Aniversario con Misa de Acción de Gracias. 50 años de admirable labor. LA VIDA COLOR DE ROSA

 

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2/10/09. Se celebró en la Catedral la misa de Acción de Gracias por el 50° aniversario del Servicio Damas Rosadas, entidad que brinda cuidado y apoyo al recién nacido, niños y enfermos más vulnerables internados en hospitales. Durante la ceremonia religiosa se realizó también la Consagración de las nuevas voluntarias. Hablamos con Adolfo Casal, hijo de la recordada fundadora, Eloisita Collardín Mihura, una mujer que dejó su impronta en una institución que es sinónimo de humanidad, entrega silenciosa, respeto por el enfermo y no poco afecto en una tarea que no sabe de descansos.

 

 

 

 

silvina-cuneo-costa-norte-noticias-582Su apellido está ligado a una institución que se define con el nombre de mujer. Es que Adolfo Casal,  hijo de Eloisa -la recordada fundadora del Servicio de Voluntarias “Damas Rosadas”– confía que se emociona cada vez que ve el delantal rosado, con el nombre impreso de estas trabajadoras incansables. “Ellas mantienen vivas todas las rutinas y tradiciones que impuso mi madre, una alemana, educada en Suiza que tenía un don especial para la conducción”, dice emocionado Adolfo y desliza que hace poco cuando visitó el Jardín Maternal de las Rosadas en Garibaldi al 800, observó que tal como ocurría hace 50 años, las cunitas, las ropas y ese clima de ternura tan característico “seguía igual como si mamá estuviese ahí mirando”, suelta.

 

 

Contrariamente a lo que algunos pueden llegar a imaginar, este grupo de laboriosas mujeres siempre solícitas que trabaja ad honorem en los hospitales, no está integrado por señoras aburridas de su hogar, ni atacadas por el síndrome del “nido vacío”, ni viudas desconsoladas, ni seres hartos de nadar en la abundancia en busca de nuevas emociones a través de la caridad. “Aquí no hay mujeres aburridas de su casa o que lo desatiendan –solía decir la siempre activa Eloísa-. La primera obligación que impongo a mis ‘amorosas’ es que cumplan primero con su hogar, su marido y sus hijos y después con la obra. Muchas deben hacer verdaderos esfuerzos para llegar con todo, con eficiencia y por ello tardan un poco más en alcanzar los galardones que se le otorgan en su carrera como voluntaria hasta lograr el máximo que es un trébol morado, cuando llevan cumplidas 5000 horas de labor”, supo desgranar ante Costa Norte la infatigable Eloisa.

 

LA MANO TENDIDA

 

 

De esas 42 personas que en 1959 iniciaron esta tarea pergeñada por Eloisa Casal junto a Raquel Ottolengui y apoyada por el entonces intendente Melchor Posse, hoy la entidad presidida por Lidia Díaz cuenta con unas 500 voluntarias, que realizan infinidad de actos de afecto y comprensión para con los enfermos desde afeitarlos, cortarles las uñas, consolar al que sufre, alcanzarles un medicamento, ayudar al que está solo a punto de morir, conseguir un turno, guiar al perdido por los pasillos del hospital y también ¿por qué no?, asear elementos asistenciales, abrir una puerta, reparar un mueble o hacer un café.

 

 

“La función de ellas no toca para nada la parte profesional que realiza una enfermera –describe Adolfo-. Son complemento ideal de médicos y enfermeras en todos los lugares donde se desempeñan, porque cuando llega una persona totalmente entregada la bañan, la afeitan, le cortan el pelo, le festejan el cumpleaños con una torta con velitas; eso en un hospital es una cosa impensada”, advierte.

 

 

 

Ciertamente, la tarea humanitaria que cumplen sirve de vínculo con el área asistencial, humanizando la profesión. “Ellas llevan las historias clínicas, donan las radiografías, tienen banco de remedios, hacen en laborterapia todos los barbijos que se usan en cirugía; es muy trascendente todo lo que realizan”, indica Casal y confiesa que al ver los guardapolvos rosados “tanto cuando estoy en Buenos Aires como acá en San Isidro  -Las Damas Rosadas trabajan no sólo en el Hospital Materno Infantil y el Central de San Isidro sino también en la Maternidad Sardá, el Hospital Rivadavia y el Hogar Marín – compruebo que la prédica de mamá sigue vigente y la ha trascendido”.

 

 

LA CATEDRAL SE VISTIÓ DE ROSA

 

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Oficiada por el obispo de San Isidro, monseñor Jorge Casaretto, se celebró en la Catedral local el miércoles 30, una misa de acción de gracias por las bodas de Oro de las Rosadas.

 

 

Durante la ceremonia religiosa y como ocurre todos los años, se realizó también la Consagración de las nuevas voluntarias en medio de un templo a todas luces colmado por las integrantes de esta ejemplar entidad, que con su distintivo delantal rosa dieron una ambientación y un colorido especial a la celebración religiosa.

 

 

El intendente Gustavo Posse acompañado por su mujer, la doctora María Fernanda Nuevo, se acercó hasta la Catedral para saludarlas estrechándose en un sentido abrazo con Casal. Durante la homilía, monseñor Casaretto destacó la admirable labor solidaria que realizan estas voluntarias que acompañan a los enfermos que más necesitan ayuda mientras están internados en los hospitales.

 

 

El obispo bendijo los escudos de las nuevas voluntarias, insignia que representa el servicio que prestan las integrantes de las Damas Rosadas. Las nuevas voluntarias que desde ahora brindan su tiempo libre para acompañar a los enfermos en el Hospital Central de San Isidro son: Claudia Araya, Nélida Etchart, Susana Giordani, Josefina Giudice, Belén López Imizcoz, María Isabel López, María Teresa Michela, María Magdalena Milutinovic, Mirta Pérez y María Isabel Talliaferro.

 

En tanto, lo harán en el Hospital Municipal Materno Infantil “Dr. Carlos Arturo Gianantonio”, Carmen Arrabanti, Graciela Ashardjian, Viviana Chimeno, Rosario Devoto, Blanca Fernández Rey, Paula Jordán, Cecilia Lagomarsino, María Perusset, Marta Picco, Valeria Segura y Damaris Zanazzi.

 

En tanto, integrarán el equipo de voluntarias del Jardín Maternal “Nuestra Señora de los Niños”, que conduce el Servicio de Voluntarias para Hospitales “Damas Rosadas”, Gladys Costa, Graciela Daza, Jennifer Dawding, María Alejandra Garona, Flavia Marleta Olivieri, Maite Mendiola, Viviana Santini y Liliana Wierny.

 

Durante la misa también fueron consagradas las voluntarias que prestarán servicio en el Hospital Rivadavia (Marta Bonadeo, Marta Cavanagh, Mirta Elena Fouirne, Deborah Pighin, Julia Rey, Lucía San Pedro, María del Carmen Sarmiento y Delia Swart) como así también en la Maternidad Sardá de la ciudad de Buenos Aires (Patricia Banfi, Luisa Carnevale, Victoria Carreras, María Crespillo, Sandra Costa, Rosa Ferraro, Patricia Faur, Magdalena García Calvo, Susana Iglesias y María Gabriela Leguizamón).

 

No fue casual que esta misa alcanzara una concurrencia y proyección inusual a punto tal que la Catedral llegó a teñirse de rosa; es que estas queribles damas, desinteresadas obsequiantes de tiempo y acción siempre constructiva, tan enemigas de las promociones como amantes del hacer en silencio, tenían suficientes motivos para celebrar.

 

Cumplieron nada menos que 50 años al servicio de la comunidad de San Isidro, su creadora como bien señaló su hijo Adolfo, trascendió al tiempo. Si bien ya no está físicamente su impronta sigue vigente en esta vital y elogiable realidad cada vez que una rosada le tienda una mano a quien más lo necesita.