MENSAJE DE CUARESMA

casaretto

Homilía Monseñor Casaretto el Domingo de Ramos. ACEPTAR LA CRUZ PENSANDO EN LOS GRANDES DESEOS. El pasado Domingo 5 de Abril, en tiempo de Cuaresma el Obispo, monseñor Jorge Casaretto, ofreció su tradicional homilía en la Catedral sanisidrense. Aquí  ese mensaje preparatorio para las celebraciones pascuales pronunciado por el pastor de la Diócesis; palabras que deben llamar a una profunda introspección:

 

 

 

“Entramos en esta semana, que es una semana muy fuerte para los cristianos. Me quiero detener en lo que vamos a vivir de algún modo el Jueves Santo, uno de los pasos previos a la Pasión de Jesús que es la Oración de Jesús en el Huerto de los Olivos.

 

“Todos nosotros, alguna vez o algunas veces en la vida, hemos estado en situaciones de tomar decisiones donde nos sentimos en soledad con Dios. Algunas veces estamos, Dios y nosotros. Dios y yo. Sabemos que una decisión de esa naturaleza, suelen ser decisiones fuertes, probablemente para los esposos haber decidido avanzar en el matrimonio. Yo recuerdo perfectamente la noche en que decidí entrar al seminario, cómo tuve que tomar la decisión yo, delante de Dios, experimentando que esa era su voluntad. Así cada uno de nosotros, alguna vez en la vida nos enfrentamos a decisiones difíciles. Mejorar la relación con alguien, irse a vivir al exterior o quedarse a vivir aquí. Tomar este trabajo sí o no, volver a la fe que quizás uno había dejado de lado, tomar la decisión de postrarse para hacer una buena confesión. Son decisiones personales.

 

“Jesús tuvo ese momento y lo vivió en el Huerto de los Olivos. Si nosotros leemos atentamente la oración de Jesús en el Huerto nos vamos a dar cuenta hasta qué punto era un Jesús que estaba profundamente angustiado, que tenía miedo, que estaba con una tentación muy fuerte, tan fuerte que le pide a su Padre que si es posible no le haga beber ese cáliz. Y, sin embargo, la voluntad del Padre es que fuera a la cruz. Jesús toma esa decisión, ese Jesús hombre que es Dios, tiene una libertad humana y con esa libertad humana asume el drama de la salvación de la humanidad. Esa decisión tuvo consecuencias para todos nosotros de felicidad, de amor, se abrió todo ese caudal de amor de Dios sobre nosotros, toda la misericordia de Dios se derramó sobre la humanidad. Fue una decisión trascendental para la vida no solamente de los cristianos sino para la vida de toda la humanidad.

 

“Y nosotros entramos en esta semana donde lo vamos a contemplar a Jesús en la cruz. Y nos cuesta todo esto, porque si sabemos que si el destino de Jesús fue la resurrección, para ese destino tuvo que pasar por la cruz. Y nos cuesta porque, y está bien que así lo hagamos, traducimos la vida de Cristo en nuestras vidas y sabemos también que la cruz está en el horizonte de la vida de todos los cristianos. Y así como Jesús tuvo la tentación de querer escaparse, nosotros siempre, nos queremos escapar. Pero Jesús contó con la misma fuerza que contamos nosotros, el Espíritu de Dios estuvo en Jesús para que le diga sí al Padre y todo el amor del Padre se derramó sobre el Hijo para que el Hijo pudiera llevar adelante este Misterio. Y con esa fuerza contamos nosotros en nuestra vida. Cuando Jesús muere en la cruz, entrega su espíritu, nos lo entrega a nosotros para que justamente podamos experimentar lo mismo que experimentó Él. Frente a todas las situaciones de la existencia nuestra, sobre todo las más difíciles, es el mismo Espíritu que acompañó a Jesús, es el mismo Padre que recibió la ofrenda del Hijo, es la misma Trinidad que está comprometida con nuestra existencia.

 

“Me gustaría entonces que esta Pasión la viviéramos así: es un drama fuerte, nos cuesta mucho aceptarlo. Cuántas veces las personas me dicen por qué la cruz. Y no tenemos muchas explicaciones. Pero hay una que es fundamental: Dios la quiso así. La voluntad del Padre fue que el Hijo manifestara todo el amor de Dios dando su vida y el Padre lo acompañó y el Espíritu le dio la fuerza. La voluntad de Dios es que el mundo se salvara por esta entrega del Hijo y ese es el argumento fundamental. Si Dios lo quiso nosotros tenemos que recibir esto como un don. Esto es lo que tenemos que contemplar en este momento. El gran deseo del Padre, del Hijo y del Espíritu era nuestra salvación. Y cuando los grandes deseos de Dios se concretan se abre para nosotros el infinito bien y la infinita bondad de Dios.

 

Pongamos también nosotros en esta Pasión que empezamos a vivir este domingo, nuestros grandes deseos. Los grandes deseos son los que abren el panorama de la vida. Quizá lo más triste que nos pueda pasar es no tener grandes deseos. Tenemos que pedir a Dios hasta el último momento de la vida tener grandes deseos en el corazón y que Dios lo escuche y que Dios nos responda como respondió a este gran deseo del Hijo de salvar a la humanidad”.