El día que Saramago pasó por San Isidro

saramago 

 

1/07/10. A modo de homenaje CONtinta NORTE rescata una charla ofrecida por el  Premio Nobel de Literatura en una de sus visitas al país. Fue un 2 de Septiembre de 1998 cuando el escritor, periodista y dramaturgo portugués animó un entretenido coloquio con sus lectores, pródigo en anécdotas en el auditorio del Colegio de Escribanos de San Isidro, preparado por La Boutique del Libro. Días antes, el creador de obras como “Diario de Lisboa”, “El viaje del elefante”, “Caín” y “El Evangelio según Jesucristo” había admitido que el primer libro argentino que llegó a sus manos fue el “Martín Fierro”.  La historiadora Ana Gammalsson, participó de ese encuentro. Aquí un relato que nos permite espiar una faceta poco conocida del escritor que nos dejó fisicamente el pasado 18 de Junio a los 87 años, pero que su impronta sigue latiendo en sus obras.

 

 

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El escritor portugués José Saramago, fallecido la semana pasada a los 87 años en Canarias, fue un asiduo visitante de la Argentina, donde participó de la Feria del Libro, de conferencias, presentaciones, homenajes y fue jurado de premios, oportunidades en las que siempre congregó a una multitud ansiosa por escucharlo.

 

 

Sólo un mes antes de recibir el premio Nobel, un hito en su carrera, el escritor había visitado Buenos Aires (en octubre de 1998) para promocionar su novela “Todos los nombres“, oportunidad en la que también fue declarado Visitante Ilustre por el gobierno porteño. En ese entonces, había contado que la primera obra argentina que llegó a sus manos fue el “Martín Fierro“, de José Hernández y que “luego vinieron obras de Borges, Sabato y Cortázar, que me dieron una sensación de cercanía, porque la literatura argentina es plural y tiene una vocación universal”.

 

 

En esa ocasión, el notable escritor se llegó hasta la Boutique del Libro de San Isidro y ofreció una fascinante charla, todo un acontecimiento que reunió a lectores y curiosos. La historiadora Ana Gammalsson, amante de la obra de Hernández y una seguidora de Saramago asistió a ese encuentro y lo reflejó en las páginas del Semanario Costa Norte. Aquella visita a San Isidro del autor de la novela “El Evangelio según Jesucristo” (1991) y más acá en el tiempo “El viaje del Elefante” (2009) fue un derroche de talento, un triunfo del lenguaje, y el respeto por el valor de la palabra en toda su extensión.

 

 

 

El local de la librería de la calle Chacabuco rebalsaba de gente, así que gracias a la hospitalidad del Colegio de Escribanos el encuentro se trasladó al auditorio que en instantes quedó totalmente colmado. Lo acompañaban Noé Jitrik y el coordinador Martín Fontenla y cada vez que este último metía baza – aunque atinada y esporádicamente- se oía algún zapateo o protesta parecida a aquellas del cine cuando se cortaba la película, siempre en lo mejor, claro.

 

 

“Será que así como no se puede dejar de leer lo que escribe, se prende uno a la palabra”,  razonaba Ana en su nota. La voz del portugués sonaba en un impecable castellano (que recordaba a nuestro gallego; de hecho Cervantes decía que el portugués era un castellano deshuesado y el castellano un portugués osificado). Saramago hasta habló de la música de la escritura refiriéndose a la puntuación, o mejor dicho, a la falta de guiones o signos de admiración o interrogación, porque la cadencia esencial del idioma no los requiere. Y, ciertamente, sus libros suelen leerse de corrido con un lenguaje ameno al lector.

 

 

 

El creador de “El diario de Lisboa”, entre otras joyas de la literatura, siempre fue algo más que un escritor. “Un aprendiz”, sería su respuesta. Así se presentó ante la Academia Sueca cuando recogió el Premio Nobel de Literatura, el primero concedido a un autor portugués. “Un maestro, el maestro”, puntualizaría el crítico más exigente del universo, Harold Bloom. Para el hacedor de “El canon occidental”, Saramago, tenía el privilegio de ser “el novelista vivo más talentoso del mundo” y “uno de los últimos titanes”. Lo cierto es que el escritor no era muy afecto a las entrevistas, así que tener la oportunidad de bucear en su pensamiento a través de la charla era un verdadero privilegio. Gammalsson rescató en su nota tres instantes que merecen ser revividos.

 

 

“EXPLICACIÓN QUE RESULTÓ UN CUENTO”

 

 

Bajo ese título Ana describió la vuelta que dio el autor para explicar porqué razón había dejado Portugal para radicarse en ese paraíso con forma de isla llamado Lanzarote. Saramago respondió: Así como se dice que de una cosa buena puede salir una mala, o al igual, probablemente, de una mala una cosa buena, de esa maldad que ha sido censurar un libro, un Secretario de Estado socialdemócrata… aunque las razones con que se mueve la gente ahora no tienen mucho que ver con las etiquetas socialdemócrata, o conservador o con la ideología; no, la gente se comporta ahora según sus intereses. En este caso en particular, no podía permitir el Secretario de Estado que un libro como este ofendiera las creencias del pueblo portugués. ‘El Evangelio según Jesucristo’ que había sido propuesto por el PEN Club y la Asociación de Escritores para representar a Portugal para el premio literario europeo… Bueno, aquí hay que decir en qué consiste este premio: hay un jurado internacional representando a todos los países de la Comunidad Europea, y ocurre que los libros no están traducidos a todos los idiomas como para que todos los miembros del jurado puedan en conciencia tomar conocimiento de lo que están haciendo. Y había 36 libros sobre la mesa que eran de ensayo, de poesía o prosa. El jurado tenía que decidir si esta novela era mejor que este libro de ensayos… y todo eso en idioma que no entendía (risas). Esto es el premio literario europeo que es una broma de mal gusto. La censura me indignó, naturalmente, máxime porque se trataba de un Secretario de Cultura, no de Policía. Se ha creado un pequeño escándalo alrededor de todo esto que llegó a Francia, a España, a Italia, a Inglaterra y en ese momento como estaba muy fuerte lo que había ocurrido con Salman Rushdie, una parte de la prensa quiso inventarse un Salman Rushdie portugués” .

 

 

Y narró luego las coincidencias y sus alcances para redondear la respuesta: “Mi mujer tiene catorce hermanos, con sus mujeres y sus maridos y los novios de las hermanas… Somos una familia interminable… y hay una que trabaja allí (por Lanzarote). Así fue que en el año 91 di una conferencia en Tenerife y aprovechamos para ir a Lanzarote. Nos encantó. Luego llegó el nefasto día de 1992, un 25 de Abril sale en la prensa la decisión del Secretario de Estado de censurar mi libro. ¡Y era la decisión de un Secretario de Cultura!. Yo, como he dicho estaba indignado, enfadado y protestando. Este es, pues, el momento de conocer en qué son distintos los hombres y las mujeres: estábamos en esto y Pilar, mi mujer, me dice‘Mira tú estás tan triste, tan disgustado, por qué no hacemos una casa en Lanzarote y yo llamo a mi hermana, y entonces estaríamos un tiempo en Lanzarote y otro en Lisboa’ Y ahora viene la respuesta masculina: ‘ ¡Mira, por favor!’ (risas). El hombre no tiene la hombría de bien de darle inmediatamente la razón. Espera 24 horas para decir, ‘mirá eso que tú dijiste ayer, sabes… tienes razón’. En 8 meses nos instalamos allí y, como uno vive en el lugar donde trabaja, quitamos la casa de Lisboa. Así que la respuesta a porqué estoy viviendo en Lanzarote es: porque mi señora nació, porque a ese señor lo hicieron Secretario de Estado de Cultura, porque mi señora tiene una hermana, porque yo escribí algo que se llama ‘El Evangelio según Jesucristo’.

 

 

HISTORIAS MÍNIMAS DE GENTE COMÚN.

 

 

 

Así como lo hace en sus libros, Saramago contó en aquella oportunidad los móviles que lo llevan a escribir, a desarrollar los personajes por él creados, a las cosas heroicas que al fin de cuentas que no lo son. “Es que hay héroes”, se preguntó y al rato explicó: “Esto de escribir sobre personas pequeñas que no tienen importancia ninguna, puede ser interpretado como una decisión mía, como si yo dijera: ‘Vosotros, pobrecitos, que estáis por ahí tan abandonados, que no tenéis ningún escritor que se ocupe de vosotros, yo que soy muy bueno, muy comprensivo… Yo los haré personajes de novela’ Es todo mucho más simple, mucho mas lógico, es que no conozco a nadie de ese mundo. Jamás podría escribir un libro sobre un personaje, por ejemplo, un señor que se llame Bill Gates. Es que no podría. ¡Es que no sé cómo está hecho! No he buscado compartir nada con los poderosos… ni para ridiculizarlos en una página. Sencillamente, no los conozco. Entonces ¿quiénes son los míos? Son aquellos con quien yo viví en mi vida. Mis personajes son éstos: Don José, un pobre diablo, un corredor que tiene la osadía de poner un no en lugar donde estaba un . Y me pregunto si un héroe es capaz de hacer una cosa como esta. Los héroes confirman lo que está, por eso es que son reconocidos como héroes. Nadie que llegue para decir no será considerado de tal modo, será un enemigo, irá a parar a la cárcel. Y en ‘El Evangelio…’ tenemos a Cristo, ¡no es Cristo es Jesús! Quien me interesa allí es el hombre”.

 

 

DOS IMÁGENES Y UNA CLAVE

 

 

Cerca del final de la charla Saramago regaló a quienes se llegaron a la Boutique, en realidad el auditorio del Colegio de Escribanos, dos nítidas imágenes y en ellas estaba implícita la clave. El hombre habló de sus abuelos que criaban cerdos y en invierno, si las chanchas dejaban a los más débiles, ellos los calentaban. “Yo no puedo olvidar la imagen de estos dos viejos durmiendo con los cerdos en sus camas”. Y la otra fue la de su abuelo despidiéndose de los árboles, “abrazándose a cada uno, en una ocasión en que pensó que no regresaría a su casa”.

 

 

Imágenes sencillamente conmovedoras que fueron imprimiendo los sentimientos del chico que las vio y que acompañaron al hombre sensible, comprometido, entrañable que jamás perdió esa afectividad, ahí está la clave.

 

 

Es que este escritor portugués, Premio Nobel de Literatura en 1998, fue también un colaborador social, además de periodista y escritor comprometido, curioso de las novedades tecnológicas. Su Fundación buscaba contribuir al proceso de humanización que un mundo en permanente proceso de deshumanización necesita”, según asegura su estatuto

 

 

 

Como el abuelo habrá que abrazarse a sus libros para retener al escritor, periodista y editor que hace pocos días nos acaba de dejar. El legado de este creador por siempre querible nos pertenece y es -ciertamente- abundante.