Martín Billoch, una vida dedicada a la náutica. Creador de barcos de autor
Fue Campeón Mundial de Optimist en 1974. Campeón Argentino de la clase 470 en el 94 y 95, junto a Juan Pablo Zizzi y Rodríguez Castells. Séptimo en las Olimpíadas de Atlanta del 96. Corrió en casi todas las clases y a los 24 años, afloró su otra pasión: el diseño de embarcaciones. Conozca la historia de este hacedor de barcos de autor, creador de los Mini 12, diseño que está dando que hablar en los countries. Habló del presente y el futuro de la náutica argentina, la familia y las nuevas fórmulas del yachting en una charla a fondo.
Como muchos navegantes a Martín la pasión por el agua le viene de chico. Tal cual sucedió con sus hermanos su papá – “él fue quien introdujo los primeros Optimist al país allá por los 70”, memora- lo entusiasmó en el arte de empuñar el timón, filar, cazar velas y aprender a develar los secretos del viento y el río participando en las regatas del Yacht Club Argentino.
De profundos ojos azules, piel tostada , pelo entrecano y hablar pausado y sereno –como si acompañara la cadencia de las olas- Martín (49 años) empieza a desgranar su historia. “Tendría unos 6 años cuando mi papá me llevó a navegar por primera vez y me atrapó por completo”, confía.
Después a los 13 vendrían sus desvelos por dibujar veleros y plasmar esos bocetos en tangibles realidades, lo que haría junto a su amigo Guillermo Vaquerizas. Cuando hizo la colimba se enganchó en las escuelas de vela “El Mar nos une” y, al finalizar el curso, recibió su primer Bordiga, que eran los veleros Pamperitos.
“En la escuelita pasé la mitad del tiempo del servicio militar, la otra lo hice corriendo en el velero Fortuna II”, evoca. Ya por entonces, trabajaba unas pocas horas en el estudio Frers. “Ni bien me dieron de baja en la Armada me incorporé definitivamente”, añade con rigurosa precisión. Poco le duraría esa etapa de aprendiz- pansante en lo de los Frers pues con un puñado de amigos entre los que se encontraban Santiago Lange, Javier Etchart y Gabriel Schroeder decidió ir a estudiar a Inglaterra donde se recibió como arquitecto naval, pues en el país esa carrera todavía no existía.
Retornó al estudio de Germán Frers y trabajó ahí hasta los 90 cuando abrió el astillero “El Estuario”, donde se incubaban los Holland. “Puede decirse que ahí empecé hacer los barcos de regata, con kevlar como el “Gaucho”, y otros para el estudio de Bruce Farr. Hicimos 8 barcos para Farr y uno para Frers. “El Fuga” fue uno de los últimos que botamos en el Estuario”, relata.
El astillero cerró, siguió en lo de los Frers y en el 2004 los contrata el Astillero “Compañía de Barcos” para la construcción de dos Judel/Vrolijk 42, el “Forum Filatélico”, y el “Quebramar”. Luego se le anima a dos Botin 46 para la fórmula IMS, el “Matador”, y el “Almacenero”.
Actualmente junto a Guillermo Gemini dirige su empresa Servicios Náuticos SRL, donde construye GP26 de diseño propio: el “Basilisco II” y el “MerK2”. Con el primero conquistó el Campeonato Argentino de PHRF.
Los Mini 12 argentinos: génesis de una buena idea
“Yo estaba estudiando arquitectura naval en Inglaterra en 1981 y en el pueblito donde residía tenía un par de estos barquitos Mini 12 de muestra; por entonces salíamos a navegar para hacer propaganda”, evoca Martín buceando en su memoria. Fue ahí cuando se dejó seducir por aquella pequeña, diminuta embarcación, que daba que hablar en tierras de Shakespeare.
“En realidad son 12 metros que era el barco con que se corría la Copa América antes –explica Martín-. Esta es una réplica de esos 12 metros que en verdad medían 16. Acá le pusimos Mini 12 porque remiten a los ingleses”, precisa.
Lo cierto es que una vez cursados los estudios y de regreso en Buenos Aires afloró la idea que había quedado dando vueltas desde la primera vez que lo vio surcar las aguas: “Por qué no hacer uno acá”, se dijo y de inmediato tomó contactó con el Astillero Sarmiento donde cobraron forma las matrices.
“Al principio pensé que no fue una buena idea porque no había lugares donde navegar esos barcos. Su diseño resultaba ideal para lagunas, no así para el río de la Plata con su característica ola corta –describe-. Pero ahora donde abundan los barrios cerrados en Tigre pletóricos en ese tipo de espejos de agua, creo que llegó el momento”, se entusiasma y como buen enamorado del diseño confiesa: “Yo guardé las matrices de entonces que muchas veces estuvieron por algún astillero extraviadas”.
Así como un pirata guarda celosamente el plano donde se oculta el cofre del tesoro, Martín supo poner a resguardo esa preciada matricería de lo que hoy se denomina un lagunero.
Hay quienes dicen que todo tiene su tiempo de maduración. La paciencia es una virtud que merece ser cultivada, más aún cuando sentimos profundamente en la primera impresión ese enamoramiento difícil de describir con palabras. Se trata pues, de aguardar el momento justo. Martín lo presentía. “En aquel entonces hicimos tres o cuatro Minis y quedó ahí el proyecto congelado. Alrededor de 1995 realizamos un evento en Punta del Este cuando vinieron los participantes de la Whitbread (la regata alrededor del mundo que recaló en aguas esteñas) y construimos cuatro para competir en la laguna. Invitamos a todas las tripulaciones al campeonato de fútbol, voley y uno de Mini 12. Todo terminó con un buen asado en la Laguna del Sauce. Hoy por hoy estos son los barcos que tenemos: dos en Laguna del Sauce (ROU) y dos acá en Rincón de Milberg”, indica.
Lo cierto es que muchos han sido los éxitos cosechados por este amante de la náutica deportiva. De chico fue campeón mundial y argentino de Optimist, argentino de 470, participó en los Juegos Olímpicos de Atlanta, con el “Basilisco”, un 23 pies de su autoría, se impuso en la categoría IOR y así como su padre trajo los primeros Optimist al país él lo hizo con los 29er.
“Puede decirse que seguí sus pasos –cuenta-. Mi familia (tiene mujer y dos hijos) me acompaña mucho en todo esto. Es más, uno de mis pibes corre en la 29er con mucho éxito y ha decidido llevarme de tripulante. Tiempo atrás participamos en el Mundial. Para mí es una alegría enorme. Yo me ocupé de la táctica y él del manejo del timón. Terminamos sextos dentro de un pelotón enorme”. Como se ve, una pasión que se trasmite de generación en generación. Martín nos permitió espiar su mundo por un instante y descubrir cómo es la vida de un creador de barcos de autor.
– ¿Cuánto hay del regatista y cuánto del diseñador?
– Las dos cosas están bastante asociadas. Si bien comencé a correr a los 6 años, a los 12 y 13 ya estaba dibujando y creando mis primeros modelos.
-¿Cuánto tuvo que ver tu padre con esa elección?
– Bastante. El fue quien nos trajo al agua a toda la familia. Nosotros somos 7 hermanos, dos varones y cinco mujeres y seguramente influyó muchísimo el empezar a navegar desde tan chico.
– ¿Todos navegan?
– Salvo alguna excepción –que siempre las hay- todos hemos competido y algunos seguimos haciéndolo.
– ¿Te considerás más un artista que un técnico, o viceversa; o más un empresario que ambas cosas?
– Un técnico seguro que no, de eso tengo poco. Si bien estudié mucho y me recibí de arquitecto naval en Inglaterra siempre me manejé con mucha intuición. Tengo socios y empleados que son más técnicos y me apuntalan en eso. En cuanto a lo de empresario creo que recién estoy aprendiendo, me ha costado mucho.
– ¿Cuándo comenzaste a hacer los primeros bosquejos?
– No recuerdo exactamente pero entre los 10 y 13 años ya los dibujaba. Con un amigo, Guillermo Vaquerizas comencé a construir los primeros y los probábamos en el agua, acá en el Yacht Club Argentino. Iban para adelante, no sé si muy rápido, pero bien.
– ¿Existe un estilo de barco Billoch?
– Sí y la gente me lo dice. Mis barcos son de un estilo un poco agresivo, rápidos, modernos, tengo poco de clásico en cuanto al estilo.
– De los que has construido ¿cuáles son los exitosos y los no tanto?
– Hay un barco al que se lo tilda de poco exitoso: el “Jockey Club”. Pero en realidad, creo que es como en la F1 le pasó a la escudería brasileña Copersucar, lograron hacer un auto para la categoría más competitiva del mundo, tal vez si se hubiese quedado corriendo en Brasil habría sido el mejor. Pero cuando te medís a nivel mundial y no tenés éxito, por costumbre se lo tilda de fracaso.
De hecho, aquí el “Jockey Club” ganó todas las regatas del año y cuando decidimos hacerlo competir afuera no alcanzamos la performance esperada, entonces por ahí queda ese mal recuerdo. Ahora bien, no fue tan así y al poco tiempo corrimos con el velero “Seguridad Juncal” en cuarto de tonelada y llegamos cuartos entre 38. En estos momentos tenemos un GP 26 que camina muchísimo. Entre los éxitos también un Farr 30 que se dibujó hace 15 años y se vendió bastante.
-¿Son menos seguros los barcos hoy?
– Creo que sí y se debe a que uno arriesga más en la construcción. Los materiales hoy no son tan nobles, si bien resultan fuertes y rígidos ante el estrés en vez de doblarse se quiebran y hunden con mayor facilidad.
– ¿Esto no ocurría antes?¿Qué elementos hacen que una embarcación sea un buen barco?
– No, primordialmente antes eran de madera y después de fibra de vidrio. Se trata de materiales más elásticos que permiten una mayor seguridad. La realidad es que se rompen con mayor facilidad porque se apunta a que sean más veloces y eso implica un riesgo mayor.
Todo esto siempre hablando de los barcos de regata, los del tipo crucero entiendo que son más seguros que antes y además existen muchísimos elementos que te permiten perder menos vidas o que se produzcan menos accidentes.
– ¿Cuáles son los diseños que vendrán?
– Esta muy repartido. El diseño de embarcaciones crucero seguirá su línea, creo que existe un retorno a los diseños más clásicos en cambio no pasará lo mismo con los de competencia. Se separan las aguas entre lo que es crucero y regata, y eso es bueno. Los barcos de regata serán aún mas competitivos como está sucediendo con la clase GP26 y los de crucero serán para navegadas más tranquilas y con mayores comodidades.
La ORC que es la evolución de la IMS, es una fórmula muy buena para medir barcos de crucero, es muy pareja y los mide muy bien. Entonces ahora cuando salió el TP52, la ORC vio como una buena idea que los barcos sean más veloces y más de regatas, con menos interiores. Esto reavivó a todos los que queremos hacer barquitos de regatas, y nos dio el lugar para poder desarrollar barcos chicos de regatas, que antes no había.
– Si bien el yachting ha sido el deporte que más títulos y pergaminos ha cosechado en el concierto mundial, muy pocos fueron logrados por las embarcaciones mayores. ¿Se debe a una falta de apoyo? ¿El yachting mayor corre con viento en contra?
– Un país, una región tienen otras prioridades, entonces cuando uno es chico cuenta con el apoyo de los padres y el club para desarrollarse a pleno. De ahí que nos vaya tan bien afuera en las clases menores. Después cuando tenés que autosustentarte existen otras prioridades –estudio, trabajo, familia- no está el apoyo de los viejos y la secretaría de Deportes de la Nación hace lo que puede en un país con otras necesidades. Ayuda cada vez más, pero no alcanza para lograr los títulos que se obtienen de chico.
– Por cierto, ante ese escenario, dedicarse al yachting no deja de ser muy meritorio…
– Es sencillo cuando se compite en clases menores como Optimist, Cadet y otras similares, el apoyo es mayor y los resultados están a la vista. Existe también la entrega de la gente que sigue esforzándose a pesar que merma el respaldo y se anima a competir en una Olimpíada. Allí hay poco apoyo estatal, mucho de esfuerzo personal y el respaldo de algunas empresas, por eso esos títulos tienen un mérito mayor.