“La costa debe ser pública en todos los lugares del mundo. Pero permanentemente se transgrede “, asegura Julie Fortabat

 

 

 

 

 

 

 

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Ecología y defensa de lo público a uno y otro lado de la orilla .Hace unos cuantos años que la reconocida inmobiliaria del Bajo de Acassuso dedica buena parte de su tiempo a concientizar a la gente sobre el cuidado del medio ambiente. Con cada crecida del río se la puede ver participando de la limpieza de la costa y del refugio silvestre. Ese celo ecológico, que la ha llevado a colaborar con varias ONG conservacionistas, lo expresa también del otro lado del río, en Uruguay, donde lucha junto a un grupo de vecinos por la no apropiación de parte de una playa en José Ignacio a manos de un emprendimiento hotelero. “La costa debe ser pública en todos los lugares del mundo”, dice y arremete con los que pretenden adueñarse de lo público. En una entrevista donde no deja tema por tocar, esta vecina comprometida de San Isidro habla de la marcha del Plan de Viviendas en el Bajo, de la inseguridad y de la necesidad de involucrarse en cuestiones que hacen a una mejor calidad de vida de todos.

 

 

Una casa recubierta de plantas que enfrenta una de las pocas bahías que se forman en los 5 kilómetros de costa de San Isidro es el atalaya desde donde la naturalista Julie Fortabat contempla los mejores atardeceres.

 

De profesión inmobiliaria, pero por siempre comprometida con el medio ambiente, esta inquieta mujer que vive a metros de la Reserva Ecológica “Ribera Norte”, suele ser materia dispuesta cada vez que se convoca a la comunidad a limpiar ese refugio natural.

 

Es que si bien el río en sus visitas, trae animales, semillas y sedimentos que ayudan a formar el suelo, también aporta una gran cantidad de residuos que tapizan y ensucian arbustos y plantas.

 

Bolsas plásticas “anche” basura de todo tipo llegan al río desde los desagües pluviales de las calles y, cuando entran a la reserva, quedan atrapados en la vegetación. Lo cierto es que a la hora de arremangarse, calzarse un jean viejo y zapatillas o botas de lluvia para asear el lugar son pocos los que aportan su tiempo y se comprometen.

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 Sería bárbaro que muchos se sumaran a las tareas de voluntariado, se necesitan bastantes manos –admite esta mujer que fue miembro de la Fundación Vida Silvestre Argentina, colabora con la Fundación Historia Natural Félix Azara e integra la Asociación Vecinal del Bajo-. Los otros días los chicos de Perú Beach realizaron una limpieza profunda, pero enseguida la costa se volvió a llenar con residuos, en especial de esas indeseables bolsitas plásticas. Estoy chocha con la ley que sacó Scioli para que en poco tiempo dejen de circular esos envoltorios en los comercios; eso sí, espero que se cumpla y que no ocurra como con tantas cosas”.

 

Sus palabras revelan una de las pasiones de Julie por el mantenimiento del espacio público al que ella concibe ciertamente degradado por la ceguera y falta de conciencia del hombre a la hora de mantenerlo y conservarlo.

 

“Ya que tenemos la desgracia de vivir a veces en ciudades que no se desarrollaron a escala humana, sino de modo explosivo, es bueno que tratemos de hacerlas cada vez lo más agradables posibles: con menos ruidos, agua limpia, disminuyendo el hacinamiento, con edificios bien cuidados, comercios estéticos y muchísimos más árboles y plantas –describe con envidiable afán-. Lo que pasa es que la gente es cómoda, se compromete con muy pocas cosas, sólo se moviliza cuando tiene un problema en su propia casa. Yo lo veo acá en San Isidro cuando los convoco para limpiar el río o velar por el cumplimiento del Código de Ordenamiento Urbano, te dicen muy sueltos de cuerpo… ‘Ay ahora no tengo tiempo’”.

 

 

Recuperar el interés por lo público

 

 

Esta vecina comprometida que recibió el premio a la “ecología”, otorgado por el Náutico San Isidro, cuenta que esa desaprensión por el cuidado del espacio de todos, suele trocar en interés cuando el dislate ocurre en un espacio mucho más próximo, por ejemplo, frente a la propia casa.

 

Por mi profesión es normal que me consulten cuando alguna obra se desarrolla fuera de norma. Claro, cuando un vecino levanta una porquería enfrente de sus domicilios, ahí sí te llaman y dicen: ‘Ay estoy desesperada, ayudame a hacer algo,¡ por favor!…’ Pero hasta ese momento poco les preocupaba el barrio; los argentinos somos muy individualistas, eso es una verdadera lástima”, razona.

 

Su relato demuestra como ha calado fuertemente en la sociedad el interés por cuidar la propia quintita, la despreocupación por lo común, pero Julie confía en restablecer esos lazos y despertar conciencias que contribuyan a la defensa del espacio público.

 

 

Esa prédica la realiza a uno y otro lado del río. Es que, desde hace unas cuantas temporadas ya, Fortabat sentó sus reales en la costa esteña, más precisamente en la paradisíaca península de José Ignacio. Allí, junto a  Isabel Hardoy y Marcela Tinayre, entre otros conocidos residentes, propuso la firma de un petitorio para que se respeten los 150 metros de ancho de playa en la construcción de los nuevos predios inmobiliarios del proyecto The Setai, un futuro hotel 5 estrellas que se proyectan en la zona.

 

La inquietud vecinal surgió luego de que tomara estado público que The Setai habría solicitado poder avanzar 75 metros sobre la playa para el sector del hotel, reduciendo el ancho de ese espacio público a la mitad.

 

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Entre San Isidro y Punta del Este

 

 

Como se ve, en todas partes se cuecen habas y Julie lleva la voz cantante en materia ambiental a uno y otro lado del río. “Los emprendedores compraron un gran predio pero tomaron parte de lo público, es decir la playa. La gente es tan cretina que esta manía de avanzar sobre lo de todos ya pasa en cualquier lado. En Argentina, en Uruguay, en el tercer mundo; parecería no importarles nada”.

 

También está empeñada en conseguir que se impida el acceso de vehículos a la playa y que disminuya la nube de helicópteros que sobrevuela la zona en temporada cumpliendo funciones de paparazzi áereo.

 

Sin embargo, en Maldonado, Uruguay, no siempre se logró la apropiación de la costa. Cuentan los moradores de Punta Piedras, camino a la Barra, que en cierta oportunidad un particular quiso alambrar como propia la playa que corre a la vera de la Ruta 10, pero los vecinos voltearon el cerco.

 

La costa debe ser pública en todos los lugares del mundo. Pero permanentemente se transgrede. Acá en San Isidro, es bueno observar cuántos lugares tenemos para ingresar al río. Se han recuperado accesos, pero hay muchos sectores concesionados y poca gente sabe que por ley existe el camino de sirga, unos 30 metros de acceso público que deben quedar libres para circular. Es decir si uno quiere acceder por cualquier lugar al río tiene derecho a hacerlo. Muy pocos lo respetan y como las leyes no se cumplen…”

 

 

El plan de viviendas, la inseguridad y un secreto

 

 

Preocupada por los temas del barrio de su patria chica Fortabat confía que el plan de viviendas para los vecinos de Martín y Omar que estaba algo demorado “hace un mes y medio se reactivó”.

 

“Esperemos que se pueda terminar, como la financiación corre por cuenta del gobierno nacional y el municipio ha tomado distancia…no sé”.

 

“Los otros días la presidente fue a San Fernando y anunció un paquete de obras importante cuando aún en éste hay cosas pendientes. Esperemos que el giro de fondos no dependa de si los intendentes están a favor de K o no. Es muy terrible que los políticos no gobiernen por amor al país, pensando en el bien común, sino por el partido. Hay que hacer las cosas sin especulación alguna” observó y al rato se ocupó de un tema que la desvela: la inseguridad.

 

 

“Yo sufrí varios robos, cuando dicen que la violencia es por culpa de la droga o de la exclusión, por qué no se hace algo –cuestionó-, a esos chicos por qué no  se les da contención para que tengan una buena educación al tiempo que se construyen mejores cárceles que sean resocializadoras y se hace cumplir la ley. Al final todo es por culpa de algo, termina en una aparente lucha de unos contra otros y finalmente el reclamo se diluye en nada”. 

 

 

Al finalizar la charla Julie rescata una anécdota vivida en un viaje a Egipto en tiempos en que se desempeñaba al frente del gobierno el Dr. Carlos Menem. “Recuerdo que a poco de llegar con un grupo de amigos un árabe se me acercó y dijo: ‘Ud. es argentina, le voy a contar un secreto ¿sabe que el presidente de su país no es argentino sino árabe?. Es de Siria, conocemos a su familia’, confió enigmático. A lo que le respondí: ‘Lo sabemos, no es ningún secreto’ y entonces le expliqué que yo descendía de franceses, muchos de españoles, otros de italianos, también había judíos, una amiga que me acompañaba en ese momento de finlandeses; en fin, que Argentina era un crisol de razas. El árabe me miró asombrado y al rato me pregunta si no se levantaban distintos barrios a lo que le respondo: ‘No, vivimos todos juntos’. ‘Eso existe en serio’, me espetó y agregó: ‘Entonces…¡es el paraíso!’. Hasta ese momento jamás se me había ocurrido pensar que en mi país no teníamos problemas raciales. ¡Qué maravilla!, reflexioné interiormente, espero que nunca traten de separarnos”, concluyó esperanzada.