La Inmaculada Concepción de María. CONTIGO POR EL CAMINO
7/12/09. Este martes 8 se venera el día de la Inmaculada Concepción de María, patrona de Tigre. Durante siglos se había planteado dentro del seno de la Iglesia la discusión acerca de la concepción y el nacimiento de María sin la mancha del pecado original. Cabe subrayar, para los no religiosos, que la Iglesia fue precursora en la Edad Media en revalorizar a la “mujer”. La devoción a la Virgen María –lo que la historia llama “culto mariano”- espiritualizó y civilizó al mundo bárbaro al elevar a la mujer. Descúbralo en esta nota de la escritora Ana Gammalsson.
Dicen que el tema llegó sin resolverse a la mitad del siglo XVI, concilio de Trento, y sólo el 8 de Diciembre de 1854 la Bula “Innefabilis”afirmó el dogma que dice que la Virgen María, elegida para ser la madre de Dios, estuvo exenta del pecado original.
La imagen de la Virgen de Luján es la de la Inmaculada con sus tradicionales atributos: los pies descansan sobre una media luna, en nubes de las que asoman cuatro angelitos (Apocalipsis, cap.12, v. 1 y 2) siendo los colores propios del misterio de la Purísima Concepción, el blanco y el azul. Conviene recordar que en el Concilio de Trento se afirmó la presencia de Dios en la hostia consagrada por el misterio de la Eucaristía; en cuanto a las imágenes, éstas no serían en sí mismas portadoras de divinidad, sólo ayudarían a los fieles a depositar en ellas su devoción.
La Compañía de Jesús, que tuvo gran influencia en el concilio, no logró, sin embargo, imponer entonces el dogma. Sí, celebrose en Buenos Aires, en el templo de San Ignacio, en 1664 la declaración del misterio de la Limpia Concepción de la Virgen María. A los jesuitas debemos, en gran parte, el culto mariano en América: Guadalupe en México, Caacupé en Paraguay, Itatí en Corrientes, La Virgen del Valle en Catamarca, De los Treinta y Tres Orientales en Uruguay, Aparecida en el Brasil.
LA VIRGEN DE LUJÁN Y LA ESTANCIA DE DON ROSENDO
La historia de nuestra Virgen de Luján es bien conocida. Llegada la caravana con destino al norte, al paraje llamado entonces “del árbol solo” y más tarde “ de la Virgen”, para hacer noche, y llevando, además de mercancías dos imágenes en sendos cajones, quiso la Providencia que una de ellas, la de Sumampa, partiera al día siguiente, y que la otra quedara allí en la estancia de Rosendo. Este hecho ocurrió en la mañana del cuarto día de viaje desde el puerto de Buenos Aires, cuando los bueyes no pudieron hacer mover la carreta que llevaba a la Virgen de Luján. La otra salió, sin inconvenientes, hacia su destino final: la capilla de la familia Farías, en Sumampa.
A partir de esa mañana de mayo de 1630 la Virgen de la ermita de la estancia de Rosendo cobró fama por sus milagros. A su cuidado estuvo el negro Manuel; probablemente llegado del Brasil de donde eran oriundas las imágenes de arcilla cocida.
Los fieles desfilaron por la ermita, causando en muchas ocasiones merma del ganado, de forma tal que el heredero de Rosendo no vio con malos ojos que Ana de Matos solicitara llevar a su casa la imagen de la Virgen de quien era devota.
Doña Ana de Matos, descendiente de primeros pobladores y viuda del sargento mayor Don Marcos Siqueyras, dueña de una vasta extensión de tierras expuestas a los malones. Sucedía entonces que estando Francia en guerra con España las autoridades del Río de la Plata desguarnecieron las fronteras internas para atender las costas y evitar el desembarco de cruceros armados de la flota de Luis XIV.
El gobernador hizo lugar al pedido de Ana Matos. Así, en 1671, una nutrida procesión encabezada por el obispo Mancha y el gobernador Salazar llegó a la Cañada de la Cruz, a la ermita de la estancia de Rosendo a recoger la imagen de la Virgen para llevarla en andas a la casa de Ana. Emplearon tres días en llegar a pie a destino, a orillas del río Luján, a cinco cuadras de la actual basílica. Ana de Matos hizo construir una capilla contigua a su vivienda.
El obispo Fray Cristóbal de Mancha y Velazco examinó por sí mismo los testigos que daban fe de los milagroso y del origen de aquella imagen. La devoción se hizo pública. Junto con la capilla se levantaron ranchos y nació la Villa de Luján. Tanta era la concurrencia de fieles que, según un cronista “Luján en los días de fiesta parece como si fuera una ciudad”.
En 1730 se convirtió en parroquia.
A lo que hoy es el partido de Tigre originariamente se lo conocía como el de Las Conchas; su puerto era el puerto de entrada y salida de la mayor parte de la mercadería y las comunicaciones del litoral. Esa situación motivó a que se erigiera una pequeña capilla bajo el nombre de ‘Santa María de Las Conchas’, en respuesta a las necesidades de la comunidad.
El obispo Manuel Antonio de la Torre la declaró vice-parroquia bajo la advocación de ‘La Inmaculada Concepción del Puerto de Santa María de las Conchas’, y en 1780 pasó a ser declarada como parroquia.
Su construcción fue dada a partir de donaciones. Inicialmente era de adobe y teja española con techo a dos aguas, una cruz en el frente y a un costado un pequeño campanario sostenido por gruesas vigas de maderas. Fue reconstruida y remodelada en tres ocasiones, en 1805, 1920 y 1881, debido a que fue afectada principalmente por grandes sudestadas.
Los temporales e inundaciones de 1805 destruyeron el templo. La parroquia fue testigo de la gesta patriótica que implicó la Reconquista de Buenos Aires. Junto a la parroquia existia el cementerio, donde entre otras personas fue enterrada doña María Martina Sarratea, esposa de don Santiago de Liniers, y su hija, muertas ambas el año anterior a la Reconquista. También la parroquia fue testigo en 1813 del paso de una parte de los recién fundados granaderos al mando de San Martín, de camino a San Lorenzo.
En 1820 las aguas volvieron a arrasar con su estructura. La tradición cuenta que los feligreses tigrenses como no querían estar bajo la dependencia sanfernandina, para cumplir con los preceptos viajaban hasta Luján, por tierra o río. Finalmente gracias al esfuerzo de los vecinos y la intervención del gobernador Martín Rodríguez se logró reconstruir nuevamente la iglesia.
Los nuevos cánones arquitectónicos eran el neo-gótico, considerado el estilo religioso por excelencia. Paredes de ladrillo rebocadas y bóvedas imitando la piedra, pisos de baldosas decoradas y ventanas “vitreaux”, con cinco altares. Se inauguró el 25 de mayo de 1881, y se construyó también la casa parroquial. Las imágenes actuales: de la Inmaculada Concepción en el altar mayor, del Sagrado Corazón en el crucero de la izquierda, de San José en el crucero de la derecha y el Cristo crucificado de la nave, son de aquella época. En 1921 Inés Salas de Cobo donó el edificio adyacente, también de estilo gótico.
En 1944 un grupo de vecinos fieles, siguiendo los propósitos de recuperar el pasado histórico, deciden junto con el párroco la reconstrucción de la iglesia con las mismas características coloniales que había tenido desde 1821 a 1881, y que mostraba un cuadro pintado al óleo que todavía se conserva.
El padre Grondona bendijo el 12 de octubre de 1945 el nuevo templo, que es el que vemos hoy. Austero, de paredes blancas y techo de tejas sobre armadura de madera, con nave y dos cruceros, coro alto, y fachada con dos torrecillas y espadaña. Cuando se hicieron las obras se encontraron restos humanos del antiguo camposanto que descansan en el atrio.
Actualmente todos los 8 de Diciembre, la comunidad de Tigre participa de una colorida peregrinación acuática (ver http://contintanorte.com.ar/?p=6703) surcando los ríos Luján y Tigre y el obispo, monseñor Jorge Casaretto se hace presente y oficia una misa para reverenciar a la Santa Patrona.
Lo cierto es que la mezcla que se dio en América entre españoles e indias dio por fruto a los primeros criollos: los hijos del país, o hijos de la tierra.
Hemos sido pioneros en la “globalización” que tanto asombra hoy al hemisferio norte. La mujer, sola – muchas, muchísimas veces sin hombre- representa “toda la familia”para sus hijos. No hay que sorprenderse de que la devoción a la Virgen, la divinidad femenina, sea tan fuerte en nuestra tierra.