Casas de la Costa Norte. Residencia Anchorena. LA LEYENDA DEL ESPINILLO

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19/11/09. Muchos sostienen que siempre hay un primer hecho del cual se nutren los sucesos anteriores a él. Tal el caso de las actuales instalaciones del Colegio San Juan El Precursor, en San Isidro que antaño fueron residencia de la familia Anchorena. Señorial propiedad de estilo colonial español sirvió en 1929 de asiento a don Pedro de Anchorena y a su mujer, doña Mercedes Aguirre. Conozca el pasado de este verdadero tesoro sanisidrense.

Para entender el esplendor que rodeó a esta casa cuya silueta se levanta frente a la Catedral es necesario remontarse mucho mas allá de su fundación como establecimiento educativo.

Corría el año 1840 y San Isidro contemplaba el crecimiento de sus famosas casas-quintas, una de ellas era esta residencia de estilo colonial español. En esa edificación dividida en dos plantas al borde de la barranca que mira al río funcionó el primer montacargas que se instaló en San Isidro.

silvinacuneo-porticoEl pequeño ascensor era utilizado para subir las comidas al piso superior de la residencia, donde se encontraba el comedor y fue motivo de comentario para todo el pueblo. Con el tiempo el montacargas habría de ser reemplazado por un auténtico ascensor el cual, obviamente, cumplió la misma función.

Lo real es que esa construcción tan emblemática como elogiada, fue remodelada a los principios del siglo pasado por el arquitecto Estanislao Pirovano con la empresa constructora Morganti.

silvinacuneo-mobiliario1La restauración fue perfecta: aún conserva intactas sus trabajadas cornisas, las cuales definen sus líneas neo-platerescas, y sus rejas rebatibles en el piso superior. Se imponen también a la vista de quien las contemple, las cerámicas sevillanas, las puertas talladas – traídas directamente de España- y el magnífico piso de baldosones blancos y negros en damero procedente de Bélgica.

Llama la atención también el brocal de mármol de Carrara, del señorial aljibe el cual, según los más memoriosos, ya existía antes de la remodelación.

silvinacuneo-balcon-patio-espanolEn 1929 la casona sirvió de asiento a don Pedro de Anchorena y su mujer, doña Mercedes Aguirre. En ese entonces los terrenos se extendían hasta la ribera del río de la Plata e incluían una gruta. En ella la familia veneraba una imagen de la Virgen de Lourdes. El oratorio que la cobijaba estaba rodeado por varios reclinatorios los cuales revelaban el profundo sentimiento religioso del que estaba imbuida la casona patriarcal.

Lindando con las vías del viejo ferrocarril del Bajo –hoy Tren de la Costa– los Anchorena habían ubicado su invernáculo. Allí cultivaban variadas especies florales las que luego adornaban – en floreros- las suntuosas habitaciones.

Otra de las características de época que engalanan la propiedad son las paredes, tapizadas con brocato francés color oro viejo. Precisamente ese detalle se conserva aún hoy en el salón contiguo a la capilla del Colegio. Una gran argolla, emerge de las paredes en la portería, es también fiel reflejo y testimonio de otros tiempos: la argolla perteneció a las antiguas caballerizas que, en sus buenos momentos ocupaban la planta baja del inmueble. Esos aros eran utilizados para atar a los equinos.

SU ACTUAL DESTINO Y UNA LEYENDA

La casa, hasta llegar a poder del Colegio, habría de sufrir luego algunas subdivisiones. En la década del 30 –por ejemplo- las dependencias contiguas al San Juan El Precursor fueron donadas al recordado presbítero Pedro Menini, entonces cura párroco de la Catedral.

En ese edificio funciona el despacho parroquial, la sede de Cáritas y una bolsa del trabajo para el servicio doméstico. En tanto, recién en el año 1955 el cuerpo general de la casona fue vendido a la familia Kraft. Los Kraft la conservaron dos años sin habitarla. En 1957 la vendieron al Colegio San Juan que decidió instalar en ella su sección secundaria.

Ya en manos del San Juan los responsables del establecimiento educativo se ocuparon de recuperar la formidable arquitectura de época y, con ella, las tradiciones que nutrieron a la vida de la casona. Una de ellas – quizás la más notable- se relaciona con el fundador de San Isidro, el capitán Domingo de Acassuso.

Una vieja leyenda –actualmente descartada por la historia- afirmaba que Acassuso había soñado la fundación de San Isidro bajo las ramas de un espinillo. “El sueño del espinillo” o “El sueño de Domingo de Acassuso”, según se prefiera guarda estrecha relación con el San Juan El Precursor, mejor dicho con la casona de los Anchorena que ocupa este colegio.

En efecto, esta leyenda –se insiste hoy descartada por la historia, pero parte de ella se la considera como lo que realmente es, una leyenda que nutrió a tantísimas generaciones de sanisidrenses- afirmaba que el espinillo a cuyo pie soñó Acassuso se erguía en el centro mismo del patio español que hoy es parte principal del colegio. El espacio que ocupaba el árbol que terminó por secarse y debió ser arrancado del suelo, según dicen- hoy asienta una fuente de mármol blanco.

Con todo, las autoridades del San Juan guardan celosamente un cuadro que muestra el espinillo, una tela pintada por uno de los Anchorena. Aunque Acassuso no haya soñado a San Isidro en él para el caso es lo mismo, porque tan notable fue la creencia popular en una época que casi convirtió al sueño en realidad.

Y después de todo los sueños son eso: realidades parciales que se imbrican las unas en las otras adquiriendo vida propia. Como la casa que imaginaron los Anchorena, al filo de la barranca y mirando al río frente a la Catedral.

Una arquitectura preservada en sus excelsos detalles, como para que los sanisidrenses que se educan en ella buceen en ese pasado del pago chico que guarda -¡qué duda cabe!-, las primeras raíces del ser nacional.