un poco demodé pero tienen un enorme sentido de la ética. Lo tuvieron a Zitarrosa y hoy a Víctor Hugo.

 

Y saben vernos. Es más, pueden hacerlo desde la costa de Colonia. Nosotros no. Buenos Aires creció negando ese horizonte sin rastros, el mar trucho de Solís. Nos encanta burlarnos de los habitantes del paisito con humor perdonavidas. “¡Los queremos porque son una provincia más!”, decimos con un guiño simpático y ellos se enfurecen, claro. Mucho si comprenden mejor lo que significa eso en un país que llama “interior” a todo pasto que crece más allá del Puerto, allí donde viven los señores.

 

“¡Los argentinos son unos ladrones, del primero al último!”, estalló el ex presidente Jorge Batlle, que entonces no sabía que lo estaban grabando, pobre, ni que ese exabrupto lo convertiría en involuntario antecesor de Fito Páez, justiciero del asco por mitades. Es inútil: acá pasan cosas que “sacan” a cualquiera, muchachos. No los culpo. Yo también descreo de algunas mayorías y me enfurece que Spinetta –o Peter Hammill, si viene–, toquen en teatros y Montaner y Arjona, ay, llenen estadios. Pero la náusea, santo Sartre, eso sí que es un exceso. Paso. Como paso de los globos, los huecos, los dedos, los verdes que les dan pasto a las fieras, y en general, de los que van y filman su propia película, de puro audaces, con buena intención y escasa virtud. Uf. Mejor volvamos al fútbol.

 

¿Cuándo empieza el fucking Apertura, compatriotas?

 

Fuente: Diario Perfil, columna dominical de Hugo Asch