Otro año sin Alfredo Péculo. SER SOLIDARIO, la prédica de ese hijo dilecto de San Isidro está más vigente que nunca

 

 

 

 

peculo2127/2/11.- Hoy, domingo 27 de Febrero, se cumple un nuevo aniversario de la desaparición física del Lic. Alfredo Péculo un entrañable vecino, amigo y dirigente peronista fallecido hace tres años.  Vaya desde aquí esta sentida y sincera evocación al vecino entrañable, siempre presto a socorrer a los otros, un buen tipo en toda la extensión de la palabra.

 

 “Cuando un amigo se va queda un espacio vacío, que no lo puede llenar la llegada de otro amigo”, rescata la canción de Alberto Cortez para poner en blanco sobre negro la sensación de pérdida ante la ida de un ser querido irremplazable. Ciertamente a  tres años de la ida de Alfredo Péculo –“el peronista gaucho” como lo conocían sus vecinos-, es indudable que se lo extraña y mucho. Pero no caben dudas tampoco que su impronta solidaria, su preocupación por tenderle una mano a la gente precisamente en los momentos más difíciles, los desvelos por el pago chico que lo vio crecer como empresario y como político, su humor sutil, el apego a las tradiciones y a la familia, y ese afán innovador que supo poner en todo lo que emprendía ha dejado huella y caló muy hondo en su pueblo.

 

De familia con fuertes raíces en los pagos de Villa Adelina, Alfredo nació un 25 de diciembre de 1940, cursó todos sus estudios en escuelas locales y profesó desde siempre un gran amor por su patria chica a la cual sirvió desde su actividad empresarial, humanitaria y política.

 

 

Hijo de una familia de trabajadores, vivió en una modesta casa de la calle Paraná construida con un préstamo conseguido por su padre que ganaba su salario trabajando en la mesa de entrada de la Casa de Gobierno en los 50 y en un taller de reparación de radios montado en su hogar, junto al que se lucía la vidriera del Bazar Dito, que con inigualable buen gusto su madre  -Amelia Amanda de Péculo– mantenía provisto de la mejor cristalería de la zona. 

 

Con mucho talento y una visión empresarial fuera de lo común, que siempre lo llevaría a estar un paso adelante del resto, Alfredo convence a su padre de instalar en el taller de radios del barrio, lo que sería el primer local de la casa de sepelios más importante del país. Así nació “Cochería Paraná”, empresa de servicios fúnebres que marcó un antes y un después en el servicio y en el modo en que se practicaban los ritos funerarios. Aquel verano de los 60, partieron de vacaciones y, en la puerta de lo que había sido hasta entonces el taller que manejaba la familia colgaron un escueto cartelito: “Próximamente: cochería“.

 

BUEN VECINO, ATENTO A LAS NECESIDADES AJENAS

 

Verdadero innovador y un estudioso del tema, Alfredo introdujo el servicio de catering en los velatorios y sumó la presencia de personal dedicado especialmente a la atención de los familiares del difunto como un modo de ampliar y mejorar la cobertura de los sepelios. Dueña de un estilo único, con fuertes campañas publicitarias que llamaban a la reflexión sobre el cuidado y el cariño por los seres queridos rápidamente la empresa comenzó a crecer hasta llegar a las 13 sucursales y los 35 servicios por día.

 

Él sabía –por cierto- que las ceremonias, los ritos, alivian el dolor y lograban hacer mucho más llevadero el adiós a un ser querido. No había quien no conociera a la Cochería y su imagen comenzó a proyectarse como la del empresario exitoso, el vecino que siempre estaba ahí, dispuesto a tender una mano a quien la necesitara.

 

Hombre de profunda fe cristiana, supo cultivar con fruición las tradiciones gauchescas y se ganó el cariño de la gente del campo. Integrante de la Asociación Tradicionalista “El Lazo”, a la que acudía religiosamente todos los fines de semana, para cumplir con los ritos del paisano de a caballo, fue un luchador de causas nobles y peleó porque la sede de esa entidad tan característica de Beccar consiguiera sus tierras. Creó y presidió la Fundación del Ombú a la Ribera, encabezó la Asociación Civil de Veteranos de la Guerra de Malvinas “Gaucho Rivero”, fue veterano de guerra del operativo Malvinas y participó “ad honorem” en el hospital del campo de batalla como personal civil convocado, recibiendo numerosas condecoraciones por su labor desinteresada

 

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“Una de sus grandes virtudes –evocó con cariño Sebastián Galmarini, referente del peronismo local- es que siempre supo estar atento a lo que los otros necesitaban. Esa vocación de servicio lo definía”. Y ciertamente era así, quién podrá olvidar la fina estampa de Alfredo montado en su alazán, brindándole su ayuda a los inundados del Bajo San Isidro, sus desvelos por Villa Adelina o el Bajo Boulogne. Los cierres de campaña de su agrupación política en plena calle Belgrano tapizada de seguidores con él batiendo las palmas, luciendo su boina campera negra entonando la marcha peronista.

 

 

Dirigente justicialista histórico con proyección nacional, Péculo volcó no pocos esfuerzos en la militancia a partir del retorno de la democracia, en 1983. Solía definirse como “católico, apostólico, romano y peronista” al tiempo que sus mayores desvelos estaban puestos en ganar la intendencia sanisidrense en manos del imbatible caudillo radical Melchor Posee. Sabía que la tarea no sería sencilla: lo enfrentó  en 1991, sin suerte, pero la experiencia le sirvió para marcar la impronta de un peronismo diferente, con apertura de listas a conocidos vecinos de otras extracciones partidarias, la visión de una Intendencia como una empresa al servicio de la comunidad y tantísimas ideas hoy aplicadas con éxito en la administración pública.

 

 

 

Antes que existiera el servicio de seguridad por videocámaras, por ejemplo, hoy implementado en no pocos municipios del Conurbano, Péculo planteaba un sistema de monitoreo por Internet con camaritas en todas las esquinas, recuperar las plazas públicas como un espacio de encuentro entre vecinos con tertulias y recitales camperos, difundir la rica historia sanisidrense promocionando tours al Museo Pueyrredon con stands que obsequiaran o pusieran a la venta recuerdos del pago chico. “Muchos turistas llegan a Buenos Aires, los llevan a conocer Caminito, el Cabildo, la Casa de Gobierno y se marchan con un mate o un cuchillo con empuñadora de plata por recuerdo. ¿Por qué no pueden conocer nuestro Museo Pueyrredon? –planteaba– , donde vivió el director supremo y el primer pintor argentino, ser recibidos por gauchos de El Lazo en el patio colonial, invitarlos a compartir un asado y -que al partir- se lleven recuerdos de nuestro pueblo”, proponía.

 

 

Cuentan que cuando nacieron algunos nuevos distritos en la provincia, fruto del proyecto Génesis 2000, un encumbrado pope del PJ bonaerense pensó en él para el distrito de Malvinas Argentinas, pero Péculo le habría retrucado: “O soy intendente de mi pueblo, San Isidro o no soy nada. No tengo expectativas de cargos políticos. Hago política por vocación, gasto en política lo que me sobra y, a veces, le resto tiempo a la cochería  por lo que Susana (la mujer) siempre me tira de las orejas”.

 

 

 

busto-melchor-posse1En el plano electoral sin dudas fue el candidato que más se acercó a Posse referenciado en los seguidores de Perón. Y como le sucedió a Balbín con el ex presidente, las vueltas de la vida -o su hombría de bien- lo colocaron años más tarde participando de la Comisión Permanente de homenaje al ex intendente sanisidrense. En sus últimos años supo atar amistad con Gustavo Posse, por quien profesaba profunda simpatía. En una de sus últimas apariciones en público, en ocasión de una cena de San Isidro Tradicional agasajó al Intendente y a su mujer con una distinción de la Soberana Orden de Malta, grupo que integraba y les llevó la bendición papal.  “Alfredo era una persona muy querible, con Gustavo le teníamos gran aprecio, disfrutamos de su amistad y pensamos que San Isidro tiene que copiar mucho de él en todo lo que hace al trabajo por los demás y al apego por las tradiciones –confió la Dra. María Fernanda Nuevo de Posse, esposa del Intendente-. Precisamente, fue Gustavo Posse y la viuda de Alfredo, Susana Péculo quienes descubrieron el busto de Melchor que preside el Hospital Central que lleva el nombre del cinco veces intendente en un gesto de unidad que quedará en la memoria de no pocos sanisidrenses.

 

 

 

Al igual que el último adiós que le tributara a Alfredo la colectividad gauchesca frente a la capilla de campaña de El Lazo. Su féretro fue llevado hasta allí por una carreta tirada por bueyes mientras su hermano Ricardo, vestido de gaucho, cabalgó llevando las riendas del caballo de su hermano, que iba, como manda la tradición, con un poncho negro cruzado sobre el lomo. “A mí me ha dejado un legado, me marcó un camino tanto en lo profesional como en esto –observó su hermano -. El me entusiasmó  con la defensa de nuestras raíces y la tradición, me enseñó el por qué de llevar las pilchas gauchas, cómo hacerlo, saber trasmitirle a mis hijos qué significa eso. Son mensajes que no mueren, se dejan de una generación a otra”, explicó. En el entretanto, en ese mismo lugar se descubrió una escultura en bronce que lo recuerda y no pocos gauchos recitaron coplas que rescataron “al gaucho de estampa sureña” que “jamás se habrá de olvidar como hijo de esta tierra”. La placa al pie del busto en su leyenda señala “por la patria que te vio nacer, tu arraigo a los valores nacionales han sido pilares de tu vida. Gracias por haberla compartido con nosotros”.

 

 

Buen padre y esposo y -su compañera de toda la vida Susana tomó la posta en la compañía de seguros Certeza- , amigo de ley en toda la extensión de la palabra, solidario, preocupado por la realidad de su gente y el bien común, profesó desde siempre un gran amor por su patria chica a la que sirvió desde distintas entidades como el Rotary Club de San Isidro, el Club de Leones, la Cámara de Industria y Comercio local, San Isidro Tradicional, la Agrupación “El Cañón”, La “República de San Isidro” y tantas otras instituciones. No faltaron quienes evocaron su permanente entrega. “En el Rotary de San Isidro dejó su sello, su sonrisa, su don de gente y cumplió con creces con el lema de ‘Dar de sí antes de pensar en sí’. Desde donde esté en el cielo seguramente nos estará ayudando”, resumió Alberto Frola.

 

 

Es que los hombres como Alfredo no mueren nunca. Es fácil encontrarlos en las obras y enseñanzas que legaron a su pueblo y a los suyos, en las calles de su Villa Adelina natal y en los corazones de cuantos lo conocieron. Vaya desde aquí esta sentida y sincera evocación a un buen tipo en toda la extensión de la palabra.